Sugestiva composición gráfica de El Mundo |
Por:
Miguel Godos Curay
Los
próximos cinco años de la Universidad Nacional de Piura son cruciales para
preservar el licenciamiento obtenido con mucho esfuerzo pero con visibles ausencias. Escasa investigación, urgente
mejora del sistema de gestión de la biblioteca, falta de publicaciones en
revistas indexadas e inexistencia de producción editorial. Las
universidades publican el producto de
sus investigaciones en ciencias aplicadas y la creación intelectual de sus
humanistas reputados. En la producción intelectual edita, se reconocen los derechos morales del autor y los derechos
patrimoniales que prestigian al centro de formación auspiciador.
Como
señala la Resolución del Consejo Directivo N°058-2019-SUNEDU/CD que otorga
el licenciamiento “la presente resolución no exime a la UNP de cumplir con las Condiciones Básicas de
Calidad exigidos por SUNEDU”. La licencia se extingue en un plazo de seis años
en los que debe cumplirse estrictamente con las exigencias de calidad. En
efecto, si la academia no mejora su desempeño en estas demandas críticas la
licencia se pierde irremediablemente. Por eso asiste una enorme responsabilidad
a los docentes y estudiantes al momento de la elección rectoral.
Necesita
la UNP simplificar la frondosa burocracia y brindar oportunos y eficientes
servicios académicos. La vigilancia responsable del cumplimiento docente y los
servicios académicos a los estudiantes es una necesidad. Pese a las dificultades
presupuestales la UNP dispone de
modernas edificaciones que tiene que mantener
con una seria política de mantenimiento preventivo. Los servicios higiénicos, por ejemplo, son
una premisa elemental de lo bien o de lo mal que se conduce una administración.
El aseo dice mucho de una institución, el desaseo convive con el mal manejo de
las cosas. Decía el arquitecto Eduardo Orrego
refiriéndose a la administración pública –ahí donde no funcionan los
servicios elementales la administración está peor-. El aseo del campus es
obligación ineludible.
El
bienestar universitario no es una oferta para el contentamiento estudiantil.
Sino el uso racional de los recursos sin menoscabo de los servicios académicos
prioritarios. La autoridad y el orden van a la par con la saludable
erradicación de malas prácticas que desprestigian a la universidad. La Defensoría
Universitaria no es un apéndice del organigrama sino un canal de confianza para
las denuncias y legítimas demandas estudiantiles. El propósito fundamental de
cualquier universidad es formar personas con el despliegue de sus capacidades
intelectuales y humanas. Personas responsables
y sensibles a las necesidades de sus familias y de la propia sociedad.
En
tiempos de la posverdad advierte Ralph Keyes (2004) el engaño es una
característica de la vida actual. Y en
materia de educación la oferta académica puede convertirse en un próspero
negocio de venta de chicharrones de sebo sin ningún beneficio para la inversión
en educación de los padres de familia y el tiempo dedicado de los propios
estudiantes. La calidad se mide por resultados. Son los propios estudiantes los
que ponderan el buen desempeño o la negligencia docente. Su evaluación tiene
que ser acogida por las autoridades responsables.
Por
eso los procesos electorales en la universidad tienen un costo social más
allá de las consecuencias políticas. La
educación, la generación y la difusión del conocimiento van más allá de las
eventuales demandas laborales internas que perturban la vida académica. La
transparencia total de los procedimientos administrativos, evaluaciones y
trámites entrampados por la burocracia es una urgente necesidad. Menos papel y
mayor eficiencia con celeridad administrativa posibilitan cambios notorios.
Las
universidades hoy no sólo se ponderan por las estadísticas de sus egresados a
largo plazo sino por su colocación laboral y los retornos a mediano plazo de la
inversión en educación. La oferta académica formativa tiene que responder a las necesidades de la sociedad. Está
supeditada a la realidad económica del territorio y a sus prioridades
inmediatas. Poblaciones que no disponen de agua potable, sistemas deficientes
de recojo de basuras, el desmesurado crecimiento urbano. El cambio climático y
la marginalidad que gatilla la inseguridad ciudadana requieren de una
universidad que no siga haciendo más de lo mismo. Ofertando sebo de culebra por
encima de la fragilidad estructural que perpetúa la desigualdad a la vuelta de
la esquina.
Hay
quienes no entienden los severos impactos de la ingobernabilidad y la violencia
que acompañan el delito y otras motivaciones subyacentes y piensan que las preocupaciones
de la universidad son ajenas a la cruda realidad. Y no es así. Una universidad
vigorosa requiere movilizar y promover su capacidad de investigación empezando
por el examen de su realidad circundante
aportando soluciones a sus urgentes problemas. Por eso la tarea formativa se desnaturaliza
sin la tarea investigativa. Sin la lectura crítica, el buen leer y el buen
escribir no son atributos decorativos. Dicen mucho del que sabe y enseña.
En la
sociedad del conocimiento la universidad cumple una función primordial. Es un
recinto abierto a las fuentes del
conocimiento y constituye según Boisier (2004) parte esencial del capital
cognitivo (dotación de conocimiento científico y técnico) y capital cultural (acervo y actitud ante el
desarrollo) de un territorio sobre el que se cimientan el capital cívico
(confianza institucional), el capital institucional (catastro y
tejido institucional) y el capital social (recursos morales) de una
sociedad frente a los desafíos del desarrollo.
De modo
que esta elección no es un proceso más de la democracia representativa sino un
repensar reflexivamente el futuro de una universidad que es patrimonio de Piura.
Hay quienes creen que es más de lo mismo. Y sucede lo que acontecía en Atenas
en donde se llamaba “idiotas” a quienes se desentendían de la política. Para
los griegos la política era la más noble
de las ocupaciones y no un menester de desocupados en busca de votos. Por eso es necesaria una
elección serena y repensada. Jamás una idiotez
aleve.
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