Por: Miguel Godos Curay
Este entrañable libro es la
traducción de la tesis doctoral en la Facultad de Musicología comparada de la
Universidad Libre de Berlín de la etnomusicóloga Virginia Yep. La primera edición es posible
gracias al Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2015 con prólogo de José
Quezada Macchiavello, 239 pp. Como los
recados del sentimiento y el corazón se inspira en el paisaje del
desierto, entre arenales y algarrobos verdes, en la exultante alegría de las cholitas
y el esplendor festivo de los pueblos donde “la banda manda”. Se han acopiado
las letras y la música en donde se mezcla la devoción con el baile. En el Bajo
Piura hasta a los muertos se les despide con banda. En el inicio de las
festividades: redoblantes, bombos y platillos mansurrones, trompetas, saxofones
y clarinetes animan la fiesta. Alegran el alma son parte del fervor religioso y
los ritos de celebración. Un pueblo sin músicos es como un cuerpo sin alma.
En los tiempos de la hacienda
predominaban en los villorrios el golpe de arpa con cantores, arpistas y golpeadores
espontáneos. Infaltables los tragos de guarapo y aguardiente. El arpa de cajón en
el Alto Piura está asociada al ritmo de los tonderos. Allá por el año 70
disfrutamos en Santo Domingo de Morropón
a Saturnino y a don Andrés Calle majadores con coplas inmemoriales. Los versos
de las cumananas, coplas populares, de incandescente
repertorio y una arpa vieja y recorrida para animar el baile de tierra.
Veinticinco limones,/
carga una rama (bis) /
y amanecen
cincuenta (bis) /
cada mañana, cada mañana.
Tuyos son, tuyos son /
Ay los claveles, de mi corazón.
De todos los animales
quisiera ser como el zorro
para comerme a la gallina
y dejar al gallo solo.
Las rondas interminables duraban
toda la noche y las parejas de la campiña disfrutaban de la fiesta popular. La
autora menciona en Morropón a Nicanor Sandoval y a Darío Cruz cultores de la
cumanana. En Yapatera, Fernando
Barranzuela Zevallos con vena pícara improvisó su jocoso repertorio. La
aparición de las bandas arrinconó a los copleros de los tonderos originarios. La
revolución del transistor expandió nuevos gustos musicales y reforzó el
sentimentalismo afectivo por pasillos y sanjuanitos hoy el combustible de la
cumbia sanjuanera o cumbia piurana.
La música popular tiene vínculo con
la religiosidad y celebraciones del santoral y la cuaresma se extiende por los
territorios de las comunidades San Juan de Catacaos y San Martín de Tours de
Sechura. Integran San Juan: Catacaos, La
Arena, Cura Mori, La Unión y El Tallán pertenecen a la primera. San Martín de
Tours: Sechura, Vice, Bernal, Bellavista de La Unión, Rinconada Llíquar y
Cristo Nos Valga. La Plaza de Armas de Catacaos preserva la tradicional glorieta
para las retretas. Es una de las mejor cuidadas de la región. El ausente buen
criterio y el desprecio por la tradición hizo de nuestras plazas mamotretos
despoblados de áreas verdes.
El calendario religioso y festivo es
muy nutrido en el Bajo Piura. En pleno siglo XVII sólo Catacaos celebraba ya 33
festividades. Todas las festividades tienen una función social pues permiten
expresar y olvidar dolores y tristezas. Se celebran ritos, procesiones, comidas
y bebidas que ofrecen los cofrades. Toda festividad tiene víspera día central y la despedida que se prolonga ocho o nueve días, octava o
novena. Durante toda la festividad participa la banda. Actividad principal es
la procesión con gran concurrencia de feligreses. Gracias a las devociones los
músicos, integrantes de la banda, pueden
vivir de la música. La religiosidad popular supera con creces a los circos de
las campañas electorales. En el Bajo Piura Dios tiene una presencia próxima en
las imágenes veneradas distantes de los textos bíblicos. La posibilidad de ver
y tocar a las imágenes los aproxima a Dios, los milagros atribuidos a una
imagen tienen un historial en cada
pueblo reforzando sus mitos y creencias.
Las instituciones más antiguas de la
comunidad creyente son las cofradías que comparten la celebración y el cuidado
del templo. Sociedades y hermandades
integran grupos en torno a una imagen.
Las sociedades reciben la denominación de “cofradías de devoción". Las bandas
cumplen una función de lubricante social y los oyentes responden emocionalmente con aplausos o con
lágrimas. La banda debe estar preparada para tocar lo que la gente quiera
escuchar. Son una potente fuente de comunicación social. El combustible
emocional de la banda es la reacción de los oyentes a través del aplauso o del
llanto.
