viernes, 6 de mayo de 2022

CARTA A MAMÁ

Por: Miguel Godos Curay


Aún permanecen indelebles en la memoria un hato de recuerdos junto a ti. Los sueños e ilusiones infantiles, las promesas incumplidas, los relatos deslizados con la filigrana de tu imaginación en aquellas noches de frío porteño. Patentes tus oraciones de aquellos días se agigantan en la memoria y se avivan enormes en la generosidad de tus nobles sentimientos. Un barquito de papel con tú nombre navega y se pierde en el océano de la ternura. Así aprendimos a quererte y a contemplarte en cada gesto y bendiciones repartidas como golosinas en los innumerables cumpleaños de tus hijos y ahora de tus nietos. En tu soledad habita hoy la compasión por perros y gatos. En la ausencia de los hijos disfrutan la sutil delicadeza del amor inefable.

Eres el origen de todo lo creado pues compartes con Dios el milagro de la vida.  Dicen que a veces hablas sola contigo misma. Y como la abuela de González  Viaña  rezas el rosario con los gatos. Sin entender que con el paso de los años todas las madres hablan con Dios y no se agota su amor por los hijos. Para ella no existen diferencias. Eres el mejor ministro de economía para estirar los presupuestos y resolver las urgentes necesidades de la economía doméstica en estos tiempos de inflación y desgobierno. Tu eres la gramática y la aritmética de la existencia cotidiana, graduada en psicología experimental aplicada sobre cada berrinche infantil. Eres todo mamá en tiempos de batalla.

Comunicas con tu pensamiento a una velocidad mayor que el artificio del celular y los mensajitos remotos. Eres una lección magistral en cada palabra que se anticipa a los yerros cantados como bingo porque contemplas la realidad desde todos los extremos. Resuelves problemas con mayor creatividad que un galeno expuesto al negocio farmacéutico. Eres un libro Coquito lleno de afecto, nobleza y cariño incondicional. Domadora de rebeldías, escuela que camina, demoledora de argucias, intuición trascendente, gratitud eterna, justicia pura. Todo eso eres mamá y me quedo noqueado en la lona evocando inolvidables momentos de mi edad de piedra vital.

Ser madre es una actitud existencial que nace y se expande en la vida. La endocrinología presume y llama oxitocina a la hormona de la confianza, causa biológica de este atributo humano. El amor maternal es la antípoda del odio y el desprecio. El amor construye a la persona humana y otorga un coraje extraordinario a todo aquello que pretenda cerrar su camino. Sólo una madre es capaz de construir cimientos de voluntad y entendimiento en cada hijo. Y concentrar su afecto ahí en donde más lo necesita. Es un don pocas veces reconocido el sacrificio de una madre por un niño desvalido. Socorro efectivo por los más necesitados.

Debe el Perú a las madres de este país socavado por la corrupción, la ignorancia y el festín del erario el clamor por la paz y el cumplimiento de los elementales derechos humanos. El derecho a la vida, a la salud, a la educación, al orden, la seguridad ciudadana y el trabajo son clamores impostergables. Si el país no atiende estas demandas retrocede en el contexto de la economía mundial. Corresponde al Estado no repartir peces y bonos que engatusan a los más pobres y vulnerables. Prioridad es el empleo digno producto de la inversión que activa la economía y arrincona la mendicidad. ¿Cuesta tanto crear condiciones para vivir con decoro y dignidad?

Esta carta abierta a mamá -lo sabe mi vieja- comparte lo que sentimos. Lo que nos duele en esa parte blanda del latir del corazón. Nuestra gentil admiración por las madres ausentes y presentes de sacrificios invisibles a espaldas de la indiferencia del gobierno. Madres campesinas de Morropón, Ayabaca y Huancabamba, madres y maestras caminando largos trechos para llegar a su escuela, madres devotas de la Merced en Paita, madres pescadoras de Sechura expertas en el punto de sal de las caballas, el ají de junta y los camotes asados en las brasas, madres de los hospitales y establecimientos de salud.

Madres dedicadas a la ciencia y docencia universitaria con pasión y garra, madres entregadas, cuerpo y alma, al servicio de Dios en asilos y hogares, madres peluqueras cuyas manos transforman a los feos frente a su mágico espejo en el mercado, madres deportistas hinchas del Atlético Grau. Madres del cucharón que preparan bocados insuperables. Y si es necesario, aplicarlo para enmendar al hijo pendenciero.

Madres obreras que recorren la ciudad para asear su rostro mientras otros ensucian. Madres siete oficios con habilidades sorprendentes pese al paso de los años ensartan la aguja prodigiosamente. Madres que dan vida a los mercados populares y preparan de modo inigualable el caldo de pata toro, el seco de cabrito y el mondonguito. Madres memoriosas vendedoras de diarios que conocen las preferencias de sus lectores. Madres nuestras que están en los cielos, santificado sea siempre tu nombre por los siglos de los siglos. Amén.

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