Estatua de la Libertad en la Plaza de Armas que los piuranos llaman La Pola, en memoria de la patriota colombiana Policarpa Salavarrieta. |
Por:
Miguel Godos Curay
Piura
es escenario de acelerados cambios. Su matriz económica, ayer algodonera, ha dado paso a nuevos productos como la uva, la palta, el mango, el cacao,
pimiento piquillo y espárrago para la exportación. Muchos de los ayer frutos
silvestres como el aguaymanto y las moras silvestres golosina natural de los niños de la sierra son buenamente
cotizados. Sucede lo mismo con los nogales que proveen corteza para teñir
ponchos pero cuyas nueces nadie consume. Lo propio sucede con los y abundantes
hatos de cabras ahora extintos. Allá por los 60 las góndolas y autos que venían
de Paita hacían un alto en las inmediaciones del novelesco Congorá para dar
paso a cientos de cabras. Ocasión para que los pastores del desierto ofrecieran
a pasajeros en tránsito queso fresco.
Piura
se nutría de leche de cabra, la que en su composición química es la que mejor
se parece a la leche materna. Abundaban las natillas y los quesillos que en
nada se parecen a los elaborados con leche en polvo o leche evaporada. No
tienen la misma textura. En Belisario, asomándose al desierto de Sechura se
bebía chicha y leche fresca de cabra. Las arcadas dentarias de los niños no
mostraban las lesiones hoy abundantes de la caries. Y esa dieta de azúcar de
caramelos y aire de las loncheras pertrechadas de chizitos.
La cabra, dice López Albujar, es la vaca del pobre. Ella brinda carne, leche, abono y es una gran reforestadora del desierto. Sus ácidos gástricos ablandan el tegumento de las semillas de algarrobo y la predisponen para la siembra. En la Piura colonial los inmensos hatos de cabras eran soporte de la economía de las jabonerías a dónde iban a parar sus sebos y la elaboración de cordobanes. Cinchas de cuero para los amarres de los durmientes y paredes de las antiguas casonas. El cuero se remojaba y a la hora del amarre los alarifes los templaban de tal manera que al secarse adquirían una consistencia para los siglos.
Por los antiguos callejones de Piura desfilaban piajenos y cabras en procesiones interminables. Al norte de los Ejidos y al sur de Coscomba. La leche y el pan se distribuían puntualmente al igual que los frutos de las huertas. Hoy no hay leche de cabra ni para remedio. El postre de quesillo con miel de chancaca -nos advirtieron- era con quesillo de vaca. En la industria lechera los quesos y yogures de cabra son altamente cotizados. En Piura no, porque hemos despoblado el desierto de este generoso rumiante que aporte carne deliciosa para los secos y piqueos. La afición andariega de la cabra piurana hace su carne magra deliciosa y apetecible. Se nutre de algarroba y brotes. No ocupa grandes corrales y en majadas responde a las necesidades de las familias campesinas pobres.
Urge rescatar los hatos de cabras que antes eran una nota distintiva del paisaje piurano. La leche evaporada de tarro y la leche en polvo de los pervertidos programas vaso de leche han desplazado a un producto tan genuinamente piurano insumo de quesos y natillas como las que hacían chupar los dedos a la gomia de antaño. Lo propio pasa con los chifles piuranos. El chifle de ayer tenía cuerpo y con un crocante logrado en el oreado al sol. Se les acompañaba con cecina y ají. Hoy tienen levedad para llenar la bolsa y son quebradizos. El de ayer tenía peso y cuerpo como para conjurar antojos y conversas. El de hoy es un extraño pariente del chizito. Bolsa y aire.
Advierte Vargas Llosa que en lo que queda del desierto piurano están ausentes los piajenos y las cabras. Ruidosas motocicletas ocupan los espacios con sus estridencias. En este salto al vacío de la modernidad. Igual de resquebrajados están nuestros valores cristianos. Los fervorosos concurrentes a los ritos de la cuaresma fueron actores del pueblo llano. Aquellos personajes que con humildad mantienen viva su fe. Ni ápice de las autoridades y la copiosa población de los colegios católicos. La catedral de Piura, sin embargo, no estuvo sola. Viejos, niños y jóvenes. Furtivos turistas y los piuranos de siempre aquellos que no huyen en estampida a las playas a divertirse en plena cuaresma besaron la cruz.
