Teddy Montufar Abad, periodista y docente universitario |
Teddy Montufar Abad se fue hoy 2 de octubre a las 3.40 de la
tarde en plena primavera. Junto a Álvaro, su hijo, estuve ahí. Para los amigos
siempre la alegría nunca la tristeza y el dolor. Lo conocí hace muchos años
camino a la escuela en Paita. Él iba al Colegio San Francisco de Paita yo
acababa la primaria. Más tarde por iniciativa del cura don Miguel Armestar se
creó el club deportivo JUPSA (Juventud Unida para una Sana Alegría). Ahí
practicaba el baloncesto y el fútbol. Por aquellos años usábamos el uniforme
beige y disfrutábamos de las inacabables historietas de Novaro que con fruición
coleccionaba Dioscórides Mariño. Nos apasionaba la lectura amena con un buen
vaso de raspadilla con jarabe de tamarindo. Envidiable y placentero deleite.
La vida porteña transcurría entre la escuela, la casa, el
deporte a cielo abierto en la playa El Toril y las pasiones personales. Unos
juntaban coloridos cromos y sellos de correos, otros alimentaban con lechuga
sus verdes pacazos, otros las contiendas con trompos de zapote, otros el fútbol
y el ajedrez como los chinos Fong disciplinados por don Joaquín, su padre, con
paciencia oriental. Los fines de semana y después de misa compartir el cebiche
con pescado fresco en el muelle fiscal. Crecimos entre la brisa fresca del mar e
innumerables personajes cotidianos. El mecánico Félix Rodríguez que daba cuerda
al reloj de la torre de la Iglesia San Francisco. Juan Emilio Ginocchio con sus
coloridas camisas caribeñas y su afición a la música. El panadero Cruz con sus
deliciosas cachangas y milanes, Currundo con sus helados de vainilla.
Encontré a Teddy más tarde en la Universidad de Piura como
debutante profesor del Programa Académico de Ciencias de la Información siempre
amable, ameno y divertido. Tuvo con nosotros algunas clases de Redacción I y
II. Su tesis de Licenciatura fue un estudio sobre el Estilo Didascálico en la
Prensa Peruana, un análisis estilístico profundo sobre los editoriales de la
sumisa prensa de la dictadura de Velasco. Con Teddy intimaban Ronnie Moscol y
Segundo Infante, con ellos la conversación era el acontecer periodístico.
Gracias a su confianza corregía los trabajos de redacción
periodística encargados por el profesor Montufar, posteriormente fui jefe de
prácticas de los profesores de Literatura Adolfo Venegas y de Historia del Perú
Antiguo del padre Esteban Puig. Casi al culminar su carrera participó del PGLA
(Programa de Graduados Latinoamericanos) de la Universidad de Navarra (España).
Estuvo después por la UNIFE y la Universidad Nacional de Tumbes.
Mientras tanto y después de cinco años en la sierra de Morropón
llegué a la redacción y posteriormente a la Dirección de Correo de Piura. Fue
en esa propicia ocasión que le propuse se incorporara a Correo. Sus valiosos
conocimientos fueron el ingrediente necesario para elevar la calidad de la
redacción. Junto a él crecieron Marco Agurto, Mariela Barrientos, Alberto
Coronado, Luz María Ruiz, Herbert Mendoza, Carlos Prieto, Pedro Durand entre
otros de la red de corresponsales. Se formó un eficiente equipo humano valioso
hinca codos. Una interesante experiencia.
De Correo, pasé a Cutivalú con un estilo novedoso de informar
con sabrosos matices de abundante lectura, plena identidad con las demandas de
la región, capacitaciones sobre género a cargo de Susana Villarán, diálogos con
cooperantes, abundantes picaduras de zancudos en Villa Nazaret en Chulucanas.
El alma de la fiesta un asombroso y cristiano espíritu de cuerpo. La batuta
jesuita y algunos intérpretes evangélicos en el equipo de la radio. Teddy en
Correo fue Jefe de Redacción y asumió la dirección cuando me fui.
De Cutivalú me enrumbé a la Universidad Nacional de Piura a la
naciente Escuela de Comunicación Social al frente de la cual estuve diez años
viéndola crecer a ritmo vertiginoso y completar su cuadro de profesores.
Periodistas con trajín y experiencia fueron reclutados para la enseñanza entre
ellos siempre brillantes Teddy Montufar, Noé Rojas, Alina Antón, Dina Saavedra,
Javier Gonzáles, Mariela Barrientos y Marco Rumiche. La escuela creció en
alumnos y profesores y el sueño se hizo realidad. Teddy y Mariela fueron los
ladrillos de los cursos de Redacción, pura exigencia y trabajo serio. Hoy las
ayer maquinitas portátiles de escribir son silenciosas laptops. Tras estos diez
años sin tregua y con quince aulas aseguradas y hoy modernizadas en el pabellón
de estudios generales dejé la Dirección. Me tocó pelear en su momento con la
ANR la Licenciatura en Comunicación Social pues según me advirtieron la
licencia consignaría “licenciatura en educación con mención en comunicación”.
Un verdadero disparate académico.
En el menudo trabajo en
las aulas estuvo Teddy, compañero de aventuras y de sueños. Por sus
merecimientos personales fue también elegido Decano del Colegio de Periodistas.
Paiteño de lealtad insobornable. Un amigo y generoso consejero. Afectuoso padre
y leal esposo. Ana María, Rafael, Álvaro y Paolo su continuidad genética pueden
dar fe de ello. Lo siento purificado de cuerpo y alma en su lecho póstumo. En
la intimidad de los recuerdos inolvidables partió por el camino que Dios le
señaló. Lo sigo escuchando en sus sinceras advertencias y consejos. Lo evocaré
siempre al frente de la redacción imperturbable y acucioso. Mi voz resonaba
como en las viejas redacciones, él fue un hombre apacible y bueno. Alguna vez a
la hora del cierre. Voz en cuello decía a los redactores “parece que ustedes
trabajaran para la competencia. Nosotros somos Correo”. Y no le faltaba razón.
El maestro y amigo inolvidable se quedó dormido tras la intensa jornada en la
que como sucede a los periodistas son irrepetible noticia.
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