Por:
Miguel Godos Curay
Universidad Nacional de Piura
Pobladores del Bajo Piura padecen hambre y sed a consecuencia de las inundaciones |
El
hormiguero humano no cesa. El letargo cojudo se ha convertido en una inusual
prisa, nervio puro, angustia, miedo y desencanto al mismo tiempo. Los
vendedores de agua, los verduleros, los acaparadores, los restaurants, los
transportistas hace rato subieron los precios. El costo de vida en Piura crece
como el río. La ayuda llega por personal iniciativa a las aldeas miserables en
que se han convertido aquellos parajes retorcidos por la euforia del carnaval. La Universidad Nacional
de Piura tiene pérdidas cuantiosas aún no cuantificadas. Computadoras bajo el
agua, proyectores multimedia arrojados
al azar por la furia de las aguas. Laboratorios tomados por asalto,
equipos costosos de ingeniería y sísmica, inutilizados Lodo pestilente por todas partes. Agua de
lluvia y agua de alcantarilla, mezcladas salvajemente. Todo registrado
pormenorizadamente porque los esfuerzos para el licenciamiento se hicieron
lodo. Bibliotecas envidiables están bajo las aguas. Así está la universidad,
así están también las ayer zonas residenciales respetables. Miraflores,
Monterrico, Los Cocos, Country. Sumemos
El Chilcal e Ignacio Merino tantas veces
inundados con contumacia. Las zonas exclusivas
de los avisos de periódico son hoy propiedad de las aguas. Las zonas
residenciales no inundables son hoy una estafa colectiva imperdonable. La
plusvalía inmobiliaria está por los suelos. Los ayer marginales del oeste.
Están mejor y agradecen a Dios, a pesar de los pesares, estar húmedos pero no
sumergidos como la Atlántida.
El
desconcierto mayor de las hormigas es que caminan incontroladamente sin que
aparezca alguien que con ejemplar
liderazgo les señale el camino. Hemos globalizado nuestra tragedia. Hay que
comer pero todo está caro. Ayer en el cortejo final de Octavio hemos constatado
que Santa Isabel, la hoy próspera zona comercial, despide un hedor insoportable
de comida descompuesta y de basura. Camino al Cementerio Metropolitano se
expande el mercado rodeado de basura. El
asfalto, arrancado de cuajo deja ver las ayer piedras soldadas por la brea. Hoy
andan sueltas a su antojo. Somos una ciudad selenita por los cráteres enormes
que a duras penas pueden cubrir con
tierra los tapa huecos. Nuestro parque automotor se hace añicos.
San
Miguel de Piura está desecha. Y su peor tragedia es la falta de autoridad.
Muchos voceros para anunciar las crecientes y una anomia superlativa para
enfrentar la realidad. El mando no tiene mando. Y los pobres pueblos arrasados
por las crecientes del Piura sufren con
dureza ese río desbocado, sedimentado en
horas, porque el engaña tontos del refuerzo de los diques con arena a un costo millonario, fue el detonante de la
tragedia. No se hagan cojudos los que se comieron el presupuesto, los
volqueteros millonarios, las horas máquina multiplicadas por la
voracidad de la plata fresca. ¡Piurano abre los ojos!
¿Quién
manda aquí? ¿Quién consiente que una hora de vuelo de helicóptero que en
Colombia está por los 2 mil 500 dólares y 3 mil dólares en Chile se consuman
para rescatar la mascotita de la hijita del Prefecto? El desconcierto es
terrible. Las hormigas van y vienen. Doblan las campanas de Catacaos, no
alertan. Narihualá y Pedregal ya están inundados. El único valeroso frente al
río es el Greco. Salvavidas de larga data. Hasta el propio Hospital Regional Cayetano Heredia apena con sus
innumerables goteras. Con kilos de historias clínicas remojadas. Con rostros
desencajados que van y vienen.
