Por: Miguel Godos Curay
Óscar Gonzáles García,periodista y docente de la Escuela de Comunicación de la UNP |
No puedo dejar de escribir unas líneas
para un extraordinario periodista y amigo. Óscar Gonzáles García se ha marchado
el domingo. Su último mensaje por Whatsapp
a las 6.56 de este día es un epitafio divertido para el encierro
obligatorio. Óscar era dueño de una visión sutil de las cosas y un olfato
periodístico formado en el ejercicio de la función pública en la Dirección de
Comercio, el Ministerio de Agricultura,
periodísticamente en la redacción de Correo. También fue docente de la
Escuela de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Piura a la que
concurría, algunas veces, en un viejo escarabajo color verde. Siempre con
apuntes y libros en mano dispuesto a acortar las distancias y disfrutar del
diálogo ameno con sus alumnos.
Me conmueve verlo chocho en las
fotografías con sus nietos. Un abuelo querendón que se daba tiempo para
disfrutar del afecto y la ternura recorriendo la Plaza de Armas de Catacaos. Un
ejercicio humano del que hoy estamos impedidos pero que pronto ha de
volver para recordarnos que somos
humanos. Este es el ingrediente abundante del buen corazón. Memorioso y
oportuno me enviaba frecuentemente recortes de viejos diarios con datos
precisos para hilar crónicas y conjurar olvidos. Transcurrimos los momentos de
estudio en la Universidad de Piura admirados por las brillantes cátedras del
Padre Javier Cheesman, el Padre Juan Roselló, el Padre Esteban Puig y el Padre
José Navarro. Las doctoras Luz González Umeres, Carmela Aspíllaga, Marisa
Aguirre, Yolanda Ho. El poeta José Ramón de Dolarea y don Vicente Rodríguez
Casado. Una genuina edad de oro de la academia. Sobria y brillante. Ahí nos
formamos.
Lo recuerdo concurriendo a las aulas
muy temprano, tecleando su Remington. Su tesis de Licenciatura fue primer puesto en el concurso nacional
convocado por el Colegio de Periodistas del Perú. Óscar sabía explicar con su
experiencia acontecimientos poco conocidos de esas aguerridas batallas de ayer
por la libertad de expresión. Fue un socialista utópico ferveroso defensor de
los derechos ciudadanos. Nunca se le ocurrió ocultar su credo y sus creencias
tan vivas en las expresiones de la religiosidad popular de Catacaos. Gracias a
él frecuenté a don Jacobo Cruz Villegas a Edmundo Zapata, al poeta Lelis
Revolledo, al pianista Estanislao Quezada y artistas como Teófilo y Oscar
Aquino a cuyo taller nos asomamos con Sofocleto, Luis Felipe Angell Lama. Óscar
disfrutaba de la anécdota y del fiasco del santito con pita que le regalaron al
escritor.
Hay una foto en la que aparece con
Carlos Carrasco y Pancho García, es un atado de recuerdos. Carlos se fue mucho
antes y tras él Ricardo Castillo. En otra aparecemos con Jaime Gonzáles, su
primo, siempre sonriente en los pasillos de la UNP. En otra con Humberto
Martínez Morosini junto a Tito Palacios, Marco Agurto y Tula Estrada, el
registro corresponde a los cursos para periodistas en la UDEP. Óscar fue regidor
en Catacaos y cuando le decía que sería un buen alcalde citaba a Evaristo Lozada con su proverbial frase “son
cojudeces”. Aún preservo un monedero y un cinturón de cuero Made in Catacaos
que me dio por mi 60 cumpleaños. ¿Qué viejos estamos? Le dije y el me
respondió. El diablo sabe más por viejo que por diablo. Y nos destornillamos de
risa. En la UNP hizo la maestría en
comunicación siempre oportuno en sus opiniones y puntos de vista. Sus
compañeros de aula aún lo recuerdan.
Fue un padre amoroso pendiente de su
familia, su mayor tesoro. ¿Cómo nos duele su ausencia? Ese anticipo forzoso.
Ese dejar el camino de los sueños para la ensoñación eterna. Ese cerrar los
ojos como un libro lleno de recuerdos. Ese pasar y repasar la vida para
escribir la historia personal sin retruécanos. Ese caminar todos los días por
la tierra que sientes propia y que ahora dejas. Los silbidos de los chilalos y
los trinos de las luisas te despierten. Exultantes los pendones blancos en los
chicheríos en donde se desliza la conversa. Las historias inolvidables a cada
paso. Las páginas de los diarios viejos con las que se escribe la historia. La
vocinglería de la plaza. Los salud…salud y los piqueos. Las procesiones y las bandas bulliciosas. Los cohetes y el
hollín en la cara por el carnaval tan desbordado y callejero. Catacaos habita
en tu memoria es parte de tu último recuerdo. Este escenario del aislamiento
forzoso sólo permite el recado al ausente. Y el ausente eres tú entrañable
amigo. Hermano de la redacción, colega en el oficio y en el aula. El tiempo se
ha detenido en esa caricia tan dulce y tan plenamente humana junto a tus
nietos. Adiós amigo. Que nuestros ruegos te acompañen ahora que la brisa de la
noche acaricia los recuerdos.
Piura,12 de Mayo del 2020
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