domingo, 13 de octubre de 2019

TEDDY MONTUFAR MAESTRO Y AMIGO

Por; Miguel Godos Curay
Teddy Montufar Abad, periodista y docente universitario

Teddy Montufar Abad se fue  hoy 2 de octubre a las 3.40 de la tarde en plena primavera. Junto a Álvaro, su hijo, estuve ahí. Para los amigos siempre la alegría nunca la tristeza y el dolor. Lo conocí hace muchos años camino a la escuela en Paita. Él iba al Colegio San Francisco de Paita yo acababa la primaria. Más tarde por iniciativa del cura don Miguel Armestar se creó el club deportivo JUPSA (Juventud Unida para una Sana Alegría). Ahí practicaba el baloncesto y el fútbol. Por aquellos años usábamos el uniforme beige y disfrutábamos de las inacabables historietas de Novaro que con fruición coleccionaba Dioscórides Mariño. Nos apasionaba la lectura amena con un buen vaso de raspadilla con jarabe de tamarindo. Envidiable y placentero deleite.

La vida porteña transcurría entre la escuela, la casa, el deporte a cielo abierto en la playa El Toril y las pasiones personales. Unos juntaban coloridos cromos y sellos de correos, otros alimentaban con lechuga sus verdes pacazos, otros las contiendas con trompos de zapote, otros el fútbol y el ajedrez como los chinos Fong disciplinados por don Joaquín, su padre, con paciencia oriental. Los fines de semana y después de misa compartir el cebiche con pescado fresco en el muelle fiscal. Crecimos entre la brisa fresca del mar e innumerables personajes cotidianos. El mecánico Félix Rodríguez que daba cuerda al reloj de la torre de la Iglesia San Francisco. Juan Emilio Ginocchio con sus coloridas camisas caribeñas y su afición a la música. El panadero Cruz con sus deliciosas cachangas y milanes, Currundo con sus helados de vainilla.

Encontré a Teddy más tarde en la Universidad de Piura como debutante profesor del Programa Académico de Ciencias de la Información siempre amable, ameno y divertido. Tuvo con nosotros algunas clases de Redacción I y II. Su tesis de Licenciatura fue un estudio sobre el Estilo Didascálico en la Prensa Peruana, un análisis estilístico profundo sobre los editoriales de la sumisa prensa de la dictadura de Velasco. Con Teddy intimaban Ronnie Moscol y Segundo Infante, con ellos la conversación era el acontecer periodístico.

Gracias a su confianza corregía los trabajos de redacción periodística encargados por el profesor Montufar, posteriormente fui jefe de prácticas de los profesores de Literatura Adolfo Venegas y de Historia del Perú Antiguo del padre Esteban Puig. Casi al culminar su carrera participó del PGLA (Programa de Graduados Latinoamericanos) de la Universidad de Navarra (España). Estuvo después por la UNIFE y la Universidad Nacional de Tumbes.

Mientras tanto y después de cinco años en la sierra de Morropón llegué a la redacción y posteriormente a la Dirección de Correo de Piura. Fue en esa propicia ocasión que le propuse se incorporara a Correo. Sus valiosos conocimientos fueron el ingrediente necesario para elevar la calidad de la redacción. Junto a él crecieron Marco Agurto, Mariela Barrientos, Alberto Coronado, Luz María Ruiz, Herbert Mendoza, Carlos Prieto, Pedro Durand entre otros de la red de corresponsales. Se formó un eficiente equipo humano valioso hinca codos. Una interesante experiencia.

De Correo, pasé a Cutivalú con un estilo novedoso de informar con sabrosos matices de abundante lectura, plena identidad con las demandas de la región, capacitaciones sobre género a cargo de Susana Villarán, diálogos con cooperantes, abundantes picaduras de zancudos en Villa Nazaret en Chulucanas. El alma de la fiesta un asombroso y cristiano espíritu de cuerpo. La batuta jesuita y algunos intérpretes evangélicos en el equipo de la radio. Teddy en Correo fue Jefe de Redacción y asumió la dirección cuando me fui.

