Por:
Miguel Godos Curay
No
podía dejar de escribir esta nota a
mamá. Es como un recado del corazón a ese ser maravilloso presente en lo
más profundo del alma. No solo nos dio la vida. Nos ayudó a desenredar ese nudo
gordiano misterioso de la cotidiana existencia. ¿Cuántas veces nos hizo fuertes
en las contiendas? ¿Cuántas veces lo entregó todo simplemente porque la
felicidad de los otros es su felicidad? Y así con la sustancia de su afecto
existimos. Es como la luz del candil en la noche fría y su vida se extingue en
parpadeos pero ahí está como el titilar de una estrella. Su memorable belleza,
la piel tersa se arruga como el maracuyá reseco pero nunca pierde su aroma.
Nuestras
madres están hechas de barro noble y tienen coraje a prueba de inflaciones en
donde los ajustes monetarios empobrecen a los más pobres. Están galvanizadas de
ternura y con pocos soles compran en el mercado, regateando con el casero, los ingredientes para la sopa más deliciosa, el
tamal que nos provoca, el postre que queremos repetir a cada rato y el cebiche
que ningún chef ha podido igualar en delicia hasta el momento. Caballa,
cabrilla, mero o camotillo, limón ají y ese toque tan propio de su amor
convertido en sabor inolvidable. Su aritmética solo sabe de ahorro y si de
chibilines se trata los preservan para urgencias y apuros.
Los
rorros de cuna son un hit incomparable. Porque esos mágicos cantos provocan el
sueño y la sonrisa del crío como el rocío vital de las mañanas que nos
deslumbra. Es la belleza sublime de la mano de Dios. Para los bioquímicos es el
derrame de oxitocina, la hormona de la confianza, que hace posible desde el
momento de la fecundación la adecuación del cuerpo de mamá a ese rol sublime que
le encargó la vida. Para nosotros es la arrobadora belleza de la maternidad. Ese aroma de pañal que tienen los recién
nacidos nada tiene ver con Pampers. Es una mezcla de ternura, cariño
reconcentrado en la leche tibia de mamá.
Tenemos
tatuado su nombre en la memoria y en la noche lo pronunciamos como evocación inolvidable.
Para una madre no hay hijo viejo, los viejos son su heredad, su encarnación que
camina sola por el mundo. A las madres
del Perú Dios las hizo con acero inoxidable para soportar todas las arremetidas
del Ministerio de Economía y Finanzas. Y estamos plenamente convencidos que si
las madres condujeran la economía del país le darían vuelta a la corrupción e
invertirían los dineros del Estado en Salud, Educación y Viviendas para tener
una población sana y útil para el trabajo que transforma al país. Si en el
hogar estiran los magros presupuestos y alcanza para todos. Con razonable e inteligente criterio de la
justicia distributiva platónica compartirían con todos. Y con la justicia
proporcional en orden a los merecimientos personales. Porque según mamá el que
come el puré de zapallo tiene postre de premio. Y el que no que mire y
practique para que aprenda.
La
oralidad de mamá está viva en cada cuento que inventó para nosotros porque
Caperucita Roja de pura vieja está jubilada. Y el desdentado lobo se cansó de
devorar abuelitas de carne dura para sus mandíbulas. Ya no hay bellas
durmientes porque en los cuentos de mamá habita un universo maravilloso de
pescadores de carne hueso con faenas milagrosas. O la historia de la Virgen
porteña que camina por las orillas de la playa. Historias de piratas y
heroísmos. Historias de gratitudes por los milagros recibidos. ¡Mamá tu mereces
el Premio Nobel de la humildad y la grandeza humana!.
Pero
ahí estamos abriendo el baúl misterioso de la memoria, desentrañando recuerdos,
contemplando viejas fotografías refrescando momentos. Cuando niños en la
escuela o recorriendo los pasillos de la universidad. Porque cada
acontecimiento feliz tiene la impronta de mamá. No pierdes la costumbre de
rezar por todos y pedirle a Dios con el celular de tu imaginación que cumpla
con los viejos pedidos para que les vaya bien a los que más quieres. Tu amor no
tiene distancias y atraviesa los cinco continentes. Es un combustible
maravilloso que inunda las galaxias de ternura.
Un
río de emociones surge con tus recuerdos. Y un océano apacible de cariño nos
sumerge en la esencia de tus más puros afectos. Sea este día una bendición para
todas las madrecitas ausentes y presentes. Porque esa fecundidad que da frutos
tiene matices maravillosos. Y así como hay la maternidad de las que paren hay
otra maternidad de las que educan y con
la delicia de su amor nos cuidan, nos protegen y nos motivan a ser mejores.
En
este país rompecabezas los que deciden los destinos de la república aún no se
han dado cuenta que es la energía de mamá la que mueve a la patria.
Imperdonable olvido de la seguridad social, de la justicia y de los defensores
de los Derechos Humanos. Un Estado que protege a sus madres tiene una estatura de dignidad más grande que
los opulentos rascacielos de Dubai. Realmente en el Perú en justicia y en
dignidad reparadora a las mamás nos hemos quedado enanos. ¿Quién legisla en
favor de las mamás si la violencia familiar es deporte nacional?
Y
así andamos prontos a celebrar el bicentenario de la Independencia Nacional. ¡Terrible
incongruencia! si aún dependemos de un Estado que para tapar los huecos del
erario encarece las cosas y es tan ineficiente para sancionar a los que lo
despojan impunemente. Madres del Perú, madres de mi patria, heroínas anónimas
que no desfallecen conduciendo sus críos a la escuela, cuidando con desvelo a
un vástago en los hospitales de la seguridad social. Madres que trabajan en los
mercados, en los talleres, en las oficinas que con apurado paso son una lección
de puntualidad. ¡Gracias por dar a esta nación de ingratitudes sentido para su
existencia!
Madres
del Perú son la sintonía perfecta para que el himno nacional no sea un canto de
sirenas. ¡No desfallezcan! Vuestra gloria excelsa es superior a los laureles
que condecoran los monumentos. El Perú existe por ti. Y ese amor que no tiene
precio, ni fecha ni calendarios nos mantiene en pie. Gracias mamá porque no hay
palabra para decirte que eres origen de la alegría de los niños, el recuerdo de
tus hijos grandes y el silencio con el que hablan los tiempos.
Una
procesión de recuerdos anida en la memoria. Y recorro con los ojos cerrados las
calles desoladas llenas de misterios y estas ahí con tu sutil belleza como el
agua para el sediento y el pan para el hambriento. Como un libro abierto pleno
de sabiduría y de cuentos ante los que son nada los malabares tecnológicos
porque son cuerpo sin alma. Tú eres el alma de las cosas, el origen de la vida.
En ti Dios tiene un corazón enorme. Y tus palabras son una bendición. ¡Gracias
mamá!
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