lunes, 25 de mayo de 2020

PANDEMIA Y CRISIS: VISLUMBREMOS UNA SALIDA


Por: Miguel Godos Curay
La mascarilla es un prenda de uso obligatorio durante la pandemia.

La desgarradora desolación no tiene nombre. De pronto las redes sociales son la ventana de los arrebatos de la muerte. Dolor en carne viva. ¿Es la salud pública un Derecho Humano? Los muertos suman a cada instante. En realidad, nunca estuvimos preparados para la peste terrible. Por eso estamos totalmente indefensos. Nuestra ilusión de progreso, como agua entre los dedos, se hizo nada. En esta escena todos tenemos una cuota irresponsable. Los que no deciden por su galopante indecisión, los que sin temor desafían el mandato sanitario, los que roban descaradamente, los que ocultan la cuenta imparable de muertos y los que provocan tormentas mediáticas. Las páginas de los diarios destilan pus y formol. No estábamos preparados, pontifican, unos. La certeza: Nunca estuvimos preparados para nada.

Las medidas de seguridad bloqueando calles son mecidas en la cuerda floja. Alrededor de los mercados guantes de jebe y mascarillas permanecen tirados en el suelo. A río revuelto gran negocio son las clínicas en donde se puede morir decentemente a precio oneroso. En los pasillos de los hospitales la infección desnuda atiende a todos los pacientes. Nos peleamos como gata panza arriba por el colchón tibio del último muerto. A las funerarias se les hace la boca agua pues nunca antes vendieron tantos ataúdes a precio elevado. El virus demoniaco abandona inmediatamente el cuerpo yerto para alojarse en el primer cándido que encuentra en la esquina. Y el festín mortífero se repite irremediablemente. Vallejo repite estos versos:Jamás, señor ministro de salud, fue la salud/ más mortal/y la migraña extrajo tanta frente de la frente!”. Así estamos.

El gobierno, no sabemos. ¿Es o se hace el tonto? Las colas interminables en los bancos para cobrar bonos son ocasión para el contagio. La plata fresca por un monto superior a las dos gratificaciones que el Estado otorga a los docentes universitarios son dinero para todo. Menos para alimentos y la necesaria prevención. Todo el stock de televisores, no vendidos en el mundial, salen hoy como pan caliente. En tiempo de cuarentena urge entretenimiento. Además, en tiempos de pandemia la luz y el agua, servicios imprescindibles, no se pagan. Hay diversión para rato. La pachanga sanitaria tiene sus bemoles. Cierre de mercados. Aumento de precios. Comodidad en el bus. Incremento de pasajes al 100%.

No hay argumento  para el estacionamiento injustificado, en las principales arterias, de camiones porta tropa acostumbrados al letargo cuartelero. Cerrar las vías principales para crear atajos no tiene lógica. Distinta es una ciudad detenida  por el civismo de sus vecinos. Otra la sensación de asfixia forzosa provocada por las desordenadas fuerzas del orden. En tiempos de crisis la logística se subordina a la economía del tiempo y al ahorro. No al gasto innecesario. Se siente y se vive nuevamente  las escenas olvidadas de tropas en las calles tras los paquetazos. Orden sí, pero bloqueos para la apariencia no son buen receta.

Montar esta escena tiene un enorme costo en vidas humanas y  forados millonarios al erario. Un bolsillo roto con sabor a depresión de la economía de inimaginables consecuencias. El desempleo está a la vuelta de la esquina. La pobreza nos bañó a todos con el agua helada del malestar en el bolsillo. Las empresas no activan el empleo pues están totalmente paralizadas por decreto. Las exigencias del gobierno los protocolos ministeriales están diseñados para paralizar el país. No para activar la economía que languidece.