De Cutivalú me enrumbé a la Universidad Nacional de Piura a la naciente Escuela de Comunicación Social al frente de la cual estuve diez años viéndola crecer a ritmo vertiginoso y completar su cuadro de profesores. Periodistas con trajín y experiencia fueron reclutados para la enseñanza entre ellos siempre brillantes Teddy Montufar, Noé Rojas, Alina Antón, Dina Saavedra, Javier Gonzáles, Mariela Barrientos y Marco Rumiche. La escuela creció en alumnos y profesores y el sueño se hizo realidad. Teddy y Mariela fueron los ladrillos de los cursos de Redacción, pura exigencia y trabajo serio. Hoy las ayer maquinitas portátiles de escribir son silenciosas laptops. Tras estos diez años sin tregua y con quince aulas aseguradas y hoy modernizadas en el pabellón de estudios generales dejé la Dirección. Me tocó pelear en su momento con la ANR la Licenciatura en Comunicación Social pues según me advirtieron la licencia consignaría “licenciatura en educación con mención en comunicación”. Un verdadero disparate académico.

En el menudo trabajo en las aulas estuvo Teddy, compañero de aventuras y de sueños. Por sus merecimientos personales fue también elegido Decano del Colegio de Periodistas. Paiteño de lealtad insobornable. Un amigo y generoso consejero. Afectuoso padre y leal esposo. Ana María, Rafael, Álvaro y Paolo su continuidad genética pueden dar fe de ello. Lo siento purificado de cuerpo y alma en su lecho póstumo. En la intimidad de los recuerdos inolvidables partió por el camino que Dios le señaló. Lo sigo escuchando en sus sinceras advertencias y consejos. Lo evocaré siempre al frente de la redacción imperturbable y acucioso. Mi voz resonaba como en las viejas redacciones, él fue un hombre apacible y bueno. Alguna vez a la hora del cierre. Voz en cuello decía a los redactores “parece que ustedes trabajaran para la competencia. Nosotros somos Correo”. Y no le faltaba razón. El maestro y amigo inolvidable se quedó dormido tras la intensa jornada en la que como sucede a los periodistas son irrepetible noticia.

UN MILAGRO EN OCTUBRE


Por: Miguel Godos Curay

Venerada imagen del Señor Cautivo de Ayabaca
Es un fervor multitudinario más allá de las fronteras. Una demostración en carne viva de la fe de los creyentes. Desde los últimos días de septiembre y todo octubre el norte se llena de peregrinos que recorren pueblos y plazas en su ruta al encuentro del Señor. Son hombres, mujeres y niños que caminan hasta el santuario del Cautivo en Ayabaca. Sed, hambre y fatiga siempre les acompañan pero no se arredran. Su corazón y la mirada están puestos en el Cautivo al que imploran y agradecen el restablecimiento de la salud, un repentino cambio de vida o el trabajo que hace mucho tiempo buscaban. Hoy abundan miles de jóvenes conversos en los pasillos del mercado, en las calles y en los rincones desatendidos por el gobierno todos caminan hacia Ayabaca sin importar las distancias.

Otros conocieron al Cautivo en la ingrata experiencia de años de prisión. Pero están ahí agradecidos dispuestos a cumplir la eterna promesa. Es el atletismo de la fe creyente. El camino carretero de Piura hasta Ayabaca es de 216 kilómetros. La jornada por trochas olvidadas, llanuras y cerros es de tres a cuatro días hasta las puertas del santuario a 2, 715 metros sobre el nivel del mar. Hoy es un mar interminable de fieles que esperan en la misa de fiesta la bendición. Mientras tanto reposan aliviando sus fatigas a cielo abierto en Ayabaca.

Los peregrinos ingresan a rastras, rodillas en carne viva,  otros portan pesadas cruces con sorprendente fortaleza. Entonan cantos de alabanza con originales letras algunas escritas por el ciego Pablito Maldonado otros son arreglos de conocidas cumbias y pasillos ecuatorianos.  “Aquí estamos a tus pies Cautivo / tal como te lo había prometido. A tus pies  me postro agradecido / no me desampares en la vida mi Cautivo” dice una letra balbuceada entre sudor y lágrimas. Un enjambre  de viejos y andariegos peregrinos unta de chuchuasa en los músculos adoloridos y acalambrados por el trajín. Este año un joven peregrino murió en pleno trecho extenuado por sobre esfuerzo a su corazón.

