Por: Miguel Godos Curay
El Diccionario de la RAE define al periodismo como: "Actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico”. Por extensión se llamaba periodista a quien escribía en un periódico. Por antonomasia periodista es el que trabaja en un periódico aunque no escriba. Periodiquero (ra) designa al vendedor(a) de diarios. En sentido despectivo, al periodista.
Gracias
a la revolución de las comunicaciones e irrupción de la aldea global de Mc
Luhan, el ejercicio del periodismo, de oficio consagrado a la información pasó a convertirse en una profesión con formación
académica y científica social. La función de comunicar con la verdad requiere del
cumplimiento de deberes y el asumir una responsabilidad pública de servicio a
la sociedad. El periodista aunque trabaja en una empresa su servicio busca el
bien común y la cohesión de la sociedad.
Hubo
un momento de la historia donde el dueño, el impresor, el redactor y el
director del periódico coincidían en la misma persona. Este fue el oficio de
Jaime Bausate y Meza seudónimo del audaz joven extremeño Francisco Antonio
Cabello y Mesa quien hizo posible, el 1 de octubre de 1790, la edición del
Diario de Lima considerado el primer diario de América Latina. Desde William
Randolph Hearst, el padre del
sensacionalismo, a la fecha, el
periodismo es una potente arma política. La imprenta, bien decía Bolívar, es la
artillería del pensamiento. Un periodicazo lastima mucho más que golpiza de
boxeador.
Hearst,
vislumbró este poder y utilizando su periódico el New York Journal incitó la
guerra de Estados Unidos contra España (1898). El único propósito de la guerra
de papel de Hearst era apoderarse de Cuba lo que consiguió después de fustigar
durante tres meses y 17 días con aderezados caldos de mentiras. Por eso para ilustrar
sus notas envió al caricaturista Frederic Remington quien debía plasmar a pluma
los abusos de los españoles con la población cubana. El diestro dibujanteen La Habana no encontró
nada que registrar en un escenario apacible por lo que decidió retornar. Es
famosa la nota que le envió Hearst. “Por favor quédese. Ud proporcione los
dibujos yo proporcionaré la guerra”. Lo que en efecto sucedió enervando la
indignación de la opinión pública. La guerra de papel y tinta surtió efecto.
Los
políticos en campaña adoran a los periodistas. Por eso les dan de comer en la
boquita y les compran la pluma. La novela Tirano Banderas de Ramón Valle
Inclán. Muestra lo sucedido con un periodista enviado a cubrir un mitin
político del partido contrario al del dueño del diario. Recriminado por decir
lo que vio y oyó. El dueño rabioso, amonestó
al redactor diciéndole: “La falta a usted intención política”. ¡Cada día es
usted menos periodista! El redactor,
presa de indignación, se desahogó ante un colega diciendo: “¡Quién tuviera una
pluma independiente! El patrón quiere una crítica despiadada… Es un oprobio
tener vendida la conciencia”.
La
ficción novelada es una foto a colores y sin retoques del periodismo mermelero
nutrido con el soborno. Menudea la merme en tiempos electorales. Y en las
dependencias públicas sujetas a fiscalización. Un amigo, exitoso funcionario a
vísperas de jubilación me invitó a escoger en su biblioteca, porque se iba de
Piura, libros que pudieran interesarme. Entre los de fina encuadernación me
llamó la atención uno especialmente empastado en rojo. Era el registro puntual
de los requerimientos económicos y materiales de periodistas locales con nombre
propio. El registro era una prueba fehaciente de la deshonestidad. Se lo pedí
con discreción. Y me respondió: Todos somos dueños de nuestro silencio, pero
esclavos de nuestras palabras. En el comercio de intrigas que es un diario bien
conviene la lubricada discreción. El colmo del listado resultó un diablo
predicador quien hablando sobre ética en periodismo decía que el periodista
cumplía un rol de Juez, Fiscal y Cura. Juez porque sus sentencias son
inapelables, Fiscal por defender el bien común y Cura porque cubre con su celo
secretos de confesión. Nada de eso cuenta en realidad. Como anota Joaquín
Estefanía. “El periodista se define en negativo. No es sino la suma de lo que
no es. Lo que no acabamos de ser es lo que somos.”
Ya
en 1901 anotaba Lerroux –el periodismo es el refugio de los fracasados en la
literatura y hospital de los inválidos de otras carreras. Trampolín de los
políticos. La soga del salto de los oportunistas. En 1895 el periodista inglés
John Swinton describía su trabajo del siguiente modo. “No somos más que
marionetas. Ellos (los propietarios) tiran el cordón y nosotros bailamos.” La
libertad de prensa y opinión fue siempre ilusoria. Las empresas condicionan su
línea editorial a los vaivenes de su subsistencia económica. Es la perversión
de siempre. Hacer del negocio publicitario, toma y daca de los intereses
políticos y económicos. En las visitas que suelen hacer los directores de
medios a funcionarios públicos no faltan el reportero y el jefe de publicidad
con talonario de facturación al ristre. Uno saluda, el otro registra, el tercero
pica y muerde.
