Por: Miguel Godos Curay
Hemos
descubierto con el paso de los años que somos inmensamente felices con la letra
impresa. Con el aroma, para muchos imperceptible, de la tinta y el papel. Vivimos
entre libros fascinantes impresos que releemos a diario. Aún conservamos la heroica máquina de escribir
Olivetti como reliquia. Y aún sentimos la indescriptible emoción de una rotativa
Harris en pleno movimiento. La curiosidad por ver salir un titular en plomo
caliente de la Ludlow. Los movimientos de la caja de tipos del Linotipo Mergenthaler con su crisol de plomo hirviendo. Y la
habilidad de los linotipistas para leer los textos invertidos en lingotes. Esa
fue la edad del plomo. De los intermitentes pitidos Morse de la radio. De las
ruidosas redacciones.
De
ahí a los saltos tecnológicos maravillosos de las redacciones virtuales silenciosas
sin carillas de papel y con precisas medidas de los caracteres. El offset
mejoró la calidad del registro de la impresión. Despertó la fascinación del
color. De las bobinas de papel apiñadas en los almacenes. De las planchas de
offset recicladas en los diarios provincianos. Hoy en el mundo se deprime la producción de papel por los incendios forestales consecuencia del
cambio climático y los arrebatos de los grupos ecologistas que no quieren que las coníferas se
conviertan en papel impreso.
Los
nuevos libros son ediciones digitales. Se presentan por las pantallas como papel
pero en esencia no lo son. En realidad leer en la pantalla es extenuante. Una
sesión de lectura en formato digital agota frente a los parpadeos de la
pantalla durante horas. Y los ojos secos consumen goteros de colirio. Igualmente
los pulgares se deforman con el uso intensivo del dispositivo celular. Los
pulgares deformes son productos del exceso adictivo al celular.
Lo
propio sucedió con la fotografía. Aún recordamos que con un magazine de
película de 36 tomas de la cámara fotográfica reportera obligaba a administrar tomas como balas en un safari de caza en pos de la
noticia. Las primeras cámaras de video usaban cintas de seis minutos y la
casetera y la cámara pesaban 14 a 18 kilos. Hoy cualquier desorejado con
celular en mano puede registrar fotos y videos por horas de acuerdo a la
capacidad de memoria del dispositivo. Los despachos periodísticos desde la
convulsa franja de Gaza son registrados
por celular. Y la transmisión de los acontecimientos es en simultáneo y
directo. Por eso la guerra duele más.
Hoy
las cirugías plásticas digitales menos letales que las del bisturí están a la
orden del día. El photoshop es un rentable negocio y el artificio ganancioso para
los vínculos amatorios virtuales. La foto enviada es una, la realidad, oronda y
lironda otra. Las abuelas para contemplar su faz usaban los espejitos redondos
de sus polveras. Hoy la más desplumada adolescente recurre al celular. Ahí se
mira, remira y retoca. El mundo avanza a pasos agigantados gracias al progreso
tecnológico.
Hemos
salido de la tercera ola, la ola del conocimiento trazada por Alvin Toffler a
la cuarta ola de la robótica, la IA y la
cuántica. Hoy el hombre compite con los robots que lo desplazan en el trabajo
fatigoso, en la velocidad de los diseños y en la volatilidad de los mercados.
Nuestros pescadores artesanales con la fuerza de sus brazos compiten en la
captura del calamar gigante con barcos factoría chinos que como castillos
iluminados incursionan en nuestras 200 millas de mar territorial. Pese a las
denuncias de los gremios nadie del gobierno se pronuncia y reclama.
La
IA es una herramienta muy útil pero provoca una adictiva dependencia
tecnológica. Muchas veces colisionan la confianza digital y los principios
éticos. La perforación de la privacidad y la protección de los datos íntimos y
personales crea conflictos a consecuencia de las políticas permisivas y los
excesos de la inercia cognitiva y
perceptiva. El talón de Aquiles desde el punto de vista tecnológico es la
inseguridad frente a ciberataques por envenenamiento, evasión, ingeniería inversa
o al ingreso por la puerta trasera cuando se vulnera la protección. Los nuevos
riesgos logarítmicos están a la orden del día. La definición de los neuroderechos
en los procesos algorítmicos es un tema urgente que la academia debe abordar.
Los
riesgos son cuantiosos. Un caso para al estudio es lo sucedido en la demanda
Mata contra Avianca. La demanda empezó cuando el pasajero Roberto Mata demandó
a la aerolínea Avianca, diciendo que se lesionó cuando un carrito de comida de
metal golpeó su rodilla durante un vuelo al Aeropuerto Internacional Kennedy de
Nueva York el 27 de agosto del 2019.Cuando Avianca pidió al juez federal Castel
de Manhattan que desestimara el caso, los abogados de Mata se opusieron con
vehemencia, presentando un escrito de 10 páginas en el que citaban más de media
docena de decisiones judiciales relevantes para sustentar una eventual
reparación. Sin embargo, nadie -ni los abogados de la aerolínea, ni siquiera el
propio juez- pudieron encontrar las decisiones o las citas mencionadas y
resumidas en el escrito.
El
autor del escrito, el abogado Steven A. Schwartz, del estudio Levidow, Levidow
& Oberman, admitió en declaración jurada que había utilizado el programa de
inteligencia artificial para hacer su investigación jurídica - “una fuente que
se ha revelado poco fiable.” El juez Castel reveló estar frente a lo que llamó
“una circunstancia sin precedentes”. La demanda era un escrito repleto de
“decisiones judiciales falsas, con citas de antecedentes y textos legales inexistentes”.
El caso provocó una audiencia para las sanciones a este rapto de fabulación y
mentira. El juez Castel en resumen explicó que las citas internas y las citas
de citas, eran inexistentes. En resumen el ChatGPT proporcionó al abogado
Steven A. Schwartz decisiones judiciales falsas, con citas falsas, para
elaborar la demanda contra Avianca. Lo propio sucede en el mundo académico
cuando con la extendida práctica del copia y pega el ChatGPT genera respuestas en apariencia
realistas haciendo conjeturas. Urdiendo falsedades.
Stephen Gillers, profesor de ética jurídica en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York, afirma que el problema es especialmente grave entre los abogados: “No se puede simplemente copiar, cortar y pegar en sus peticiones judiciales”. En materia jurídica y en el ejercicio del periodismo no se puede recurrir graciosamente al ChatGPT sin verificar los hechos o cualquier información que se proporcione. Los numerosos casos presentados han generado un debate abierto sobre el valor y los peligros de programas de inteligencia artificial. La verdad que para Tomás de Aquino es la conformidad con la realidad no se ha movido un milímetro. La mentira es la falsedad y atropello a la verdad. Con la IA se está construyendo una ética que permita enfrentar las mentiras que por kilos están por venir.
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