jueves, 18 de abril de 2024

SIN BANDA NO HAY FIESTA” DE VIRGINIA YEP

Por: Miguel Godos Curay

Este entrañable libro es la traducción de la tesis doctoral en la Facultad de Musicología comparada de la Universidad Libre de Berlín de la etnomusicóloga  Virginia Yep. La primera edición es posible gracias al Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2015 con prólogo de José Quezada Macchiavello, 239 pp. Como los  recados del sentimiento y el corazón se inspira en el paisaje del desierto, entre arenales y algarrobos verdes, en la exultante alegría de las cholitas y el esplendor festivo de los pueblos donde “la banda manda”. Se han acopiado las letras y la música en donde se mezcla la devoción con el baile. En el Bajo Piura hasta a los muertos se les despide con banda. En el inicio de las festividades: redoblantes, bombos y platillos mansurrones, trompetas, saxofones y clarinetes animan la fiesta. Alegran el alma son parte del fervor religioso y los ritos de celebración. Un pueblo sin músicos es como un cuerpo sin alma.

En los tiempos de la hacienda predominaban en los villorrios el golpe de arpa con cantores, arpistas y golpeadores espontáneos. Infaltables los tragos de guarapo y aguardiente. El arpa de cajón en el Alto Piura está asociada al ritmo de los tonderos. Allá por el año 70 disfrutamos  en Santo Domingo de Morropón a Saturnino y a don Andrés Calle majadores con coplas inmemoriales. Los versos de las cumananas, coplas populares,  de incandescente repertorio y una arpa vieja y recorrida para animar el baile de tierra.

Veinticinco limones,/

carga una rama (bis) /

y  amanecen cincuenta (bis) /

cada mañana, cada mañana.

Tuyos son, tuyos son /

Ay los claveles, de mi corazón.

De todos los animales

quisiera ser como el zorro

para comerme a la gallina

y dejar al gallo solo.

 

Las rondas interminables duraban toda la noche y las parejas de la campiña disfrutaban de la fiesta popular. La autora menciona en Morropón a Nicanor Sandoval y a Darío Cruz cultores de la cumanana. En Yapatera,  Fernando Barranzuela Zevallos con vena pícara improvisó su jocoso repertorio. La aparición de las bandas arrinconó a los copleros de los tonderos originarios. La revolución del transistor expandió nuevos gustos musicales y reforzó el sentimentalismo afectivo por pasillos y sanjuanitos hoy el combustible de la cumbia sanjuanera o cumbia piurana.

La música popular tiene vínculo con la religiosidad y celebraciones del santoral y la cuaresma se extiende por los territorios de las comunidades San Juan de Catacaos y San Martín de Tours de Sechura. Integran San Juan: Catacaos,  La Arena, Cura Mori, La Unión y El Tallán pertenecen a la primera. San Martín de Tours: Sechura, Vice, Bernal, Bellavista de La Unión, Rinconada Llíquar y Cristo Nos Valga. La Plaza de Armas de Catacaos preserva la tradicional glorieta para las retretas. Es una de las mejor cuidadas de la región. El ausente buen criterio y el desprecio por la tradición hizo de nuestras plazas mamotretos despoblados de áreas verdes.

El calendario religioso y festivo es muy nutrido en el Bajo Piura. En pleno siglo XVII sólo Catacaos celebraba ya 33 festividades. Todas las festividades tienen una función social pues permiten expresar y olvidar dolores y tristezas. Se celebran ritos, procesiones, comidas y bebidas que ofrecen los cofrades. Toda festividad tiene  víspera día central y la despedida  que se prolonga ocho o nueve días, octava o novena. Durante toda la festividad participa la banda. Actividad principal es la procesión con gran concurrencia de feligreses. Gracias a las devociones los músicos,  integrantes de la banda, pueden vivir de la música. La religiosidad popular supera con creces a los circos de las campañas electorales. En el Bajo Piura Dios tiene una presencia próxima en las imágenes veneradas distantes de los textos bíblicos. La posibilidad de ver y tocar a las imágenes los aproxima a Dios, los milagros atribuidos a una imagen tienen un historial en cada  pueblo reforzando sus mitos y creencias.

Las instituciones más antiguas de la comunidad creyente son las cofradías que comparten la celebración y el cuidado del templo. Sociedades y  hermandades integran  grupos en torno a una imagen. Las sociedades reciben la denominación de “cofradías de devoción". Las bandas cumplen una función de lubricante social y los oyentes  responden emocionalmente con aplausos o con lágrimas. La banda debe estar preparada para tocar lo que la gente quiera escuchar. Son una potente fuente de comunicación social. El combustible emocional de la banda es la reacción de los oyentes a través del aplauso o del llanto.

