Abuela huanca con sus Niño Dios que le acompaña siempre en su soledad. En reciprocidad al afecto lo saca a pasear por las calles de Lima. |
Por: Miguel Godos Curay
Los arrullos cantados al
Niño Dios en Venezuela, Colombia,
Ecuador y Perú son anónimos. Los poetas populares los repiten de boca a oreja.
Basta que los cantores los preserven en su memoria para hacerlos suyos o
añadirles algunos aderezados versos propios. El cantar es espontáneo y se crea
y recrea en la boca del juglar. El nacimiento de Jesús, por
eso sigue siendo motivo de
peregrinaciones en donde comparsas de pastores recorren en los barrios los tradicionales
nacimientos y rituales celebratorios. En las grandes urbes luces de neón en los
recónditos rincones retazos de añeja tradición.
Alfonso el Sabio en 1270
acopió manuscritos de los cantares populares los que deberían preservarse en la
cámara regia para servir de viva inspiración a los cronistas a la hora de
escribir la historia oficial. Gracias a esta previsión Alfonsina llegaron hasta
nuestros días las cantigas recogidas en los cancioneros populares. Esta cultura
oral trashumante se conserva aún en los villorrios más apartados del continente.
Algunas mantienen su
naturalidad poética, su religiosidad ínsita y un buen humor y jocoso y sin agravio. Los “miaditos” del niño
basta recordar no son otra cosa que la
chicha y aguardiente que se consumen para la ocasión. Para los niños chicha de
maní y mazamorras, pasteles del panadero del barrio y dulces de recetarios
antiquísimos. Los panetones son de factura reciente. El pavo se consumía ayer
con pastel de fuente aromado de canela por las abuelas. El chocolate en tejas
venía de Loja o de Jaén y se encargaba con tiempo. Se batía con
molinillo y al enfriarse quedaba recubierto con su costra de mantequilla. Pese a los arrebatos de la modernidad, las
luces coloridas y los villancicos registrados por la electrónica vive la
tradición. Jackobson, advierte, que estas expresiones populares de la oralidad
son genuinos tesoros de la lengua.
Los arrullos acompañan al
Niño Dios, los entonan grandes y chicos. Son el complemento de los juegos
infantiles. Estos arrullos compilados en el sur del Ecuador recorren también el
norte del Perú. Los arrullos forman parte de esta tradición,
son la respuesta creativa al llanto del
niño que llora. Otros son los “lloros” por el difunto ausente, la viuda o las
plañideras convocadas refieren entre lágrimas y sollozos las virtudes y en
algunos casos los defectos del difunto. También se acostumbran para despedir el
Año Viejo exorcizándose de sus
cotidianas tragedias. En el mundo andino el canto y el jolgorio acompañan la
siembra, las cosechas, los nacimientos, los matrimonios y la propia muerte.
Esta compilación de arrullos corresponde a
Aragua (Venezuela) y a Macará (Ecuador)
-Señor
San Joaquín
Señora
Santa Ana
acuésteme el niño
que quiere dormir.
–Señor San Joaquín
señora Santa Ana
porque llora el Niño?
–
Por una manzana-
-Yo
le daré una
yo le daré dos
una para el Niño
y
otra para vos- (Aragua)
La
mata de higuera
florió
en nochebuena.
como
es tan hermosa
flores
de azucena,
Hoy
con tantas flores
los
campos se alegran
los
serafines cantan:
¡María
gracia plena!.
A
rru-rru mi niño
que
parió la vaca
cinco
borriquitos
y
una garrapata.
No
llore mi niño
no
llore mi amor
que
tu madre vela
con
todo su amor. (Macará)
En
la franja costera el Niño Dios se asocia también con el Niño climático de la corriente cálida
y el inicio de las lluvias que desbordan
las torrenteras. En las estribaciones andinas la navidad marca el inicio
del invierno y el advenimiento de las lluvias con las que se inician las
siembras. Dice el verso: “…las aguas bajan turbias/ ríos y fuentes también”.