La economía va muy mal.  Cuando un padre de familia retira el 25% de fondos de su AFP para poder comprar una Laptop para las clases virtuales de sus hijos, cuesta. Cuesta el Internet. Cuesta el software. Cuesta el antivirus. Cuesta mantener la reserva alimentaria y pagar el transporte con pasajes elevados al 100%. Cuesta la familia en casa porque súbitamente se incrementó el consumo de energía eléctrica. Cuesta el refrigerador con alimentos. La economía formal está en crisis severa y el gobierno se hace de la vista gorda frente a los grandes deudores tributarios del Estado. Se viene la infeliz propuesta de  cocinar una tortilla de nuevos impuestos y una presión tributaria nunca vista. Para muchos es mejor declararse en quiebra hasta que mejoren los vientos. La informalidad está a punto de devorar la formalidad. ¿Qué costó al Estado otorgar la ayuda a peruanos con DNI y RUC sin necesidad de colas? Así se hubiese medido el impacto del gasto y el consumo. Una cuota de formalidad en el consumo, ordena.

La economía informal de los grandes evasores tributarios marcha viento en popa. La sin RUC  y sin planillas. La que usa a su antojo los espacios públicos. La que sacó los guantes de jebe de los olvidados rincones de los almacenes y los encareció al 600%. La que vende mascarillas importadas Made in China al propio gobierno y las convierte en el antifaz apetecible. La que acapara medicamentos. La que vende alcohol y oxígeno por lo bajo. La que compra balones de gas de cocina para convertirlos en dispensadores de oxígeno hospitalario.  La que alienta el consumo discreto de cerveza. La socia de todas las funerarias. La que quiere fomentar crematorios hechos con hornos de panadero y pollos a la brasa.  La que llena los hoteles de la periferia con legiones de trabajadoras sexuales “de paro” en los puteríos oficiales. Está de plácemes. Nunca se ganó tanto en tan poco tiempo. Los empresarios de la economía formal están jodidos. La hueste informal dice en coro: ¡Siga la peste es un buen negocio! Repitiendo en los oídos de los pobres: “Agarra lo que te da Vizcarra y pide más”.

La economía toca el suelo. Este es solo el comienzo de una recesión brutal. No estamos creciendo estamos decreciendo todos los días. La familia peruana que trabaja y aporta está paralizada. Lo poco ahorrado se evapora. Las deudas con la banca crecen. Los intereses bancarios. No  perdonan. El retiro de los aportes a la AFP, alivia, pero no detiene la cuesta abajo imparable. Los formales ajustan los cinturones. Los informales los aflojan porque la panza crece. Resulta sospechoso. En tiempos de pandemia se estaciona el narcotráfico. No hay noticias de toneladas de cocaína embarcadas en Paita. Por el momento la coca no es negocio. En tiempos de crisis aparecen como plaga ordeña bolsillos los compradores de oro y dólares rotos. Las farmacias pueden cerrar. Pero los montes de piedad de la miseria a donde acuden los reducidores de robos permanecen abiertos. Compran oro.

Cierran sus puertas las librerías. Abren sus bibliotecas los necesitados y los venden sin pena y sin dolor por algún sencillo que los saque del  apuro. Otros leen y compran lo que puedan conseguir por el momento. Los diarios están a pique como la Covadonga. Sin anuncios de ninguna clase, salvo, los del autobombo no generan ingresos. Pese a la reducción del número de páginas con dos avisos de defunción diarios no cubren la planilla. Ya vendrán los sueldos en cuenta gotas y el despido masivo inmediato. Escribe Edmundo Cruz el despido repentino empezó en la redacción capitalina y en las corresponsalías de provincias de La República. Los del medio radio padecen el susto mortal consecuencia de la muerte de radio loros connotados. El usar el mismo micrófono poblado de resecas babas es fuente de contagios. Los que en bandadas salían a los hospitales y depósitos de las morgues para capturar el apilamiento de los muertos abandonados por sus deudos. Hoy anclaron ojerosos en la estación del miedo. Más de lo mismo todos los días. Hoy 25 de mayo según Bloomberg a las 3.07 de la madrugada Perú reporta 3,456 muertos y 119,959 contagiados. 2.91% de letalidad. Coinciden los reportes.