Sin embargo, la espiritualidad piurana tiene nuevos resortes. Una cristiandad emergente de creyentes en los abundantes grupos evangélicos y novedosas confesiones. Hoy los nuevos seguidores de Moroni no son rubios de ojos azules sino jóvenes autóctonos mestizos, serranos, cholos y negros persuadidos para ejercitar su proselitismo en buses de transporte urbano y emprendiendo iniciativas cívicas que los habitantes de la urbe han olvidado. El otro día limpiaron postes y muros de esos empalagosos avisos que ofrecen pensiones a estudiantes y sospechosas convocatorias a jovencitas para castings de modelaje. El piurano de ayer tenía la cortesía en la punta de la lengua el de hoy, con audífonos puestos, vive como un robot en la incomunicación pura,
Los evangélicos no pierden tiempo visitan casa por casa, conocen los vecindarios con plano en la mano. Pese a ser rechazados te desarman con una sonrisa. Oran y oran ahí en donde se derrama el pecado. Y la estrategia de enviar viejas porfiadas con sombrero, poco a poco, se muda a la irresistible tentación de jovencitas amables, educadas y persuasivas. Las ayer ridículas predicadoras han dado paso a una legión entusiasta y laboriosa de evangélicas venezolanas educadas, corteses, amables y con sonrisa de boca a oreja. Un gota de miel atrae más moscas que un litro de hiel.
El otro extremo del fervor piurano es una telaraña el diablo. Anuncios de “Amarres” en avenidas populosas y “unión de parejas” en zonas residenciales pueblan los postes de la desordenada ciudad desvencijada. Todas esas emisoras que interfieren en el dial están dedicadas a curanderos y brujos de todo pelaje. Nadie los sanciona ni los detiene. Otros son los predicadores y conversos del Centro Victoria, buen floro, tofes y bolsas para el recojo de la basura. Los testimonios te dejan sin aliento. Yo dormía en la basura cuando consumía drogas pero no hay nada imposible para Dios. Y aquí estoy buscando apoyo para otros que necesitan ayuda para abandonar el sórdido mundo del alcohol y las drogas. ¿Cómo lo hacen? Son un equipo de lenguaraces bien hablados y persuasivos.
El transporte urbano sigue siendo un dolor de cabeza. El mercado central un centro de abastos desordenado e insalubre. No se ordenó el comercio ambulatorio por falta autoridad pero ya se vendieron los aires para construcciones inseguras y transgresoras de las disposiciones de Defensa Civil. El mercado central sigue siendo la promesa de todos los alcaldes y el desafío de todos los candidatos. Un problema gordo irresuelto.
Según
Cosapi se plantarán mil 690 árboles nuevos a lo largo de la remodelada avenida
Sánchez Cerro. En realidad y en verdad no existen ni en fantasía almácigos ni
espacio para reforestar entre bloquetas de cemento y más cemento. Lo que hay es
imparables ampliaciones de presupesto. No hay árboles en pie en ningún extremo.
Lo mismo se dijo al culminarse la
avenida Vice. Hoy no hay área verde para la sombra y oxigenación de la ciudad.
Lo que hay es un zanjón de cemento y bajo tierra el sistema de drenaje. No hay
más. Con el tiempo que falta para la culminación de los trabajos en la avenida
Sánchez Cerro resulta imposible que se logren plantar 2 mil 690 árboles.
Desconocemos si el gerente de Medio Ambiente de la Municipalidad de Piura Luis Araujo Gutiérrez inició, tal como anunció, la supervisión de la siembra de estos nuevos pulmones para la arteria más transitada de la ciudad. En Piura, todo es posible. Con esa anemia cívica que nos consume y esa anorexia de valores que nos deforma hemos quedado reducidos a una aldea ágrafa en la que sólo importan, por el momento, las pasiones desbocadas de los candidatos y la indiferencia de una ciudad sitiada por la basura.
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