“
Ya se va la Virgen pura
de
viaje para Belén,
Y
en la mitad del camino
Pide
el Niño agua pa beber.
No
te puedo dar, mi vida,
No
te puedo dar mi bien;
que
las aguas bajan turbias
ríos
y fuentes también. (Cali)
Este
niño tiene sueño
muy
pronto se va a dormir
tiene
un ojito cerrado
y
el otro no puede abrir. (Quito)
Dulce,
dulce nombre
nombre
de Jesús
que
en mi vida sea
tu
nombre mi luz.
Agua,
Dios agua,
Agua,
por amor de Dios
Agua
para los que te aman
y
te veneran a vos. (Bolivia)
Los
indiecitos pastores
trigo
y quinua llevarán
José
y la Virgen María
buena
chicha tomarán.
Al
niño Dios le llevamos
un
ponchito de color
un
chullito muy serrano,
botincitos
de algodón.(Perú)
De
la flor nace la rama,
de
la rama nace la flor.
De
la flor nace María
y
de María, el Redentor. (Perú)
¿Qué
tiene ese niño?
Con
tanto llorar
querrá
que le traigan
miguitas
de pan. (Sullana)
Como
escribe el poeta Teodoro Garcés Negrón:
“El
río Piura viene
como
el Niño, en Navidad;
el
río Piura juega
Como
un joven Carnaval;
y
el río de Piura muere
cansado
de trabajar,
explotado
por los dueños
de
este vasto algodonal”.
En
Ecuador y Perú era antes una arraigada costumbre la quema del año viejo y para
ello en esta despedida se escribían los
testamentos que no eran otra cosa que un señalamiento colectivo de los errores
del alcalde y de las malas costumbres de vecinos y ciudadanos. El testamento se
leía en voz alta y con gran expectación por las ocurrencias y el tono satírico
que deslizan los menudos folios de la voluntad del año agonizante. Ayer los
testamentos del año viejo eran un verdadero azote de alcaldes y regidores. Y su
contundencia era mayor que los hoy informes municipales de gestión.
No
les dejo nada
a
mis abogados
porque
ya se quedan
bien
acomodados.
Dejo
a los rateros
que
por caridad
les
den posada
a
los de la seguridad.
Ganas
no me faltaron
de
llegar a ser presidente
otros
ya se alzaron
los
reales y el billete.
Como
por millones
me
tiré plata ajena
escribo
mi testamento
desde
la Nochebuena. (Quito)
Arrullos,
villancicos y testamentos son parte de esas expresiones intensas y sentidas de
la cultura popular. Oracionales de difuntos, la celebrada “Salve de la vacas”
entonada al filo de la madrugada en los velorios de Santo Domingo, Frías y
Chalaco. La mágica oración para volverse invisible, o la tantas veces invocada
para encontrar cosas extraviadas y perdidas. Son lo poco queda de un universo
fascinante en donde el Niño Jesús sobrecoge e ilumina concepciones del
mundo y relatos del imaginario andino. En las aldeas alejadas del vértigo urbano,
abuelas y nietos, en el fogón de la cocina recogen flor de ceniza para
arrojarla en el suelo con la inefable certeza que en ella quedarán registradas
las dulces pisadas, las huellas del Niño Dios.
En
la foto que ilustra esta nota aparece una venerable anciana huanca que en pleno
siglo XXI me sorprendió en esa Lima de encantos y de brumas con su Niño Dios. “Mi
fiel compañerito no me deja sola”. Ella
lo saca a pasear porque es callejerito y
se contenta. Lo abriga, le canta, lo pasea y le habla. Según refiere recorre la
casa. “Me socorre en la necesidad y me acompaña. Mis hijos mayorcitos ya se
fueron. El niñito me acompaña. Yo le doy
gracias a Dios por ese noble gesto”. Me permitió con admiración registrar esta
foto. Y Jesucito me sonrió. Lo ven.
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