El numeroso sector que provee de recurso humano a la economía informal está en movimiento a un costo irrisorio pues no aporta ni un céntimo a la protección social. La salud, la educación son Derechos Humanos postergados en Perú. La sola existencia y contraste entre salud pública y privada o educación pública y privada. Son la expresión clamorosa de las legítimas demandas de bienestar social. Las crisis no son nuevas. Las últimas tres décadas hemos vivido crisis de todo orden en el escenario económico y político mundial. La última fue la crisis financiera global del 2007-2009 producto de la liberalización financiera y el exceso de liquidez global. Nosotros no somos la excepción.

Según Achim Steiner, Administrador del PNUD, El Covid 19 afecta directamente a la salud pública, la educación y las fuentes de ingresos de las familias desplomando los indicadores del desarrollo y el bienestar en países ricos y pobres. Los muertos a nivel mundial superan los 345,122 mientras se espera una caída del 4% del ingreso per cápita mundial.  El impacto obliga al replanteamiento de una mayor inversión y atención en salud, educación y generación de empleo. Hoy la tasa efectiva de niños fuera de la escuela ajustada a los que no tienen acceso a Internet supera el 60%. Estos niños no reciben educación sin medir los efectos directos de la crisis sobre los maestros obligados a un súbito cambio de métodos y uso obligado de la nueva tecnología. La provisión de herramientas tecnológicas ofrecida por el Estado es un cuento de hadas. Una burbuja de jabón a punto de reventar. En las universidades sucede lo mismo.

El caso de la Universidad Nacional de Piura es patético. El ofrecimiento de compra de equipos para un desempeño eficiente  de alrededor de 1, 200 docentes según la consulta amable a la página del MEF es de 14,000 mil soles del presupuesto. Insuficientes para siquiera entregar un mouse de 25 soles a todos los docentes. La mayor parte de los profesores tiene equipos con software  no licenciado (pirata) cuyo rendimiento es más audacia avezada que tecnología al servicio de la academia y el saber.

La situación de los estudiantes es precaria. Muchos obligados a trabajar recurrían a los centros comerciales y cines   No todos disponen de equipos. Buena parte de ellos recurre a cabinas destartaladas reducto de virus. Aunque la mayoría dispone de celular no es garantía de  en óptimas condiciones para aprender. “Una clase de una hora consumiría mis megas (Megabyte). Y no hay dinero para gastar, repiten El diagnóstico de una  voluntariosa encuesta  virtual, a través de las redes no precisa los rangos de fiabilidad y confianza  que el caso requiere. La UNP no dispone de la banda ancha que garantice una óptima velocidad de acceso a Internet. La innovación emprendida no es una propuesta sistemática. Es una salida emergente con elevados rangos de incertidumbre.

En el mundo se han extremado las medidas de protección.
El Covid-19 , advierte en el PNUD:  Es una lupa para visibilizar las desigualdades maquilladas por el populismo de los actores políticos. Así resulta indignante observar en Piura que la mayor parte de escuelas, hospitales y universidades públicas no dispone de agua potable las 24 horas y   lavarse las manos, una medida del protocolo sanitario, resulta imposible. Sumemos a ello la brecha tecnológica y la informalidad en adquisición montaje y disposición de equipos. Equipos comprados en universidades públicas son de obsolescencia notoria y un robo descarado al Estado. Científicos reputados realizan hoy sus aplicaciones en estudios de la cuarta dimensión con softwares piratas. Igual pobreza y olvido padecen las facultades de Medicina Humana. Los alumnos de universidades públicas recurren para sus estudios anatómicos a cadáveres de NN y en universidades privadas a modelos anatómicos virtuales. El aprendizaje entre hedor de formol y carne humana tiene inocultables resultados. Una estudiante comentaba mi práctica de fisiología la hice con los ojos llenos de lágrimas. No sé si era por el formol o por el cadáver anónimo que tenía en mis manos.  La medicina debe abrir los ojos a la realidad. Al servicio solidario, a una conexión más directa entre universidad y comunidad pendiente de las desigualdades.