Antes
se creía que el periodismo era el olimpo bohemio de aventureros, novelistas y
fracasados atraídos por esa sensación de estar en la cresta de la ola. Se
aprendía periodismo en las redacciones, talleres y concurridos cafés. Según
el profesor Carlos Soria la revolución del periodismo profesional se potenció gracias
a tres factores. Factor técnico y económico: el surgimiento de la empresa
periodística. Factor jurídico: el legítimo derecho a la actividad profesional.
Político: empieza a preocupar al poder el control de los informadores
profesionales. No hay político al que no le subyugue el ser favorito en una
encuesta o leer sus declaraciones en una primera plana.
Hoy
el escenario es diferente. Los diarios en papel impreso languidecen. En 1993 la
demanda mundial de papel fue de 32,811 millones de toneladas métricas. Estados
Unidos demandó 12, 693 millones de toneladas, la Unión Europea 6,799 millones
de toneladas. Últimamente ha repuntado el consumo de papel en Asia. El precio
del papel está condicionado a las fluctuaciones de precio de la celulosa. Al
cerrar 2017 la celulosa alcanzó elevados
precios con alzas del 45% (fibra corta)
US$ 694 tonelada y 31% (fibra
larga) US$742 según las estadísticas de la CMPC. El cuarto mayor productor de
celulosa en el mundo. CMPC es un grupo forestal integrado, con base en Chile y
filiales en Brasil, Argentina, Uruguay, Perú, Colombia y México. En
2015, CMPC Celulosa consolidó ventas por US$ 1.956 millones, incluyendo la
operación en Brasil, incorporada en diciembre de 2009. El 83% de su producción
se exporta desde Chile a Asia, América y Europa. El papel es un insumo caro y
empuja la industria editorial a la virtualidad.
La
crisis de la prensa impresa ha recrudecido en el último lustro y se ha
exacerbado por la pandemia. No sólo se ha deprimido la venta de ejemplares sino
de los espacios publicitarios. A todo ello se suma la pérdida de influencia
entre los potenciales nuevos lectores a los que no emociona abrir las páginas
de un diario. Prefieren permanecer hiperconectados a las redes sociales y sobre
informarse de los acontecimientos mundiales. Hace poco, en la explosión de un
almacén de difosfato de amonio en Beirut, los efectos de la deflagración fueron
seguidos en tiempo real en las redes sociales. El debate de candidatos entre
Trump y Biden parecía un encuentro callejonero. La agresividad de uno y el
tartamudeo del otro eran parte del entretenimiento de espectadores que leían
las expresiones de los rostros sin entender ni pepas de inglés.
Pese
a todo, las ediciones virtuales de los diarios mediante suscripción no tienen
éxito. La cultura de la gratuidad y el no pago por servicios informativos
favorece el surgimiento de medios alternativos. Las audiencias se han
fragmentado gracias a la competencia entre los operadores de redes y páginas de
noticias. Una propuesta muy debatida es la transición hacia un nuevo modelo de
prensa escrita de calidad, editada con menor periodicidad, con contenidos
alternativos e información rigurosamente verificada. Si la prensa no despliega
esfuerzos por mejorar no se obtendrán los resultados esperados. Muchos de los
redactores despedidos optaron por crear sus informativos en las redes sociales
con mucho éxito. Incluso compiten con el medio que los colocó en el ruedo de la
competitividad a un costo inferior,
En
tiempo de pandemia organizaciones como la OMS, OPS y la mayor parte de los
medios requieren periodistas con un conocimiento de las estrategias de salud
pública. La educación en salud es una asignatura obligada en las Escuelas de
Periodismo, la interpretación de las estadísticas no puede estar en manos de
desconocedores del tema. La falta de la credibilidad de la prensa en la
pandemia está asociada la desinformación. Poco a poco, se incrementa el número
de periodistas emprendedores que gestionan de modo impecable sus espacios lo
que es un factor de credibilidad que atrae a los anunciadores que se han dado
cuenta que la publicidad en medios impresos no surte efecto. Urge una
reconversión de las Escuelas de Periodismo con especial énfasis en economía,
estadística, ciencias de la salud, administración de los tiempos de ocio,
psicología y comunicación en tiempos de crisis. Ha quedado fehacientemente
demostrado que los políticos comunican mal y lejos de aumentar su credibilidad
provocan decepción y desconcierto. Los tiempos han cambiado. Sin embargo,
permanecen indelebles, los principios. La información, señala José María Desantes es una “función pública” que
la ejercita el periodista como mediador entra la realidad y los públicos. Advierte
Desantes: Del derecho a la información no son propietarios ni el periodista ni
la empresa, sino cada uno de los ciudadanos. El periodismo es una función
pública soporte de la democracia y de las libertades ciudadanas fundamentales. Por
eso ejercitar esta función requiere responsabilidad y ética, el despojo de
estos principios es atenerse a la ley de la jungla. Fieras y bestias hay en
todas partes.
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