jueves, 30 de marzo de 2017

OCTAVIO SE FUE CON LA LLUVIA

Por: Miguel Godos Curay
Universidad Nacional de Piura

En el concierto de homenaje a Octavio,  Octavaio, Miguel Godos en primer plano Mario Navarro. Una noche inolvidable.
Una lluvia profusa lo llora en el cielo de Piura. Octavio Ubaldo Zapata Albán (Piura, 30.08.1948- Piura, 30.03.2017), mangache de pura cepa se fue sin hacer ruido, el cáncer se lo llevó. Partió con dignidad y proverbial decoro, ciudadano de la calle producto del extravío de su mente. Contradictoriamente sutil inteligencia en el tablero de ajedrez.  Sincero y ameno en la conversación. Políglota, enterado de los acontecimientos del mundo en las páginas de los diarios. El inquieto zahorí descansa ahora, retorna a la tierra acompañado del puro afecto entrañable de sus amigos. Los que no escatimaron esfuerzos para zurcir su dignidad humana. El paciente psiquiátrico en el Perú vive el olvido de su entorno familiar y de la propia sociedad agresiva y hostil.

El que en 1983, recién llegado de Alemania, vino con el candidato Alan García con ayuda para Piura. Se fue silencioso escuchando el sonsonete de la lluvia y el vehemente rumor del río. Quijote insomne, poblador  de los rincones de la ciudad  en busca de un lecho tibio. Al fin lo encontró. Una aguatinta de Mario Navarro lo pinta con su vitalidad a borbotones. Lo miro y los recuerdos nos asaltan. Octavio enseñó alemán en la Universidad Nacional de Piura y sostenía una tertulia inagotable sobre temas económicos en el local del Apra en  la calle Ica. Dialéctico, admirador de Haya, evocaba que siendo niño le lustró los zapatos al viejo. No se fueron de su memoria las clases irrepetibles de matemáticas en el San Miguel. Estuvo en Chile apoyando Allende, hasta que con pasaporte alemán la dictadura lo devolvió y retornó al Perú.

En Alemania estuvo en Bremen Haven y frecuentó  el mundo académico y universitario. Garra negra, como repetía entusiasta, se sumergía en la antimateria, en una explosión cósmica cuyo choque de neutrones supera en capacidad al mayor arsenal nuclear de la tierra. Octavio tenía una cultura basta. Algunas veces resolvía problemas de  matemáticas  a estudiantes universitarios con tiza sobre el pavimento. Deslumbraba entonces su genialidad. Otras veces, cuando se daba la ocasión, en varios idiomas, conversaba con extranjeros.

Era amigo personal de Mariano Calero y Pipo Rodríguez ex –Rector de la UNP. Con Mario y Lourdes Navarro cumplimos la proeza de descubrir su  conmovedora humanidad en la Concha Acústica. Aún recuerdo esa noche en la que con el lenguaje universal de la música, los amigos de la orquesta sinfónica interpretaron para él su universal repertorio. Habló entonces de la necesidad de proteger a los niños. Todos se quedaron admirados. El mismo se  contempló en las vigorosas pinceladas de un óleo de Mario.  Octavio presente fue ovacionado  por una multitud de jóvenes. El concierto, cumplió su cometido, hizo visible al invisible en una noche inolvidable.


De propia confesión Octavio recordaba que una noche mientras dormía vándalos ebrios le arrojaron una descomunal piedra sobre su cabeza para matarlo. El traumatismo le hundió parte de frontal su cráneo, pero sobrevivió, a la salvaje agresión que alimentó su temor. El comer algunos días sí y otros no hizo estragos en su cuerpo. Convaleciente, con su fina ironía proclamó su renuncia al humo. Limpio, con el rostro transformado, asomó otro Octavio de sueños irrepetibles que cuidaba los detalles de la cortesía y el ¿cómo están tus hijos?, ¿qué hacen?, ¿qué estudian? El agua de colonia refrescante le devolvía el ánimo. Pero Octavio estaba herido de muerte. El cáncer lo minaba  silenciosamente. Hoy ya no está. En el epílogo de su vida recibió amor humano, solidario, audaz en ese esfuerzo de devolver la dignidad a quien el maltrato de la sociedad margina impunemente. Con palabras no se puede deletrear la ausencia de un amigo. Un amigo ha partido con la lluvia. ¡Adiós garra negra! No te olvides de hacerme un ladito ahí en donde la felicidad perdurable siembra sueños.

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