domingo, 12 de mayo de 2019

CONJURANDO OLVIDOS POR MAMÁ


Por: Miguel Godos Curay

Madre mural de Alfaro Siqueiros (México)
Anotan los cronistas memoriosos que en la vida sólo se regocijan con su soledad los niños extasiados en sus juegos interminables y los viejos que viven hilvanando y desanudando recuerdos del pasado. Las abuelas categoría “madres superiores” zurciendo en el telar de su memoria las ingratitudes que viven con estoicismo cuando los hijos se van. Hay en esta aparente soledad un misterioso diálogo imaginario entre el niño y el abuelo y la abuela que hablan solos en sus olvidos repentinos de lo que iban a hacer y no atinan a recordar y se detienen para empezar de nuevo.

Eduardo González Viaña refiere que una bíblica abuela de su familia trujillana rezaba el rosario con su gato y el minino que hurtaba el calor del fogón respondía con ronroneos a sus preces. Por eso es admirable el olvido que practican las madres de los peores momentos de su existencia. Olvidan el prontuario de ingratitudes de sus hijos, del marido y de la hostil familia mírame y no me toques ni me hables. A  todo le echan tierra. Perdonan y derraman su ternura con  toda el alma. Se saben de memoria la parábola del hijo pródigo y lo engríen a pesar de los pesares con su  inagotable amor.Hay momentos en la vida en que las viejas mamás hablan con sus sombras. En otras conversan  con sus mascotas. Sucede como me dijeron “cuando uno piensa con el corazón antepone siempre su amor y olvidan. No es la vida acaso borrones y cuentas nuevas a cada rato. Como ayer,  en la tienda del chino de la esquina a cuenta saldada una nueva deuda empezada. Es la vida.”.

Sucede también que hay hijos con amnesias repentinas que diluyen el amor recibido como edulcorante sin calorías para no engordar. Hay una descarnada conspiración contra los abuelos producto de la modernidad brutal de los celulares que sorbe  los pequeños y grandes cerebros y los distrae sin misericordia sin lugar para las palabras y los afectos. En el itinerario de la vida. He sido testigo de patologías irremediables de los que se olvidaron de la cortesía y les cuesta decir –Buenos días- -gracias-, -por favor-. Muchos hijos  hoy no hablan mugen como reses silenciosas y desconoces cuándo te van atacar con su remordida indiferencia. No sé  si será la consecuencia de la tiranía tecnológica o la deshumanización desbocada irrefrenable.

La vida, sin embargo, nos ha enseñado que se aprende a borbotones de las abuelas siempre remilgosas. Y sus sonrisas nos nutren de energía humana. Los abuelos son el mejor cimiento de las buenas costumbres, la ética puntual, la memoria histórica de esa institución irreductible que es la familia. Hoy los abuelos viven con asombro ese desplazamiento inhumano al zaguán de las cosas anticuadas y al rincón de las ánimas de una sociedad en el vértigo ilusorio del progreso.

Otros me repiten: “sólo almorzamos juntos – cuando se puede- los domingos pero no hablamos mucho porque todos están pendientes de su celular”. Otros “todos comemos fuera de casa”. Otros con anuncio previo en los avisos económicos dicen “vendo una mesa grande de comedor porque no cabe en el nuevo departamento además este tipo de muebles ya no se usan”. Hoy el cocinar los domingos es de mal gusto resultan mucho más económicos los delivery en los que los miembros de la tribu eligen lo que quieren comer”. En este fabuloso escenario las ollas están de huelga, los platos, ahora, adornan las paredes. Se usan cubiertos de plástico usar y desechar. Poco a poco, estamos disolviendo los ingredientes del vínculo familiar. Ya no hablamos, hoy chateamos que  es bueno cuando estamos lejos. Niños y adultos webeamos. Y el webeo cuando estamos cerca es contagioso es una especie de sarna colectiva que antepone la tecnología a la, poco  a poco, olvidada conversación familiar.

Esta conspiración  silenciosa contra la familia aniquila a los abuelos, convierte en objetos para olvidar en las azoteas: los libros. No se lee, se mira. El mal hablar y el mal escribir tienen su origen en esta epidemia que cree que para el día de las viejas es suficiente un peluchito, un tarjetón o una rosa que nunca se seca porque fue cosechada en las maquiladoras chinas que las producen por millones. Además vienen ahora con spray incluido con aroma de rosa fresca.

Por eso la resistencia heroica contra a modernidad la lidera Carmencita Lara con su ya clásico: “Cementerio, cementerio devuélveme a mi madre/cementerio, cementerio devuélveme a mi madre/abre pronto esas rejas, señor sepulturero/abre pronto que quiero rezarle a mi madre/y ponerle estas flores de blancas azucenas/ y coronas hermosas que adornaran su altar”. Genuino himno del pueblo a la madre ausente que recorre todos los villorrios. Y provoca inundaciones de lágrimas.