El termino banda -según el
Diccionario de la Música de Poblete Varas- designa por lo general a un conjunto
más o menos numeroso de ejecutantes, compuesto especialmente de instrumentos de
viento y percusión. Una “jazz-band”
tiene por lo general un pequeño número de ejecutantes inclusive un
piano. La banda militar se compone de instrumentos de viento (de madera y de
bronce) y de percusión, cuyo número es
variable según la categoría o importancia de la banda. Su propósito es acompañar
regimientos. Este modelo, al igual que algunas formas de organización,
disciplina y saludo se replican en los
establecimientos escolares públicos y privados.
Los alegres acordes de la banda
animan a los vecinos que aguaitan y participan, escuchar la banda es disfrutar
de la extendida idea “sin banda no hay fiesta”. Las bandas aparecen en el siglo
XVIII y gracias al perfeccionamiento técnico y los instrumentos de viento, de
madera y de metal, fue posible la formación instrumental polifónica para la
música militar. Según el cronista Giovanny Puchaicela las bandas de música militares llegaron a Ecuador en 1818
con el Batallón Numancia. La Banda del Numancia había sido enviada de Bogotá a
Lima por el Virrey de Santa Fe don Juan
de Samano.
Durante su tránsito y presentaciones
causó una gran impresión en las principales ciudades de la sierra ecuatoriana por
su magnitud y calidad artística. Después de las batallas de la Independencia,
muchos de los músicos integrantes de las bandas se quedaron sin ocupación y se
obligaron a formar sus propias agrupaciones musicales. Las
bandas de pueblo en Ecuador surgen a finales del siglo XIX. Estas agrupaciones
representan a un barrio o pueblo y tocan ritmos populares tradicionales en
ceremonias religiosas de las comunidades de la campiña y fiestas cívicas.
Según las crónicas la presencia de instrumentos
nunca vistos y oídos causó asombro: el pícolo, corno francés, oficleides (tuba
antigua), serpentones (bombardino antiguo), junto a clarinetes, liras,
trompetas, bombos redoblantes y platillos. Las intervenciones de las bandas
despertaban el ánimo. Eran el complemento perfecto para las festividades
religiosas y cívicas. Las bandas militares contaban, por lo general, con un
número de entre treinta a cincuenta músicos, rango que hasta hoy se mantiene. Tras
la luchas por la independencia aparecen los himnos nacionales los que se
interpretan con euforia acompañados de bandas patrióticas. Las retretas eran el
correlato de toda celebración cívica o religiosa.
Por referencias de Feliciano Chero
(1995) fue el maestro ecuatoriano don Mariano Díaz quien trajo a Catacaos a su primo músico con
la intención de crear una banda de músicos, la primera de la que se tiene
noticia en la región. Don Mariano Díaz llegó a Catacaos procedente del Ecuador en
1848 en donde murió en 1895. Don Mariano se aplicó a la educación según el
método lancasteriano propósito al que contribuyó su sobrino Ciro Tito Andrade.
Uno de sus brillantes discípulos fue Enrique del Carmen Ramos insigne humanista
e historiador piurano.
A fines del siglo XIX los primos
Enrique Taboada Rivas y Santos Taboada
Ayala trabajaban como músicos. Gracias a Enrique fue posible la presencia del
músico ecuatoriano Crisanto Acosta quien en su banda en Guayaquil tenía al músico cataquense José
Emilio Ramírez en 1903. En 1906 ya el
pasillo sonaba en Catacaos y era parte de su repertorio. Este mismo año surgen la Banda Bolívar Nº 1 de Santos
Taboada y la Banda Bolívar Nº 2 de Luis Taboada. En 1908 aparece la Banda Unión
fundada por José Emilio Ramírez la que dirigió hasta su muerte en 1953. En 1942
Eucarpio Oliva fundó la Banda Santa
Cecilia que pertenece a la Sociedad Santa Cecilia patrona de los músicos. Esta
banda es parte de la tradición y patrimonio inmaterial de Catacaos.
Por su trayectoria musical destacan
en la Villa Heroica José Emilio Rivas
(1885-1953), Eucarpio Oliva (1918-1997) entre los compositores el sastre de
oficio Feliciano Chero (1921) y el mecánico Genaro Mena. Sus sentidas
creaciones se interpretan aún en las procesiones de Semana Santa. Todos los compositores advierten se nutren de
inspiración divina y señalan que llegado el momento se consagran a la creación.