El termino banda -según el Diccionario de la Música de Poblete Varas- designa por lo general a un conjunto más o menos numeroso de ejecutantes, compuesto especialmente de instrumentos de viento y percusión. Una “jazz-band”  tiene por lo general un pequeño número de ejecutantes inclusive un piano. La banda militar se compone de instrumentos de viento (de madera y de bronce) y de percusión, cuyo  número es variable según la categoría o importancia de la banda. Su propósito es acompañar regimientos. Este modelo, al igual que algunas formas de organización, disciplina y saludo  se replican en los establecimientos escolares públicos y privados.

Los alegres acordes de la banda animan a los vecinos que aguaitan y participan, escuchar la banda es disfrutar de la extendida idea “sin banda no hay fiesta”. Las bandas aparecen en el siglo XVIII y gracias al perfeccionamiento técnico y los instrumentos de viento, de madera y de metal, fue posible la formación instrumental polifónica para la música militar. Según el cronista Giovanny Puchaicela  las bandas  de música militares llegaron a Ecuador en 1818 con el Batallón Numancia. La Banda del Numancia había sido enviada de Bogotá a Lima por el Virrey de  Santa Fe don Juan de Samano.

Durante su tránsito y presentaciones causó una gran impresión en las principales ciudades de la sierra ecuatoriana por su magnitud y calidad artística. Después de las batallas de la Independencia, muchos de los músicos integrantes de las bandas se quedaron sin ocupación y se obligaron a formar sus propias agrupaciones musicales. Las bandas de pueblo en Ecuador surgen a finales del siglo XIX. Estas agrupaciones representan a un barrio o pueblo y tocan ritmos populares tradicionales en ceremonias religiosas de las comunidades de la campiña y fiestas cívicas.

Según las crónicas la presencia de instrumentos nunca vistos y oídos causó asombro: el pícolo, corno francés, oficleides (tuba antigua), serpentones (bombardino antiguo), junto a clarinetes, liras, trompetas, bombos redoblantes y platillos. Las intervenciones de las bandas despertaban el ánimo. Eran el complemento perfecto para las festividades religiosas y cívicas. Las bandas militares contaban, por lo general, con un número de entre treinta a cincuenta músicos, rango que hasta hoy se mantiene. Tras la luchas por la independencia aparecen los himnos nacionales los que se interpretan con euforia acompañados de bandas patrióticas. Las retretas eran el correlato de toda celebración cívica o religiosa.

Por referencias de Feliciano Chero (1995) fue el maestro ecuatoriano don Mariano Díaz  quien trajo a Catacaos a su primo músico con la intención de crear una banda de músicos, la primera de la que se tiene noticia en la región. Don Mariano Díaz llegó a Catacaos procedente del Ecuador en 1848 en donde murió en 1895. Don Mariano se aplicó a la educación según el método lancasteriano propósito al que contribuyó su sobrino Ciro Tito Andrade. Uno de sus brillantes discípulos fue Enrique del Carmen Ramos insigne humanista e historiador piurano.

A fines del siglo XIX los primos Enrique Taboada  Rivas y Santos Taboada Ayala trabajaban como músicos. Gracias a Enrique fue posible la presencia del músico ecuatoriano Crisanto Acosta quien en su banda  en Guayaquil tenía al músico cataquense José Emilio Ramírez en 1903.  En 1906 ya el pasillo sonaba en Catacaos y era parte de su repertorio. Este mismo año  surgen la Banda Bolívar Nº 1 de Santos Taboada y la Banda Bolívar Nº 2 de Luis Taboada. En 1908 aparece la Banda Unión fundada por José Emilio Ramírez la que dirigió hasta su muerte en 1953. En 1942 Eucarpio Oliva fundó  la Banda Santa Cecilia que pertenece a la Sociedad Santa Cecilia patrona de los músicos. Esta banda es parte de la tradición y patrimonio inmaterial de  Catacaos.