El Covid 19 es una lupa para medir la desigualdad mundial.
Hace algunas horas la Universidad de Salamanca (España) anunció por las redes que está abierta la solicitud de libros de préstamo a domicilio por varias semanas. En Perú, las bibliotecas universitarias permanecen cerradas. Y los libros en insoportable soledad. Vivimos momentos de tensión creativa para aportar soluciones. No es difícil encontrarlas. Cuando la situación es dura y cruda aparecen como iluminación soluciones. En 1983 cuando escaseaban el combustible y los alimentos. Violeta Correa de Belaunde  creó en Piura los comedores populares, Una sola cocina y enormes  ollas para alimentar a los pobres. El esfuerzo solidario representa ahorro y cohesiona a las comunidades. Hay iniciativas valiosas que se pueden rescatar. Unos pueden trabajar en su casa. Otros dotados de  herramientas y materiales pueden realizar tareas sin moverse de su hogar. “Yo se encuadernar”, me dijo, un amigo. “Me dan goma, percalina, papel, cartón y otros materiales”. Me entregan los libros deshojados y los devuelvo impecables para volver a utilizar”

La crisis en la escuela es patente. En esta situación 9 de cada 10 estudiantes no va a la escuela. La caída de los ingresos familiares representa un atraso, advierte al PNUD, algo así como borrar de un plumazo cinco a diez años de progreso.  De ahí la necesidad de restablecer las condiciones de acceso a la escuela y la propia universidad. Deben adoptarse medidas de recuperación económica más allá de los bonos,  destinados mayormente, al consumo inmediato indiscriminado antes que a la mejora de condiciones de salud y subsistencia. Necesitamos un trato equitativo para el acceso a Internet  de los escolares  y acceso a la salud. Urge amortiguar los severos impactos de la crisis.

La actual crisis, señala  PNUD, requiere un enfoque coherente multidimensional.  La crisis presente tiene dimensiones interconectadas: salud, activación de la economía, educación sin desfase tecnológico y una estrecha coordinación con los gobiernos local, regional y nacional lejos del mangoneo y manipulación política provocadora de insatisfacción ciudadana y señalamiento público.  No es extraño observar en los hospitales al Ministerio Público evacuando evidencias documentales de una administración sospechosa mientras decenas de convalecientes agonizan en las salas contiguas. No es mala la fiscalización  pero cuando se convierte en caza de brujas desnaturaliza su función de tutela y defensa del interés público y protección de la familia y los desvalidos.

Un aspecto crucial son las mareas de la información pública en los medios de comunicación. Cuando la desinformación se impone la cultura de la sospecha y la manipulación de actores estatales, oportunistas, ideólogos y financistas brota en las redes sociales. La denuncia muestra desaciertos. Los logros y aciertos no son manjar para la prensa. La prensa indiferente no acoge propuestas ni iniciativas cívicas. En los ingresos a los hospitales de pacientes agónicos sobran cámaras y luces. Cuando pacientes recuperados salen de alta nadie los muestra ni exhibe. La primacía del mal se impone al bien. En extremo se violenta la privacidad proliferando la información no confirmada, la primacía del escándalo, el sensacionalismo gráfico  muestra. Si estuviesen desnudos mucho mejor.

Poco se habla del cumplimiento de reglas y disposiciones sanitarias. Tales mensajes son esperados por los medios como avisos publicitarios pagados. No se consulta fuentes acreditadas y oficiales. La exageración es la levadura para levantar noticias. Los textos noticiosos están plagados de adjetivos calificativos: “enfermedad mortal”, “mal del siglo”, “azote mundial”. Los rumores salpican las redes. El artificio de panaceas milagrosas. Y los opinólogos con faltas de ortografía y sintaxis pontifican libremente. Hace algunas horas tras la muerte de un   conductor de noticiero radial se dijo de todo. Nadie toco la falta de un claro vínculo laboral y la inexistencia de protección social.