Todos refieren sin menoscabo su iniciación musical tocando los platillos o el
bombo que afinan el oído. Los instrumentos de una banda de músicos son las
flautas, clarinetes, trombones, saxofones altos y bajos, tubas y batería
(bombo, tarola y platillos). Las flautas traversas son la esencia alma de las
interpretaciones religiosas, los alegres clarinetes en las danzas. Las bandas
pequeñas tienen trompeta, bajo, saxofón y batería. Los instrumentos de
percusión bombo y tarola, construidos por los mismos músicos, son elementos
infaltables.
La formación musical requiere el
aprendizaje de la “teoría”, los músicos teóricos saben leer música, los
prácticos no leen confiados en su oído.
Leer música hace que el ejecutante “caiga parado en cualquier parte”. La
formación musical entre humildes campesinos desde sus orígenes contó con el
patrocinio de la Iglesia y el Servicio Militar Obligatorio. El estímulo
musical es necesario e imprescindible para el mantenimiento esencial de la
fiesta popular en el Bajo Piura porque “sin banda no hay fiesta”.
Los repertorios musicales incluyen
marineras, tonderos, huaynos, polkas, pasodobles, pasillos, boleros y
guarachas. Se suman las marchas solemnes, pasodobles fúnebres, vigilias, misas
de gloria y responsoriales, piezas de música clásica. Pese a tratarse de
instrumentos de viento de origen europeo suenan distinto porque los principiantes asumen un instrumento viejo
de otro músico. Instrumentos parchados y reparados indican su mal estado. Mal
estado, superado por soplos mágicos y otros trucos que confieren a la afinación
de la banda tiene un carácter especial e inconfundible. Los ornamentos
melódicos son imprescindibles. Son como el ají en el cebiche. La lectura de las
partituras es superada por las habilidades de los músicos. El bombo es el
corazón de la banda. El tondero de banda es parte de su vocación de fiesta. La primera parte es
la glosa. La segunda parte es el dulce y
la fuga.
Expresión del cultivo del arte y la
música criolla es en Catacaos la familia Campoverde. Don Segundo es un compositor e intérprete de música
criolla. Las peñas criollas son el ingrediente festivo de chicheríos y
picanterías. La época de oro y esplendor de la música criolla fue la década 30. En Piura
existía la Rondalla Piurana, en Catacaos Juan Requena dejó a sus discípulos
Guillermo Requena, Miguel Correa Suárez y Raúl Calle Pacheco. Entre los compositores
destacan Segundo Campoverde, el
boticario Rolando “Mote” Ramírez y el cura morropano Pablo Alvarado. En la peña
criolla los guitarristas interpretan en
voz primera la introducción, intermedio y contrapunto al canto (floreo)
adornando el final de cada frase. La segunda guitarra toca un ritmo básico,
tundete para el valse ostinato (repetición) para el tondero. Una tercera guitarra toca las
variaciones de los bajos.
En el Bajo Piura el tondero ocupa un
lugar especial. Todo tondero se estructura con una introducción, glosa, el
dulce y la fuga. La glosa puede estar
conformada por versos octosílabos o dodecasílabos. Como anota Miguel Correa
Suárez: “Gracia, arrogancia y salero/ señores, eso es tondero,/ que con
guitarra y cajón/ y al compás de alegres palmas,/nació con la cumanana /en
bella tierra piurana”. La diferencia
entre la marinera y el tondero es su ritmo lento. Según los testimonios las
bandas son más antiguas que las agrupaciones criollas del regusto de la clase
media.
La banda está asociada a la marcha
cívica o a la procesional. Las marchas tienen su origen en las flautas y
tambores de la Edad Media que marcaban el paso de los peregrinos. O en los
ceremoniales cívicos y patrióticos. Compositores de marchas fueron Crisanto
Acosa, Enrique Taboada, José Emilio Ramírez, Eucarpio Oliva, Manuel Taboada,
Feliciano y César Chero cuyas famosas composiciones se tocan en todo el Perú.
Las marchas pueden ser meditativas o religiosas. Otras son las marchas regulares
que corresponden a las caminatas. La
duración de las marchas depende de la duración de las caminatas.
Responsables de las melodías son los compositores cuyas creaciones arregladas son ejecutadas por las bandas. El arreglista es el director de la banda. Organiza la melodía en compases y la adapta al género elegido. El director de la banda domina la armonía y la melodía y en bases a sus conocimientos dirige los ensayos. Bien dice el maestro Taboada, “… porque el catacaos, cuando toca su marcha, le pone corazón”.
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