Por: Miguel Godos Curay
Mamá es un hato de recuerdos. Ternura pura, energía intensa para abrir los ojos y la imaginación de sus hijos a
mundos maravillosos e inexplorados. Una sabiduría recóndita para derribar la
tristeza y una inmensa riqueza en cada recado a lo más profundo del corazón. La
vieja Piura del ayer, en donde todos se
conocían, era una ciudad de recados. Mensajes de boca a oreja escritos en el
papel de la memoria. Este es un recado para ella. Para quien sus ruegos, son un
diálogo cotidiano con Dios. Su presencia es como la luz del faro que guía
nuestra existencia. Sus gratos recuerdos fuente de espontánea poesía. El padre
provee, la madre multiplica los panes y los peces para el sustento diario. Y no
se arredra ante las dificultades. En su soledad ruega por todos. Su amor se
multiplica con los que sufren, desanuda las dificultades, atesora fervor y
esperanza por los más débiles y olvidados.
En los tiempos de escasez de pesca en Paita encontraron una solución en la
carne de ballena traída desde los grises farallones de Tierra Colorada. Los
aderezados bistecs y hasta los anticuchos eran una delicia para el hambre. En
todas las crisis siempre encontraron soluciones. Su buen sentido del ahorro y
el mejor uso de los bienes de modo original e inteligente fue respuesta
imaginativa a los planes de todos los ministros de economía del planeta. Su
lealtad insobornable, su decencia a manos llenas, su honradez a toda prueba convierte en enanos morales a los
gobernantes corruptos. El consenso de las madres construye los cimientos de las
naciones por eso los festines del erario la despojan impunemente de su derecho
a la felicidad. El poder en malas manos retuerce el bien de los que más lo
necesitan. Ese fue el testimonio de Hebe Bonafini la activista argentina de la
Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Su heroísmo no tiene límites. Dan la vida a diario por sus hijos. En silencio prefieren entregan
sudor y lágrimas por los que aman. Son el genuino ministerio de salud cuando la
salud de la familia peligra y el ministerio de educación cuando con pura y
serena intuición desenredan las complicadas
tareas escolares. Su coraje para el reclamo tiene una estatura más grande que las
encumbradas torres del ajedrez de los poderosos. Sus legítimos reclamos
convierten en maullidos de gato los rugidos de los leones autoritarios. Las
madres en su genial sabiduría miden el
tiempo contemplando el sol y las estrellas. Su portentoso Rolex es la
abnegación y manos limpias. Siempre empedernidas nunca se detienen en el hacer
siempre mejor las cosas.
La torpeza política no las cuenta para nada y ha inventado la vigilancia de la contraloría que es un jugar a
la gallinita ciega en vigilar el mejor uso de los dineros públicos. En cambio las
madres vigilantes son un antídoto a los onerosos despilfarros municipales y
regionales. En su día desbordamos sonoros homenajes, flores en el pecho, cantos
sublimes. Sin embargo hasta hoy no hemos erigido un monumento a la madre.
Tenemos predilección efervescente por la publicidad que nos ha llenado el
corazón de ollas arroceras.
Nuestras madres urgen de protección social en todo momento. Son la historia
viva de la patria, la energía que mueve los resortes del progreso y desarrollo.
Las víctimas inolvidables de las esterilizaciones forzosas de Fujimori. Las
madres educadas e instruidas mueven la economía del Perú. Su olfato para la
gestión empresarial -en apariencia dormido- crea más empleos creativos que el
ministerio de trabajo. Los desayunos en carretilla en cada esquina son su último invento. Sus
enseñanzas de boca a oreja en el hogar dan frutos con eficiencia. La seguridad ciudadana tan
precaria se fortalece con sus ojos y con sus palabras. Madres con su
dispositivo celular en mano en vigilancia son más eficaces que las cámaras de
adorno y los serenos que se hacen de la vista gorda y no vigilan nada. Las
madres unidas son una fuerza potente contra la inseguridad y el delito.
Contra lo afirman funcionarios y regidores municipales las madres organizadas
no son una legión de pedigüeñas. Sus propuestas
en favor del bien común y deben ser escuchadas. No hay territorio que les
sea ajeno: economía, salud, educación, familia y derecho son valiosos campos para sus iniciativas desoídas por el protagonismo retórico. La
inteligencia de las madres crea nuevos caminos para la provisión de desayunos y
activan comedores con platos nutritivos.
Son actoras eficientes en la promoción del consumo sano y saludable. Son grandes aliadas en la promoción de bibliotecas
escolares. Son muy eficientes en el monitoreo de programas de higiene y salud
familiar. Cuando se lo proponen mejoran el paisaje y la reforestación urbana.
Ellas inventaron el reciclaje y ahorro
utilizando los recursos
disponibles. Son gestoras del transporte solidario y cuidado de los niños. Con sus panderos y fondos rotatorios dan vida
a pequeñas empresas familiares y vecinales. En la promoción y uso de la
bicicleta más económica que los gimnasios contribuyen a las figuras esbeltas y
la belleza cosmética. En los barrios activan la promoción del deporte infantil
y juvenil. Y si se lo proponen dan vida a los programas de recreación y turismo
para niños y adultos.
Las madres son un capital humano invalorable por eso no debe ser excluido
en las instituciones del gobierno local, la empresa privada y el propio estado.
Sucede que el ogro filantrópico devora
presupuestos públicos porque es adicto al robo, la malversación y la repartija. No quiere ojos que vean y labios que
denuncien los descomunales latrocinios. Las madres son la luz del sol y penetra
los rincones que ilumina con su presencia. Es luz en las tinieblas.
Nuestra existencia es una legión de madres inolvidables. La que nos dio la
vida en un acto de entrega inconmensurable. La que nos llevó a la escuela el
primer día de clases. La que nos abrió
por primera vez las páginas del catecismo. La que nos preparó la torta de
cumpleaños. La que nos llevó por primera vez al cine. La que encuentra el
trompo preferido escondido y olvidado. La que nos preparó una mazamorra morada tan deliciosa que para
que te cuento. La que zurció tu uniforme escolar en las deshilachadas rodillas.
La que coleccionó tus fotografías desde
muy pequeño y que más tarde te las
entrega como un precioso tesoro. La que te condujo al camposanto para visitar a
los abuelos. La viejita linda que estuvo
presente en todas las clausuras del colegio. La abuela querendona que adoran tus
nietos. Este es un recado largo mamá.
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