Otro clásico que no pierde su vigor juvenil entre los sesentones  es esa canción de la ya vieja nueva ola: “Se parece a mi mamá” de Palito Ortega. Son notas frescas y fáciles de tararear.  “Esa flor que está naciendo,/Ese sol que brilla más./Todo eso se parece/A la sonrisa de mamá./ Esa rosa que despierta,/Ese río que se va.../Todo eso se parece/A la sonrisa de mamá.” ¿Cómo es la sonrisa de mamá? Como ese recuerdo de vieja que me llama a veces por los siempre nombres distintos de mis once hermanos. Pero la cortesía no hace distingos. Es espontánea, emotiva e intensa.

Los viejos cantineros se sabían de memoria la letra del bolero “Cabellos blancos” de Ramón Avilés. Canto callejonero de añoranza que evoca las esquinas del barrio y las ausencias. “Cabellos blancos, los de mi madre/hilos de plata, sagrados son/sus tersas manos me acariciaban,/aquella tarde que me aleje,/sus ojos tristes hay me miraban/cuando partía del dulce hogar/barrio querido, barrio del alma/cuida a mi madre que volveré.” ¿Retornan los hijos? Son retornos siempre esperados en la sierra de Morropón, en Paita, en cada rincón que huele a hogar.

Un vals inolvidable es “Madre” de Manuel Acosta Ojeda. Refiere don Manuel que la letra del vals, balbuceante y balbuceada, fue escrita  el sábado 12 de mayo de 1951, víspera de Día de la Madre. En plena madrugada de mayo, después de recorrer rincones de bohemios como El Botellón,  Acosta aterrizó con sus amigos el bar El Silletazo. Dice don Manuel  que en ese momento, entre Pisco y Nasca, brotaron del el corazón esas sentidas notas.
Dijo el poeta: “Mareado escribí sobre la envoltura de una cajetilla de cigarrillos estos versos para mi madre, que me había dado todo. Sentí pena y remordimiento. A las diez de la mañana, cuando terminé mi  confesión, fui a mi casa y le canté a mí viejita”. En 1956, el tema “Madre” fue grabado por el grupo Los Cholos. Pero fueron Los Chamas quienes lanzaron a la eterna popularidad este vals de la sinceridad. Los Chamas lo estrenaron en Radio La Crónica y fue interpretado con tanto sentimiento por "Pajarito" Bromley  ante un enmudecido escenario que no ocultó la íntima humedad de sus ojos.

La conmovedora e inolvidable letra dice:   “Madre, cuando recojas en tu frente mi beso /todos los labios rojos, que en mi boca pecaron /huirán como sombras cuando se hace la luz.  Madre, esas arrugas se formaron pensando /¿Dónde estará mi hijo, por qué no llegará? /Y por más que las bese no las podré borrar. / Madre, tus manos tristes como aves moribundas /¡Déjame que las bese! Tanto, tanto han rezado, /por mis locos errores y mis vanas pasiones./  Y por último, Madre, deja que me arrodille, / y sobre tu regazo, coloque mi cabeza. / Y dime: ¡Hijo de mi alma!, para llorar contigo.” En efecto evoca el poeta lloré como macho. No sientes amigo lector esa misma e intensa emoción. Ahí me quedó con un nudo en el corazón.

jueves, 2 de mayo de 2019

LOS PRIMEROS 50 DE LA UDEP


Por: Miguel Godos Curay

Una foto del recuerdo Diana Celi en pantalla,Miguel Godos, Fabiola Morales
Rosy Ruesta, Billy Montufaar y Carla Balarezo de la Facultad de CC de la
Información
Entre arenales, algarrobos y cholitas soberanas en sus piajenos con sus serones cargados de verduras de la huerta nació la Universidad de Piura hace 50 años. Un hato de recuerdos acompaña siempre nuestro paso por sus aulas. Los entrañables desafíos de este crecer brindando una tarea formativa realmente inolvidable. En ese paisaje de recuerdos están Agapito  y Zoilo con su uniforme de drill gris y el nombre de la Alma Mater bordado al lado del corazón. Las puntuales encargadas de la limpieza y los profesores cuya huella permanece en la inteligencia. Como tesoro al alcance de todos los estudiantes la biblioteca ordenada por María Martha Bello,  enriquecida con los aportes de José María Desantes, José Antonio del Busto Duthurburu y el desprendimiento piurano de los Ginocchio.

