Por:
Miguel Godos Curay
César Augusto Casariego Gutiérrez, El Greco |
El
campus de la Universidad Nacional de Piura en Miraflores muestra aún los daños
del cauce desbocado del Río Piura el pasado 27 de marzo. El desmadre del río
Piura nos deja sin aliento. Los daños a las catorce facultades son cuantiosos.
El agua alcanzó casi los dos metros e inundó laboratorios, bibliotecas, aulas y
arrasó con equipos de cómputo, mobiliario e inutilizó redes de alcantarillado,
instalaciones eléctricas. Se ha perdido cuantioso acervo documentario. En
deplorable situación están los auditorios, el Hospital Universitario, el Centro
de Preparación pre-universitaria, la Escuela Tecnológica y el Colegio de
Aplicación Carlota Ramos de Santolaya. Poner en pie la UNP cuesta mucho
esfuerzo. Sangre, sudor y lágrimas.
El
lodo arcilloso endurece sus huellas. Las 103 hectáreas del Campus están hechas
agua y lodo. Pero, poco a poco, docentes, estudiantes y los servidores
administrativos recuperan los ambientes con mucho esfuerzo. El trabajo es
arduo. El Rector Reyes Peña, recorre las instalaciones multiplicando tareas. No
hay tiempo que perder. Los estudiantes universitarios proceden mayoritariamente
de las provincias del interior. Muchos se han quedado sin pensión. Según
señalan los costos se han elevado ostensiblemente fuera de su capacidad de
pago. Según el INEI en Lima la inflación de marzo fue de 1.30% la tasa más alta
en 19 años. En Piura fue de 2.92% y en Trujillo de 2.17. Dos de las ciudades
más golpeadas por El Niño costero.
En
efecto, Piura, se ha encarecido enormemente. El transporte, alimentos, hospedajes,
provisiones, los pasajes a las zonas afectadas están por las nubes. Muchos
estudiantes de Huancabamba, Ayabaca, Talara y el Bajo Piura sobreviven a duras
penas. Como indican “nuestros familiares no nos pueden acoger, ellos también,
la están pasando muy mal”. Los ayer hotelitos para el sexo furtivo son hospedaje transitorio de damnificados con
capacidad de pago. Familias enteras viven hacinadas y hacen denodados esfuerzos
por retornar a sus hogares. Lo servicios de agua potable y alcantarillado están
averiados hasta en las propias zonas residenciales se reponen lentamente. Y las
instalaciones eléctricas sumergidas son un riesgo perenne. Las calles del
entorno son un cementerio de artefactos inutilizados, colchones ensopados en
lodo. Objetos inservibles y basura se acumulan por todos lados. La iniciativa
de una campaña de limpieza para este fin de semana quedará corta.
Las
instalaciones vecinas del Open Plaza, Sodimac y otros negocios ahí instalados.
Permanecen en febril trabajo de escobas y trapeadores, baldes y volquetes
cargados de lodo y productos arrasados por las aguas. Las pérdidas son
cuantiosas. Muchos negocios caminan al cierra puertas definitivo. También se
han reducido las cuadrillas que laboran en las empresas agroexportadoras. Todo
están afectados pero nadie se cruza de brazos. Ante el incremento de precio de
un almuerzo de 7 a 10 y 15 soles. Apareció la solución del taper económico de
tres cincuenta. Sí hay que comer todavía pero menudea el hambre. Los que no han
subido el precio han achicado el plato.
Vivimos
entre plagas de zancudos, grillos y pedigüeños
que han tomado por asalto Piura. Aprovechados, unos y desgraciados,
otros piden caridad a boca de jarro. Los vendedores de bolsas para desperdicios
del Centro Victoria se la rebuscan para subsistir. Los familiares de los
pacientes internos en el Hospital Regional comparten un plato. Ya no alcanza
para el menú individual. La tarifa de los mototaxis menudea entre cinco y diez
soles. Los más caminan hasta el mercado convertido en un pedregal de
productos caros.
Piura,
Castilla, Catacaos, Paita, Sullana y Talara están llenos de basura y de huecos.