Los peruanos y piuranos, son una nación y un pueblo creyentes. Los peruanos se dicen y se sienten cristianos pero su fe  es más sahumerio y hábitos con el color de sus devociones al Señor de los Milagros (Lima),el Cautivo de Ayabaca (Piura) , el Señor de Humantanga (Cajamarca) y Taitacha de los Temblores (Cusco). El festejo es más banda de músicos, procesiones y cohetes celebratorios. La devoción a la Virgen se concentra en tradicionales advocaciones nacionales a Nuestra Señora de las Mercedes (Piura), la Virgen de la Puerta (Otuzco), Nuestra Señora del Chapi en Arequipa y la Candelaria en el Altiplano. Nuestra Señora del Carmen acompaña a los criollos limeños de abajo el puente. La tradición católica se mantiene viva. Devoción y religiosidad popular son la nota distintiva de los creyentes peruanos. Por eso se peregrina, se vela y se venera. Para conjurar las pestes se recurre a los tradicionales ritos andinos de purificación. Los feligreses practicaban ayunos y el uso de detentes de fieltro bordados con imágenes de devociones populares para detener el avance de los males. De ahí el nombre de detente. Un recurso de protección inmemorial. La oración comunitaria es hoy una práctica religiosa transmitida por Facebook. En las redes sociales hay un uso provocador de imágenes religiosas y de descarnadas miserias humanas pidiendo un like (me gusta).

Otra es la irrupción de los grupos evangélicos. En el registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia aparecen 135 asociaciones y 17 organizaciones misioneras. Testigos de Dios, Adventistas, evangélicos presbiterianos, pentecostales, mormones, asociaciones y comunidades confieren un colorido especial al mundo creyente. Perú en el Perú son también visibles los ateos. Los no creyentes. En el último censo del INEI (2017) una población de   1’180.361. El 5.1% de los peruanos declaró no seguir ningún credo. La estadística de no creyentes (ateos) en el Perú supera en 94% a la registrada en el 2007, que fue de 608.434 no creyentes.

En tiempos de pandemia y crisis la fe no mengua, se mantiene viva. Oraciones, conversiones y ruegos alimentan la fe. La asistencia espiritual recorre hospitales y hogares. Aunque por prescripción sanitaria se impone el laconismo de los ritos funerarios. La religiosidad se mantiene intacta.  Aunque resulta inaceptable un adiós sin despedida. Muchos son los muertos. La religión mantiene viva la esperanza en un tiempo mejor y resultan plausibles las iniciativas de la Iglesia por brindar ayuda a los más desatendidos. El dotar de oxígeno a un hospital en emergencia es una buena iniciativa. Igual sucede con la ayuda silenciosa y eficiente conforme al precepto bíblico. Los mensajes religiosos, las oraciones y oficios religiosos transmitidos por Internet son una alternativa para los creyentes. Las otras confesiones religiosas canalizan ayuda para los que más necesitan. Niños y ancianos son la preocupación de todos.




Su Santidad Francisco, recuerda siempre, la urgencia de una acción colectiva y solidaria a todo nivel. A nivel comunitario, nacional y mundial. Se trata de una respuesta unánime frente a un riesgo global por encima de los desentendimientos de las grandes potencias. Es la cooperación voluntaria de millones de personas la que permitirá obtener resultados. La distancia social obligatoria no debe convertirse en una distancia política y económica con los que sufren en condiciones infrahumanas los impactos de esta crisis planetaria. Este es el desafío de los pueblos y la humanidad en pleno. La buena voluntad de los hombres debe sobreponerse al egoísmo y al desinflado pesimismo de los que no encuentran salida para esta dura prueba. Si los poetas tienen el don de la profecía. Vallejo desde su altar en el Coricancha repite a gritos: Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer? /¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,/ hay, hermanos, muchísimo que hacer”.



martes, 12 de mayo de 2020

EL COLOR DE LA AUSENCIA


Por: Miguel Godos Curay

Óscar Gonzáles García,periodista y docente de la
Escuela de Comunicación de la UNP
No puedo dejar de escribir unas líneas para un extraordinario periodista y amigo. Óscar Gonzáles García se ha marchado el domingo. Su último mensaje por Whatsapp  a las 6.56 de este día es un epitafio divertido para el encierro obligatorio. Óscar era dueño de una visión sutil de las cosas y un olfato periodístico formado en el ejercicio de la función pública en la Dirección de Comercio, el Ministerio de Agricultura,  periodísticamente en la redacción de Correo. También fue docente de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Piura a la que concurría, algunas veces, en un viejo escarabajo color verde. Siempre con apuntes y libros en mano dispuesto a acortar las distancias y disfrutar del diálogo ameno con sus alumnos.

