martes, 15 de febrero de 2022

LA FACULTAD QUE QUEREMOS

Por: Miguel Godos Curay

La Escuela de Comunicación Social de la UNP tiene 22 años de vida. Edad lozana y vital. Los alumnos recuerdan con gratitud a los profesores ausentes Teddy Montufar Abad, Oscar Gonzáles García y Javier Gonzáles Morán. Al doctor Gonzáles nos lo arrebató el Covid pero ahí estamos en pie. Firmes y en pleno crecimiento. Capeando el temporal y con el anhelo del retorno a las clases presenciales ingrediente irremplazable del trabajo docente. La virtualidad tiene sus bemoles. La sincronía y la asincronía tienen sus límites naturales cuando la tecnología utilizada es limitada y precaria. Una cosa es participar en clase con una laptop. Otra con las conexiones y desconexiones del celular. Un estar y no estar. Ausencia y presencia, engañosa asistencia.  

Hace algunas horas se dio cuenta de los ascensos de las profesoras doctora Alina Antón Chávez a profesora principal y la magister Mariela Barrientos Benites a profesora asociada.  Se ha nombrado profesores auxiliares al doctor Noé Rojas Cardoza y a los magísteres José Neira Moncada y Alexis Aldana Tume quienes venían laborando como contratados por el Ministerio de Educación. Sin duda un legítimo acto de justicia.  Es acto un de justicia proporcional, en el sentido clásico dar a cada uno lo que le corresponde por sus méritos y merecimientos. La justicia distributiva nos iguala a todos. Tanto así que el imbécil y el inteligente son iguales. Interpretación que por extensión es el ingrediente pervertido con el que se deforma el profundo significado de la democracia. Hoy la Escuela de Comunicación incorpora a sus docentes con plenitud de derechos.

La Escuela de Comunicación fortalece sus cimientos para convertirse pronto en Facultad tal como en su momento sucedió con la Derecho y Ciencias Políticas en un primer momento adscrita a la Facultad de Ciencias Sociales y Educación. Profesores y alumnos en una sana y saludable convivencia dan vida a la universidad. La Escuela de Comunicación Social de la UNP dispone de un pabellón con quince aulas y laboratorios que se mejoran progresivamente. Atiende a una población estudiantil en pleno crecimiento. Sus alumnos provienen de todas las provincias. La UNP expande posibilidades formativas.

Hoy periodistas y comunicadores sr ubican en la cresta de la ola del cambio y la transformación tecnológica. Otro tiempo fue el ayer nutrido del ruido inquietante por el tecleo de las Remington, el aroma del papel y la tinta en las redacciones. Aunque no nos fueron ajenas las primicias de la radio y la televisión. En la radio se escuchaba la voz en los audífonos como un eco remoto y en la seductora televisión a color la casetera pesaba 14 kilos y la cámara otros cuatro. Con las justas se  grababan cinco minutos. La disciplina cotidiana: Entrevistas breves y en  los bolsillos una hoja de papel bond para el balance de color de la cámara.La tecnología revolucionó y cambió todo. Las redacciones se tornaron silenciosas. Hoy las 36 tomas en el rollo de la película de la Pentax K 1000 fueron desplazadas por las diminutas memorias digitales de la fotografía virtual. Los celulares caros de última generación no pesan ni incomodan en los bolsillos y registran cientos y miles de imágenes  en condiciones adversas. Estamos en las postrimerías de la aldea global de Mc Luhan y los periodistas  tienen más de tecnólogos que de humanistas avezados  pendientes de la lectura, el café y el debate público. Todo se ha vuelto transitorio y efímero. Mucha información y poca lectura. Un bombardeo israelí en la franja de Gaza podemos mirarlo en el celular como si fuera un partido de fútbol. Hoy mismo la amenaza a Ucrania es una preocupación planetaria en internet.

Si deseamos escuchar al Papa Francisco podemos conectarnos al filo de la madrugada y trasladarnos al Vaticano en la Plaza de San Pedro. Si queremos desencantarnos de esta profesión tan llena de adrenalina y emoción podemos mirar con detenimiento la masacre registrada por las cámaras  de los humoristas y periodistas del satírico Charlie Hebdo ultimados por fanáticos musulmanes. Nada de lo humano no es ajeno y puede sorprendernos el infortunio del cautiverio de Run-run. Un zorro silvestre criado como perro pero con más popularidad que el presidente Castillo.

Lo que no ha cambiado, y se mantiene indeleble, es la ética en el ejercicio profesional. Esa adhesión incondicional al bien y a la verdad. La tolerancia, el respeto, la irrestricta defensa de la libre expresión son sustanciales a nuestra tarea cotidiana. La lectura, el asomo al mundo en crisis, la crítica a las malas prácticas en la política son parte de nuestra tarea cotidiana aunque nos confrontemos con los políticos y su poder transitorio. El regusto por el arte y la belleza. Un buen café, un texto bien escrito son ingrediente y parte de nuestra vida.

La banalidad y una existencia plana, sin mayores experiencias, es una insoportable dieta de hospital. El otro lado de la existencia es la vida misma. Un aprendizaje forzoso que nos coloca cara a cara con el ser y el no ser de las cosas. Lo que decimos en las aulas se lo lleva el viento es parte del olvido. Lo que queda es una firme actitud ante la vida. Nuestra existencia es un inventario de libros leídos y otros por leer. Una pasión inagotable por la letra escrita. Un modo de vivir la vida con una intensidad inigualable sin aburrimiento y tedio. Un descubrir como decía Mariátegui que estamos sumergidos en un océano de acontecimientos aunque este tenga treinta centímetros de profundidad. No es poca cosa. Somos la vida misma.