Lloran otros ante la mirada del Cristo de los pobres. Son miles los peregrinos que se posesionan de la plaza de Ayabaca  en vísperas de la misa de fiesta. Con las primeras luces del día hierve el café de olleta retinto para iniciar la jornada. Es tradición de los andantes compartir lo poco que se tiene y juntarse para el retorno tras cumplir con la promesa de caminar hacia Ayabaca por cinco a diez años. Hay quienes se comprometen por toda la vida y no faltan quienes ofrecen sus hijos al Señor.

El señor Cautivo es un Cristo lacerado de rostro campesino tostado por el sol las velas y el sahumerio. Su cabellera es una ofrenda de las hijas de Ayabaca o de lugares recónditos que desde niñas las preservan para a los 15 a los 18 entregarlas y convertirlas en personal atuendo del Señor.  La devoción al Cristo adolorido tras las torturas en el pretorio es una añeja tradición en México, Perú y Guatemala. Cristo tiene en sus sienes ensangrentadas sobre las que reposa una corona de espinas que duele en el alma.  En sus manos entrecruzadas se aprecian las venas tumefactas que revelan el dolor de la carne herida. Profunda y penetrante la mirada. Los labios medio abiertos imploran compasión. Viste de morado intenso como el de la chicha. Todos le piden, a sus pies lloran clamando perdón. Los testimonios de milagros concedidos son numerosos. No hay nada imposible para el Señor. Muchos oran por la paz en el Ecuador. Y otros para que no nos engañen los políticos y los candidatos incumpliendo sus promesas.

Ayabaca, con sus callejones cuesta arriba es un mar de fe. Camiones y buses llegan de todos los rincones. Posadas y hoteles abren sus puertas. La comida vuela. Hasta el momento de la procesión. Cohetes y bandas de músicos anuncian la salida del Señor. Los colonos de San Lorenzo y del valle del Quiroz están contentos porque días antes  se sintieron los cordonazos del Cautivo. Lluvias estacionales anticipo de un estío con agua para riego.

Un pueblo de cuatro mil habitantes soporta estos días una población inesperada de 10 mil o más visitantes. La feria anual facilita el comercio de reliquias e imágenes del Cautivo pero también de las panelas, alfeñiques y bocadillos de Socchabamba  elaborados artesanalmente desde tiempos inmemoriales. Algunos peregrinos sin dinero llevan como reliquia piedras y estampitas del Cautivito que preservan en sus hogares. La noche fresca obliga al abrigo. Unos se cubren con sus ponchos otros con cobijas pues duermen cara al aire fresco de las alturas. Bien valieron los trajines para este encuentro con el Señor.

Hace frío pero el corazón arde de fervor. Es la fe de un pueblo que camina y cree en la salvación. Poco le importa la decepción política y la injusticia. Por encima de todo los regocija la esperanza de Dios. La amistad de Cristo con los pobres se renueva todos los días.  No faltan quienes con racionalidad cartesiana confunden fanatismo con fervor. No es así. Sin esa prodigiosa energía que surge de la fe no son posibles el progreso humano, la busca del bien común en la salud y en la educación. Enmudecen los dialécticos ateos y quienes señalan que la religión ya no es el opio, que adormece, sino la cocaína del pueblo. Sucede que de las expresiones visibles de la religiosidad popular surgen las expresiones invisibles de la conversión personal y revalorización de la persona humana.

Si a pura fe cristiana es posible la conversión  de un drogadicto o que un malandrín renuncie a la facilidad de una mala vida en el delito,  una prostituta cambie su vida. La conversión personal es un asunto serio. Un verdadero antídoto ante la actitud inhumana negadora del ser humano como imagen de Dios. Lo ha advertido el papa Francisco: “Dios es amor y libertad”.  “El deseo que siento es de compartir con vosotros una esperanza, y es esta: que el sentido de responsabilidad poco a poco triunfe sobre la corrupción, en todas partes del mundo.” He ahí la esencia del milagro.