Me conmueve verlo chocho en las fotografías con sus nietos. Un abuelo querendón que se daba tiempo para disfrutar del afecto y la ternura recorriendo la Plaza de Armas de Catacaos. Un ejercicio humano del que hoy estamos impedidos pero que pronto   ha de volver  para recordarnos que somos humanos. Este es el ingrediente abundante del buen corazón. Memorioso y oportuno me enviaba frecuentemente recortes de viejos diarios con datos precisos para hilar crónicas y conjurar olvidos. Transcurrimos los momentos de estudio en la Universidad de Piura admirados por las brillantes cátedras del Padre Javier Cheesman, el Padre Juan Roselló, el Padre Esteban Puig y el Padre José Navarro. Las doctoras Luz González Umeres, Carmela Aspíllaga, Marisa Aguirre, Yolanda Ho. El poeta José Ramón de Dolarea y don Vicente Rodríguez Casado. Una genuina edad de oro de la academia. Sobria y brillante. Ahí nos formamos.

Lo recuerdo concurriendo a las aulas muy temprano, tecleando su Remington. Su tesis de Licenciatura  fue primer puesto en el concurso nacional convocado por el Colegio de Periodistas del Perú. Óscar sabía explicar con su experiencia acontecimientos poco conocidos de esas aguerridas batallas de ayer por la libertad de expresión. Fue un socialista utópico ferveroso defensor de los derechos ciudadanos. Nunca se le ocurrió ocultar su credo y sus creencias tan vivas en las expresiones de la religiosidad popular de Catacaos. Gracias a él frecuenté a don Jacobo Cruz Villegas a Edmundo Zapata, al poeta Lelis Revolledo, al pianista Estanislao Quezada y artistas como Teófilo y Oscar Aquino a cuyo taller nos asomamos con Sofocleto, Luis Felipe Angell Lama. Óscar disfrutaba de la anécdota y del fiasco del santito con pita que le regalaron al escritor.

Hay una foto en la que aparece con Carlos Carrasco y Pancho García, es un atado de recuerdos. Carlos se fue mucho antes y tras él Ricardo Castillo. En otra aparecemos con Jaime Gonzáles, su primo, siempre sonriente en los pasillos de la UNP. En otra con Humberto Martínez Morosini junto a Tito Palacios, Marco Agurto y Tula Estrada, el registro corresponde a los cursos para periodistas en la UDEP. Óscar fue regidor en Catacaos y cuando le decía que sería un buen alcalde citaba  a  Evaristo Lozada con su proverbial frase “son cojudeces”. Aún preservo un monedero y un cinturón de cuero Made in Catacaos que me dio por mi 60 cumpleaños. ¿Qué viejos estamos? Le dije y el me respondió. El diablo sabe más por viejo que por diablo. Y nos destornillamos de risa.  En la UNP hizo la maestría en comunicación siempre oportuno en sus opiniones y puntos de vista. Sus compañeros de aula aún lo recuerdan.

