Las
mamás son expertas en ternura, maestras en renunciamiento, doctoradas en
psicología, economía, educación, derechos humanos y democracia genuina. Por eso
escuchan a los pequeños y a los grandes y autoritarios ni bola. Siendo pobres
su mayor riqueza son los hijos en los que atesoran con dignidad lo más elevado
de la grandeza humana. Antes de la invención de las cajas de ahorro y los
bancos, con una lata con ranura se enfrentaban al futuro. Levantando los muros
de la casa dieron una lección de arquitectura. Bordando la bandera de la
escuela, el Perú, brotó en su esencia más pura.
Son
verdaderos genios de la creatividad en todo lo que tocan. Elaboran
preciosidades con retazos, bordan telas modestas para darles un encanto
superlativo, tejen a croché sus buenos deseos. No hay mensaje de aliento tan
poderoso e intenso como el de una madre que acomete con sus hijos esa empresa
inagotable de hacerlos valiosos en la vida. Cuando recorriendo las librerías
encuentran preciosas ediciones de precios inalcanzables las encuentran por
bagatelas en el mercado. Ellas inventaron esa prédica que dice: Un libro roto
es una alma llora. Un libro cerrado es un amigo que espera. Un libro abierto es
un maestro que enseña. Su mejor plan de lectura se llama ejemplo.
Por
eso en la soledad de su hogar junta todos los libros que sus hijos ya no usan y
desinteresadamente los entrega a otros que los necesitan. Antes de inventarse
las ediciones resumidas aprendieron una versión muy personal de la biblia y don
Quijote. Su lección cotidiana de narrativa es como un caleidoscopio deslumbrante.
La enseñanza del idioma es su primera tarea. Las mamás inventaron las sílabas y
la contabilidad amontonando pepas de tamarindo. Memorizaron los poemas de Martí,
Sarmiento y Campoamor del Almanaque Bristol. Sólo para demostrarnos que la
consonancia de las rimas tiene una tonalidad perfecta.
Con
sólo una mirada leen el rostro de sus hijos y se dan cuenta perfecta cuando se
hacen los chanchos rengos y vislumbran en todas sus aristas las mentiras del
carcamán. Su filosofía aborda los problemas de la existencia con generosa
profundidad metafísica. La vida es como un río, repiten, pues se anticiparon a
Heráclito. La sustancia del amor es la misma que la del sueño pues son expertas
en soñar con los ojos abiertos. En su astronomía asombrosa descubrieron la
armonía sideral contemplando el cielo. Y deslumbradas al fulgor de la luna, en
silencio, emprenden imaginario vuelo.
Conversar
con mamá es mucho más que un buen deseo. Es una sintonía humana frente a la que
nada son los bienes materiales. Joven,
madura, remadura y vieja. Una madre
querendona siempre tiene una estatura enorme. Es un rascacielos de inmensidad. Una
escalera para subir al cielo y descubrir la inmensidad de Dios. Con esa
infinita humildad, haciéndolo todo en su casa, desde el filo de la madrugada,
responden a la encuesta nacional de hogares. “Yo no trabajo, trabajan mi esposo
y mis hijos”. Y la injusticia declarada ignora que la economía del país son sus
mamás eternamente ignoradas.
En
el Ministerio de Economía distribuirían mejor el presupuesto y no perderían de
vista a los desposeídos. Con todo derecho les corresponde el Ministerio de
Educación pues, en horario corrido, cimientan con su magisterio la heredad de
la patria. Escuchando confesiones son una irreductible caja fuerte a prueba de
intrigas. En el ajedrez de la vida sus jugadas son siempre maestras para
cumplir con sus propósitos. Los pentagramas de la música más bella se los saben
de memoria. Los repiten para conciliar el sueño de los críos tristes. En la jardinería
del hogar seleccionan siempre las mejores semillas. Es tal su extraordinario
talante que mezclando, papas, cebollas y otras coloridas verduras sucumben a la
repetición del plato de sus hijos.
En
puntualidad ganan por goleada a todos los funcionarios de la República. En voz
de mando, frente a sus órdenes, el general más entorchado tiene voz de pito. En
aseo se llevan de encuentro a la zafia Ministra de Salud. Si han conjurado
todas las epidemias que abatieron a sus hijos. Si conocen las dosis necesarias para sanar el alma. Si enseñan con
lo que hacen. Escúchelas, convóquelas señora Ministra. Su receta prescribe
mucho más que una hospitalización de emergencia, la mejor medicina es siempre
la olla y la cebolla.
Son
deportistas natas pues inventaron la pelota de trapo. Cuando no existían los
drones fabricaban cometas con cimbreantes colas de trapo y surcaban los cielos.
Por supuesto, muchas veces, arbitraban con silbato las contiendas del torneo inter
barrios y con soberanos lapos hicieron del Perú una potencia de vóley. Son
campeonas de lectura veloz. Leen los diarios cuando tú no los lees. Memorizan
detalles con asombrosa fidelidad y con raptos de lucidez e inteligencia a todos
nos sorprenden. Su inasible belleza es tan dulce como su compañía. Sus rorros tienen
ese efecto milagroso de estremecernos y volvernos niños.
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