La Universidad de Piura es una universidad inspirada en los afanes de un santo. San Josemaría Escrivá de Balaguer cuya presencia espiritual está presente en todo de lo que aquí se hace. Una visión cristiana del trabajo bien hecho. Tenemos en las pupilas la imagen de la transformación del paisaje piel de zorro de la arena en el espléndido verdor de los algarrobos. Los nuevos edificios y laboratorios del Campus, las aulas en donde  como evocación perdurable se siente la palabra comedida  de los maestros. Todo al servicio del Perú y a una región potencialmente próspera como Piura. Desde sus orígenes la UDEP es una universidad ecuménica, una versión  puntual  de una comunidad de la ONU que congrega gracias a la cooperación internacional a profesores venidos de diversas partes del mundo.

En este medio siglo, como en todos los proyectos humanos, hay ausencias y presencias inevitables. A todos los profesores que dejaron profundas huellas en la juventud piurana y peruana nuestra profunda gratitud. Hace 50 años el viento convocaba  a las arenas a un tondero de remolinos interminable. Hoy el frescor de los algarrobos es una lección de ecología viva para la ciudad frente a los desafíos del cambio climático. Todo ahí tiene una viva inspiración cristiana. La tarea formativa personalizada confiere un relieve humano irrepetible en cada uno de sus estudiantes. Muchas pasiones por la lectura y por los libros surgieron en sus aulas. Muchos proyectos surgieron del asombro científico y el hincar codos con esfuerzo.

Crece la universidad. Tiene la dimensión de los sueños posibles que se tejen como las medias que con pasión urden las manos de una madre. Esfuerzo, entrega, ternura, pasión por las cosas alcanzadas con esfuerzo.  Hoy es un sueño realizado y un milagro que crece cotidianamente para bien del Perú. No es casual su ubicación en el norte, su norte es el progreso de una región que crece y debe ser mejor en pleno significado de la palabra. Las universidades como todas las asombrosas construcciones humanas requieren de pasión por la verdad por encima de la arrogancia altanera y la presunción absoluta. Cuando la verdad nutre las inteligencias asoma la fidelidad como ingrediente de la genuina calidad humana. La verdad es combustible de emprendimientos extraordinarios.

Por eso el saber requiere de una adhesión incondicional a la certeza de la verdad para de ahí en un clima de libertad  y  respeto cimentar la formación humana de profesionales comprometidos con sí mismos, con su región y con su país. Ese vigor cívico y patriótico anima logros y proyectos de futuro consistentes. El Perú -lo demuestra el curso de la historia- requiere  de esa energía cívica y  de valores genuinos frente a la arremetida de la corrupción y la inmoralidad pública. Vivimos momentos de una intensa tensión ética y moral. No es casual que los ladrillos mal cocidos y corroídos por la inmoralidad, la amoralidad la anomia se desmoronen ante nuestros ojos.

La responsabilidad, la dignidad, el decoro, la deontología, la decencia no son teoría pura sino lección de vida. Los valores son en la vida como los ingredientes de perfección humana a la que todos estamos convocados. Una lección viva de la UDEP es la formación en valores. La armonía en la que transcurre  la vida del Campus es reflejo de esa plausible serenidad inteligente. Todos, los que enseñan  y los que aprenden, los que con sus fatigas dan el color a los jardines del Campus sin distingos, son una sintonía perfecta de voluntades. La armonía egea es ahí una comunidad de maestros y alumnos que viven la inspiración Alfonsina de la universidad. El saludable vínculo académico entre maestros y alumnos, ingrediente de la formación personalizada, brindan buenos frutos.

Quienes plantaron sus raíces y  procuraron agua fresca para su sed deben estar orgullosos de este umbrío algarrobo que brinda buenos frutos. Nuestra profunda admiración a los profesores que en este primer medio siglo demostraron con coraje y sintiendo en sus labios la arena movida por el viento que las grandes aspiraciones y sueños son posibles. Don Ricardo Rey saluda a los jóvenes universitarios. Recita el poeta Dolarea, el Padre Pepe Navarro lee un poema en griego, Ronald  Escobedo penetra en los vericuetos de la historia. Mugica contempla el océano con certeros pronósticos sobre el Niño. La mirada azul de don Javier Cheesamn, la sonrisa de Tere Turel, la mirada de Miguel Samper desde el pabellón de ingeniería. Don Rafael Estartús rebatiendo los paralogismos matusianos. Buen amigo Víctor Morales Corrales. Gestores con acierto Antonio Mabres y Antonio Abruña. Sabio don Vicente Rodríguez Casado. Espirituales y diligentes Don Vicente Pazos,  Don Juan Roselló, Don Esteban Puig, Monseñor José Antonio Ugarte. Inolvidables Luz González, Carmela Aspillaga, Marisa Aguirre, Isabel Gálvez y muchos más que son parte de ese trasfondo en apariencia invisible en donde  se suman los benefactores. La gratitud es propiedad de las cosas que nos hace amarlas atardece en el Campus y asoma el crepúsculo interior.