Fue un padre amoroso pendiente de su familia, su mayor tesoro. ¿Cómo nos duele su ausencia? Ese anticipo forzoso. Ese dejar el camino de los sueños para la ensoñación eterna. Ese cerrar los ojos como un libro lleno de recuerdos. Ese pasar y repasar la vida para escribir la historia personal sin retruécanos. Ese caminar todos los días por la tierra que sientes propia y que ahora dejas. Los silbidos de los chilalos y los trinos de las luisas te despierten. Exultantes los pendones blancos en los chicheríos en donde se desliza la conversa. Las historias inolvidables a cada paso. Las páginas de los diarios viejos con las que se escribe la historia. La vocinglería de la plaza. Los salud…salud y los piqueos. Las procesiones  y las bandas bulliciosas. Los cohetes y el hollín en la cara por el carnaval tan desbordado y callejero. Catacaos habita en tu memoria es parte de tu último recuerdo. Este escenario del aislamiento forzoso sólo permite el recado al ausente. Y el ausente eres tú entrañable amigo. Hermano de la redacción, colega en el oficio y en el aula. El tiempo se ha detenido en esa caricia tan dulce y tan plenamente humana junto a tus nietos. Adiós amigo. Que nuestros ruegos te acompañen ahora que la brisa de la noche acaricia los recuerdos.
Piura,12 de Mayo del 2020

domingo, 3 de mayo de 2020

TIEMPO PARA CREER Y CREAR


Por: Miguel Godos Curay

Dice en su XXI terceto de Proverbios y Cantares el poeta  Antonio Machado...Pero yo he visto beber/ hasta en los charcos/ del suelo./ Caprichos tiene la sed.” Esa misma sensación humana desoladora sentimos al paso de las ambulancias con ulular indetenible. Ese dolor de muerte cuando nos toca los ojos para arrancarnos la vida. Y no hay límites para la cuenta inacabable de ausentes. Vivimos en carne propia la paradoja del mundo al revés. Descubriendo lo que habíamos por largo tiempo ignorado. Sin entender la permanencia y la fugacidad de las cosas.

Manuscrito del poeta Antonio Machado (1875-1939)
Un mundo transformado sin la intimidad del gesto humano. Un mirarnos sin mirarnos en la pantalla del ordenador como en una ventana por donde asoman ahora los afectos y los desafectos. Lo odios vomitados, el encono gratuito y el concupiscente guiño a la pantalla alimentando ilusiones pasajeras. Tratando de aprender la inauguración de un mundo inédito. De hoy en adelante los clic… clic… clic… del teclado lo dicen todo en la logósfera planetaria. La sensación de la proximidad humana no se pierde pero ya no se siente cálida, cordial como un beso en la frente. Como una sonrisa que lo dice todo. Como el sabor indescriptible de la guayaba y la ciruela apetecida.

El tiempo transcurre fugaz pero ya no corre como el agua entre los dedos sino como el parpadeo de la clepsidra electrónica y no se detiene. Ya no nos comunicamos, nos conectamos. Nos miramos y miramos a nuestros interlocutores con el pasmo de los santos de repisa. Ya no sentimos los sabores la gula digital es como la concupiscencia oculorum que acusaba Saulo de Tarso. Come con los ojos y devora con las pestañas. Y los afectos son hoy telegramas interminables para la fornicación mental que inventa nuevos pecados y sensaciones en la nueva era digital.

Los juegos de ayer ya no existen. Los nuevos son apasionantes seducciones de las pantallas en donde aprendes a matar y a convertirte en una fiera experta en mover sincopadamente los pulgares pero no sabes escribir con lápiz o pluma tarea convertida en ritual de la arqueología. Hoy lo que se compra se mira y no se toca cuando lo tocas es muy tarde para el reclamo y aprendes a desconfiar de todo lo que venden las redes. Se vende de todo, ropa a precio huevo de la pasada estación, trajes nuevos para lucir en casa. Zapatos para grandes y chicos. Cosméticos con los atributos de los menjurjes de bruja, remedios curalotodo, cursos de idiomas para aprender a comunicarse en el mundo global. Imágenes descarnadas  que invocan un like para continuar su engañifa.