De carreteras destrozadas. De barrios insalubres. Los rostros desencajados. Las
miradas ocultan la intranquilidad interior, en algunos, indiferencia, en otros,
esperanza. La carta pastoral del Arzobispo Metropolitano Monseñor Eguren
Anselmi: “Con el corazón en la mano les escribo esta carta en estos momentos
dramáticos y de emergencia que estamos viviendo en nuestras queridas Piura y
Tumbes. Sean mis primeras palabras para darles a todos ustedes un mensaje de
esperanza: ¡El amor de Dios no nos abandona nunca y está con nosotros en estos
momentos difíciles!
Tras
el embate implacable de la naturaleza necesitamos ánimo. Solidaridad colectiva
a manos llenas. Los diarios son un inventario de desventuras y desgracias. Y en
las notas sobre ocurrencias policiales se registran con el detonante de la
depresión: suicidios. Aunque el Senamhi y el Imarpe señalan que la Temperatura
Superficial del Mar desciende progresivamente y las mañanas son frescas. Los
piuranos son escépticos e incrédulos. Agoreros a no más. Y esperan los últimos
cordonazos de agua del jueves y viernes santo. Los lectores asiduos del
Almanaque Bristol suman lluvias. ¿Y los siete potajes? ¿Qué nos quiere decir
Dios? Algunos observan que las iglesias mormonas no tienen ni gota de agua.
Fueron concebidas a dos aguas en previsión de lluvias. Dicen unos: tienen hasta
pararrayos. Capillas inundadas hay en todo el Bajo Piura. Las que no, son refugios
temporales por la emergencia.
La
ayuda se apila frente al acceso al Gobierno Regional. Los únicos diarios que no
han dejado de circular en Piura son El Tiempo y La Hora de los Helguero. Los
otros, impresos en Chiclayo, la están pasando mal. Unos días aparecen. Otros,
desaparecen dependiendo del río la Leche y de las quebradas. Los periódicos
capitalinos hace tiempo no llegan. Los pocos que tengo vinieron de Lima en
manos de pasajero. Piura, está conectada e informada por radio. RPP con Juan
Nunura y Vanessa Jiménez. También se escucha Cutivalú, la voz del desierto hoy
convertido en vergel.
Sin
embargo, los corresponsales capitalinos ignorantes de la geografía local
inventaron nuevos distritos. No distinguen costa de sierra. Piura, es la Plaza
de Armas y el puente. Para ellos, Catacaos es una provincia y Pedregal un
distrito. En el reporte de aforos unos hablaban de litros y otros de metros
cúbicos. Unos reportaban anécdotas del unicornio. Otros buscaban a los muertos
de la inundación de Catacaos. ¿? Finalmente nadie los identificó. La noticia
inverosímil salió del COEN.
César
Augusto Casariego Gutiérrez, El Greco, convertido en símbolo mediático desplazó
al Gobernador Hilbck y al Alcalde Miranda, en la radio, los diarios y la
televisión. El gran sueño del salvavidas: “una llantita de camión para
deslizarse en las temibles aguas del río”. Luz Esperanza, la niña símbolo,
nacida entre las aguas, es robusta bebé y no esta desnutrida. Un motivo de
legítimo orgullo y ánimo. Ahí estamos en plena tregua. Las mañanas están
frescas. La Temperatura Superficial del mar desciende. En los campamentos al
filo de la carretera la población damnificada es atendida. Ese polvo, biznieto
del humo, el inolvidable yucún que se impregna en los ojos y forma adobes en
las fosas nasales nos acompaña a diario. Y no se irá hasta que todos en un solo
esfuerzo lo coloquemos en su sitio. Otro es el limo que nos dejó el río. Un
lodo espeso cargado de arcilla que
requiere energía para sacarlo. La convocatoria cívica ya cobró forma. Teo Zavala
hizo con cuatro palabras: ¡Piuranos nosotros si podemos! Ese milagro vivo de
devolver la energía a los vecinos. A pesar de los pesares ¡Gracias a Dios estamos de pie!.
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