domingo, 22 de mayo de 2022

TAYTACHA DE LOS TEMBLORES

Por: Miguel Godos Curay


                     Taytacha de los Temblores en la Catedral del Cusco

Uno de los inolvidables peregrinajes periodísticos tras el fervor popular lo realizamos con el reportero don Aldo Cango Seminario. La jornada empezó en la Capilla del Cementerio de Sullana en donde piadosos devotos descansaban para iniciar al filo de la madrugada su caminata hacia Paimas, Montero y Ayabaca en pos del Cristo Cautivo de Ayabaca. Es un Cristo moreno, lacerado,  con una  conmovedora y penetrante mirada. El señor es respetoso, repiten, los devotos. El Cristo es probablemente obra de santeros quiteños. La leyenda dice: fueron unos forasteros que aparecieron por Ayabaca y ofrecieron sus servicios como talladores a los devotos ayabaquinos.

Artísticamente, la imagen fue elaborada con tela de maguey encolada que da forma al cuerpo de Cristo. El rostro posee un artificio que permite entre los labios entreabiertos el ingreso de la luz que un espejo refleja sobre los ojos y les da vida. La permanencia del fervor obligó a los cofrades a la elaboración de una talla de madera idéntica que veneran los fieles. El Cautivo de Ayabaca y el Cristo de Esquipulas en Guatemala son ocasión de peregrinajes que  atraviesan las fronteras.  Fue por esa identidad espiritual que nos contactaron reporteros del Discovery con quienes registramos la sacrificada marcha de los peregrinos y la procesión multitudinaria en Ayabaca.

Otra devoción norteña es el Cristo de Chocán, venerado en Querecotillo, es una antigua y arraigada devoción en toda la región. La imagen originaria fue consumida por el fuego en un incendio. La que hoy se venera es obra del escultor español Joaquín Alangua y tomó como base estampas y registros fotográficos conservados por algunos fieles. La actual escultura conserva un dedo de la imagen originaria desaparecida en el siniestro. La devoción al Señor de Chocán se extiende en todo el norte del Perú y el sur del Ecuador.

El Perú tiene una viva devoción cristológica. Nos nutren de fe el Cristo de Pachacamilla o Señor de los Milagros en Lima, el Señor de Luren en Ica, el Cristo de Huamantanga en Jaén. Una de las fervorosas tradiciones más antiguas del Perú es la del Señor de los Temblores del Cusco. Un Cristo negro como el de Esquipulas en Guatemala. El altar de la Capilla de la Universidad de Piura lo preside un óleo de factura colonial del Cristo Cusqueño legado por don Francisco Gonzáles Gamarra. Es un Cristo moreno obra de santeros indígenas a quien tuvimos la oportunidad de conocer en la Catedral del Cusco y nos conmovió profundamente. Es un Cristo que estremece el alma y nos transporta al epílogo de la dolida pasión.

La antañona Catedral del Cusco es enorme, sus cimientos son de piedra, tapizada de oleos y altares recubiertos de plata. Su construcción se inició en 1560  y culminó en 1654.  Un terremoto registrado el 31 de marzo de 1650 dejó  cinco mil muertos y la ciudad en escombros. El 21 de mayo de 1950, otro terremoto de grado VIII en la escala de Mercalli devastó la ciudad y causó más de millar y medio de desaparecidos  como saldo trágico. En estos percances  telúricos el pueblo invocó la protección de Taytacha llamado desde aquellos momentos aciagos Señor de los temblores por detener la furia de la naturaleza. En un altar lateral a la derecha está el Señor de los Temblores al que adoran los cusqueños e imploran su protección.

La ocasión de nuestra visita fue la misa de acción de gracias por la beatificación de la religiosa María Agustina Rivas López- Aguchita realizada por el Papa Francisco el pasado 7 de mayo. La religiosa defensora de los pueblos Ashaninka fue victimada a balazos como escarmiento a su entrega y abnegación a los demás por huestes de Sendero Luminoso. La santidad en la humildad y la entrega por los desvalidos son el sello de su carisma personal. Dice un cántico dedicado a Aguchita: “La violencia no mató tu fe, / la selva fue tu misión soñada, / nos conduces con tu ejemplo/ de dar la vida cada mañana.”

Contemplamos al Señor. No faltaron las oraciones y las preces en quechua elevadas con devoción por sus devotos. La venerada imagen fue elaborada por santeros indios con fibras de maguey, lino, palo balsa y pasta de maíz. Acompañan a la antigua imagen las esculturas de la virgen y Juan el discípulo amado. Es antigua tradición cusqueña la bendición del Señor al final de la procesión de la cuaresma. Una multitud de feligreses cusqueños lo aguarda cada año. Los venerados Cristos del Perú y de América son una fuente inagotable de fervor y devoción. Un milagro vivo a pesar de los tiempos.

 

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