La asombrosa cosmética digital surte efecto y convierte en musa a una moza carente de encanto y de belleza con glúteos de cebolla china. Lo que la cirugía estética no da Photoshop brinda.  La realidad no iguala a la foto retocada, a la imagen que seduce y atrae por sus añadidos panqueques virtuales. Una abuela con arrugas de reseco maracuyá rejuvenece y una adolescente audaz se aumenta los años para presumir. Un imbécil con gafas aparenta ser inteligente.  Y un inteligente corre el riesgo de convertirse en un robot extasiado por los juegos. Los ajedrecistas desafían a la máquina con la pretensión humana de ganarle una partida. La tentación de la aparición en Facebook no se detiene. Sino apareces en las redes sociales no existes.

Ya no se leen las páginas de papel de los libros los textos aparecen en la pantalla en la versión virtual. Los habituados a la letra impresa y a sentir un libro entre manos corremos serio peligro. Somos una especie en vías de extinción e integramos tribus silenciosas que busca en el inmenso océano de la nada y en las junglas de los mercados: libros. Libros para llenar vacíos y verter conocimiento en las mentes. Libros que nos abran los ojos a la belleza. Libros que nos enseñen y nos hagan mejores en todo. Libros que son grata compañía para el que está solo y emprende la tarea, como Proust, de ir en busca del tiempo perdido.

La soledad con libros es transitoria y pasajera. El libro despierta pasiones tiene su propio aroma de papel y tinta. El libro viejo posee ese atributo divino de ser como el “bonus odor Christi” el buen olor de Cristo que nos sacude, con convicción y certeza profunda, para abrir el entendimiento e iluminar la inteligencia. Leer es una invitación gentil a pensar y experimentar la lectura como un acto propiamente humano. Emprender una aventura que motiva el escribir, recordar, comentar y extraviarse en una búsqueda insaciable de un libro a otro, párrafo por párrafo, abrir la puerta a un sueño. Algo así como  vaciar el reservorio de las emociones y vivencias propias de la cultura escrita. Leer nutre el alma, despierta la sabiduría y la prolonga en el espacio y el tiempo con  un afán de perennidad más allá de la muerte.

Mientras un peruano o peruana lea mi país tiene porvenir. Mientras un joven estudie permanecerá esa práctica generosa de leer escribiendo y escribir leyendo. El estudio requiere pasión. Leer, advierte Jorge Larrosa, es una experiencia infinita, inapropiable e interminable. Finalmente escribes lo que lees y lees lo que escribes. Es una experiencia arrobadora, un ensimismamiento íntimo, callado y gozoso. Es ahí en donde surge la provocación de la letra y muerde las fibras interiores, lees y escribes, escribes y lees.

Aprendes a utilizar las palabras, las escribes, las saboreas, las sientes, disfrutas de la sonoridad y de su potencia como tañido de campana. Abres los diccionarios como un oráculo revelador de significaciones ontológicas íntimas en el silencio de las calles desiertas. Las palabras ondulan el silencio como la piedra que cae sobre el espejo de agua del estanque. El silencio de las palabras es el silencio de Dios. Las palabras respiran, tienen vida propia, Martos dixit, nos hablan con naturalidad elemental, también las hay osadas y audaces, sacuden e interrogan, Las  de invicta nobleza son sensiblemente humanas  y elevadas. Las de amor son  ternura de  flor que abre sus pistilos. Su código genético busca la perpetuación de la vida y dan frutos.

Hay palabras que bullen en la punta de la lengua ordenan o reclaman, exigen y buscan respuestas. Asombran o silencian. Las hay impronunciables son el veneno que mana de la boca de Judas. La mentira perversa, la farsa, el engaño, la traición. El sebo de culebra, la hiel amarga,  la ponzoña del escorpión, los colmillos de la víbora, la sarna intelectual de la envidia, la soberbia químicamente pura, la enana mediocridad.  Hay  palabras para entretener y repiten los circunloquios de los trompos. Hay palabras que brotan de las profundidades del alma. Son generosas y agradecidas. Y las hay intensas y emotivas pues despiertan amor. Hay palabras sublimes con la potencia de un recado entregado a las oídos de Dios. Saben a ruego y a perdón. Tienen la estatura de la Vía Láctea y la humildad de un sorbo de agua para aplacar la sed.