¿Quién
convoca a las universidades, a los
municipios a la sociedad civil en pleno para consensuar un plan de emergencia previo al plan de
reconstrucción urgente necesario? Eso no lo resuelven ni los ministros
asignados voluntariosamente, que van y vienen, ni a puertas cerradas el
gobierno regional. En 1983, surgió el Frente Cívico de Piura. El liderazgo
moral fue del Arzobispo Cantuarias Pastor. El liderazgo político de las cabezas
prominentes de los diversos partidos. La
izquierda, la derecha y el centro. Pero también estuvieron de pie la vigorosa
Federación Agraria de Piura y Tumbes. Así con voz en alto, la sociedad civil de
Piura, conquistó el Canon Petrolero.
Piura
roncó para exigir lo que por justicia y
derecho le corresponde. Hoy, hemos crecido económicamente pero nos hemos
encogido institucionalmente. Al paso que vamos nuestras corporaciones maúllan
como en un club de gatos techeros. “Miau, miau, Piura esta mojado”. Después
nada. Otros creen que llegó la piñata de la rehabilitación. Otros, los muchos,
están desarticulados por el cabildeo y
la mermelada. No hay dirigentes vecinales
para que en reclamo unánime exijan la limpieza de la ciudad. Las escasas
iniciativas, hasta el momento, parecen el té de un club de señoritas. Y de
nuestros representantes congresales tampoco tenemos la eficiencia esperada. Como dicen en el Bajo
Piura “con esos no salen ni las lagartijas de su huecos”.
Pero
ahí estamos con alcaldes ahuevados que
con candor de santo de estampita esperan
que PPK baje del helicóptero a pisar la tierra. Alcaldes que no disponen de los
recursos asignados porque temen a la contraloría como pericote al gato. En este mar de incertidumbre la luz de la
esperanza son los jóvenes. Su voluntarismo y generosidad no tiene color político. Eso es
bueno por la impecable pureza de las intenciones. Pero al mismo tiempo terrible
porque son los ciudadanos que mañana elegirán a sus gobernantes. Ayer en el
cortejo final de Octavio al Metropolitano, me contaron sus compañeros de
colegio, que a los 14 años leía y se sabía de memoria los apotegmas del Apra y el socialismo. Y su mayor proeza
fue reclamar levantando su mano en el aula.
Pero así como sabía doctrina, y articulaba demandas era un buen atleta y
adoraba las matemáticas. Hoy un jovencito de 14 duerme bajo las sábanas con
un celular que le captura la conciencia
y no se desprende de los audífonos para
desconectarse de la realidad. Su mundo
es pajota cuando la pasa bien y comparte
mensajes sincopados. Tiene celular de última generación, no lee porque en su
casa nadie lee. Su vida es chévere. Y su sueño, son los culitos que le arroban
en Internet. Esa es nuestra comedia y tragedia. Una sociedad invertebrada que se desmorona a pedazos y nos
duele.
¿Qué
hacemos? ¿Cómo reconstruimos Piura? ¿Qué futuro nos espera? La primera
reconstrucción es la de nuestra
arquitectura moral en una sociedad sin valores y sin paradigmas. Queremos una
sociedad donde el éxito no sea la conquista de los oportunistas y de los
despojados de pensamiento crítico, de propuestas y de ideas. Alguna vez
conversando con Monseñor Cantuarias, a propósito de un escrito, me dijo – Tiene
usted razón- el piurano tiene una fe polar. Venera a Dios pero no tiene
escrúpulo en acudir a los aquelarres de Las Huaringas e invocar al diablo. Y
para confirmar el aserto me refirió que de los 800 soles que se colectaban en las alcancías de la
catedral. 799 eran falsos. Los piuranos son falsos. Necesitan una
reconstrucción moral como paso previo a la reconstrucción de su ciudad con
decencia, dignidad y decoro. Sin amarres, sin coimas, sin latrocinios. La
experiencia dura de 1983 nos sirva de ejemplo. Para que el próximo diluvio no tenga
que acompañarnos Noe.
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