Por su trayectoria musical destacan en la Villa Heroica  José Emilio Rivas (1885-1953), Eucarpio Oliva (1918-1997) entre los compositores el sastre de oficio Feliciano Chero (1921) y el mecánico Genaro Mena. Sus sentidas creaciones se interpretan aún en las procesiones de Semana Santa. Todos  los compositores advierten se nutren de inspiración divina y señalan que llegado el momento se consagran a la creación. Todos refieren sin menoscabo su iniciación musical tocando los platillos o el bombo que afinan el oído. Los instrumentos de una banda de músicos son las flautas, clarinetes, trombones, saxofones altos y bajos, tubas y batería (bombo, tarola y platillos). Las flautas traversas son la esencia alma de las interpretaciones religiosas, los alegres clarinetes en las danzas. Las bandas pequeñas tienen trompeta, bajo, saxofón y batería. Los instrumentos de percusión bombo y tarola, construidos por los mismos músicos, son elementos infaltables.

La formación musical requiere el aprendizaje de la “teoría”, los músicos teóricos saben leer música, los prácticos no leen  confiados en su oído. Leer música hace que el ejecutante “caiga parado en cualquier parte”. La formación musical entre humildes campesinos desde sus orígenes contó con el patrocinio de la Iglesia  y  el Servicio Militar Obligatorio. El estímulo musical es necesario e imprescindible para el mantenimiento esencial de la fiesta popular en el Bajo Piura porque “sin banda no hay fiesta”.

Los repertorios musicales incluyen marineras, tonderos, huaynos, polkas, pasodobles, pasillos, boleros y guarachas. Se suman las marchas solemnes, pasodobles fúnebres, vigilias, misas de gloria y responsoriales, piezas de música clásica. Pese a tratarse de instrumentos de viento de origen europeo suenan distinto porque  los principiantes asumen un instrumento viejo de otro músico. Instrumentos parchados y reparados indican su mal estado. Mal estado, superado por soplos mágicos y otros trucos que confieren a la afinación de la banda tiene un carácter especial e inconfundible. Los ornamentos melódicos son imprescindibles. Son como el ají en el cebiche. La lectura de las partituras es superada por las habilidades de los músicos. El bombo es el corazón de la banda. El tondero de banda es parte  de su vocación de fiesta. La primera parte es la  glosa. La segunda parte es el dulce y la fuga.

Expresión del cultivo del arte y la música criolla es en Catacaos la familia Campoverde.  Don Segundo es un compositor e intérprete de música criolla. Las peñas criollas son el ingrediente festivo de chicheríos y picanterías.  La época de oro  y esplendor de la  música criolla fue la década 30. En Piura existía la Rondalla Piurana, en Catacaos Juan Requena dejó a sus discípulos Guillermo Requena, Miguel Correa Suárez y Raúl Calle Pacheco. Entre los  compositores  destacan  Segundo Campoverde, el boticario Rolando “Mote” Ramírez y el cura morropano Pablo Alvarado. En la peña criolla los guitarristas  interpretan en voz primera la introducción, intermedio y contrapunto al canto (floreo) adornando el final de cada frase. La segunda guitarra toca un ritmo básico, tundete para el valse ostinato (repetición)  para el tondero. Una tercera guitarra toca las variaciones de los bajos.

En el Bajo Piura el tondero ocupa un lugar especial. Todo tondero se estructura con una introducción, glosa, el dulce y la fuga.  La glosa puede estar conformada por versos octosílabos o dodecasílabos. Como anota Miguel Correa Suárez: “Gracia, arrogancia y salero/ señores, eso es tondero,/ que con guitarra y cajón/ y al compás de alegres palmas,/nació con la cumanana /en bella tierra piurana”.  La diferencia entre la marinera y el tondero es su ritmo lento. Según los testimonios las bandas son más antiguas que las agrupaciones criollas del regusto de la clase media.

La banda está asociada a la marcha cívica o a la procesional. Las marchas tienen su origen en las flautas y tambores de la Edad Media que marcaban el paso de los peregrinos. O en los ceremoniales cívicos y patrióticos. Compositores de marchas fueron Crisanto Acosa, Enrique Taboada, José Emilio Ramírez, Eucarpio Oliva, Manuel Taboada, Feliciano y César Chero cuyas famosas composiciones se tocan en todo el Perú. Las marchas pueden ser meditativas o religiosas. Otras son las marchas regulares  que corresponden a las caminatas. La duración de las marchas depende de la duración de las caminatas.

Responsables de las melodías son los compositores cuyas creaciones arregladas son ejecutadas por las bandas. El arreglista es el director de la banda. Organiza la melodía en compases y la adapta al género elegido. El director de la  banda domina la armonía y la melodía y en bases a sus conocimientos dirige los ensayos. Bien dice el maestro Taboada, “…  porque el catacaos, cuando toca su marcha, le pone corazón”.