Aldo Cango, Raúl Almeida y Jorge Aldana de Correo |
Por: Miguel Godos Curay
Una
legión de amigos ha partido en un abrir y cerrar de ojos. Raúl Almeida
Saldarriaga, un periodista memorioso autor de inolvidables crónicas deportivas
y un lector empedernido de textos poco conocidos de la historia de Piura nos ha
dejado sin avisar. Raúl nos entregó un ejemplar
de la primera edición de “Lámpara Votiva” de López Albújar. Ahí aparece
su telúrico poema “Anoche estuve en Piura” que en versos noctámbulos dice: “Anoche estuve en
Piura, /anoche, a media noche por ventura / ansioso de mirarla, reandarla,
sentirla / y aspirar su terrígena fragancia/ para, como el gigante mitológico/
recuperar mis fuerzas al pisarla”.
Por
aquellos días estaba en plena demolición La Casona frente a la Plaza de Armas para edificar una sede bancaria. Nada se pudo
hacer para impedir ese salvaje y aparente jubiloso avance del progreso. En
horas la trajeron por los suelos. De nada valieron nuestros ruegos y lamentos.
Y como premio consuelo se ofreció a la ciudad una sala permanente para la
muestra y exhibición de la producción artística y cultural de Piura. Un premio
a la modernidad que duró poco. Hoy ya no existe y los rapaces banqueros, en
silencio y sin reparo, se hicieron de la vista gorda. La sala de exposiciones
dedicada a Piura ya no existe.
Raúl
era hincha del Atlético Grau y vivió sus mejores performances junto a un
dirigente apasionado y solvente como Orlando Balarezo Calle. Mucho de lo escrito
sobre el Grau salió de su pluma y junto a él la certera convicción que el
fútbol llegó a Piura por Paita con ingleses que instalaron el ferrocarril en
1872. Otro reducto de peloteros fue el campamento petrolero de Talara. Ahí los
obreros, en sus tiempos libres, disputaban match tal como lo hacían los
británicos. Piura mantenía un vínculo amable con la Gran Bretaña.
Por
eso un 8 de febrero de 1931 a bordo del vapor Oropesa procedentes de Panamá
arribaron a la bahía de Talara el Príncipe de Gales, futuro Eduardo VIII, y su
hermano Jorge, Duque de Kent. Históricamente fue la primera vez que miembros de
la familia real británica visitaban el Perú. En Talara, el Príncipe de Gales,
Eduardo de Windsor, y su hermano Jorge recorrieron los campamentos petroleros
explotados por la London Pacific Petroleum Company disfrutaron de la
hospitalidad peruana y también del fútbol.
Mucha
historia local registró Raúl en sus crónicas. Según me comentó estaba
escribiendo y le ofrecí leer sus textos que deben permanecer en su PC. Debutó
como redactor en las páginas de El Tiempo y descubrió que el deporte, pasión de
multitudes, era parte de la vida de Piura. Sabía de memoria el itinerario de
Juan Seminario y Rolando Rodrich y las disputadas contiendas del Escudero y el
Estrella Roja. Los debutantes nuevos redactores de Correo aprendieron mucho de
él. No sólo lo acompañaban dominicialmente al estadio sino que seguían sus
consejos. Junto a él Oswaldo Orozco formaba parte de esa escuela viva de
periodismo de garra inolvidable de
pasiones irrepetibles.
Ameno
en la conversación y sorprendente en su curiosidad por los temas esotéricos.
Leía y apreciaba el buen cine. Era un asiduo concurrente del Variedades. Con sus característicos bigotes,
su sonrisa y carcajada después de referir una anécdota no perdía el buen humor.
Gracias a él tuve noticia del escritor Miguel Gutiérrez Correa tan ligado al
Brasil un restaurant en donde los pasteles de carne sabían a gloria y los
chifles se vendían por kilos. La redacción de Correo en el jirón Ica siempre
fue sonora, alegre, bohemia y ruidosa. En esencia piurana.
Ahí
lo conocí y mantuvimos siempre un trato cordial y amable. Siempre nos
sorprendió con recortes de diarios viejos, fotos amarillentas de
acontecimientos y personajes inolvidables. De sus ancestros porteños y de su
entronque familiar con don Juan Mena. Cuando recalamos en Sullana para el
lanzamiento de La Primicia un colorido matutino local lo convocamos y mostró
una versatilidad envidiable incluso para el cierre de la edición con temas que
no eran deporte. Era un periodista completo. Redactor, titulador y diagramador.
La modernidad le cayó como anillo al dedo.
Mi
familia lo recuerda por sus finos detalles. Mis hijos lo recuerdan por sus
bigotes a lo Bienvenido Granda, “El bigote que canta”. Raúl Almeida era “El
bigote que escribe”. Últimamente lo encontré en el jirón Loreto en la ruta de la
provisión del pan y de los chifles. Era puntual su presencia en los festejos
salesianos y devocionales a María Auxiliadora. Un buen amigo ha partido. Amaba
a su familia y a su tierra. No puedo olvidar sus impresiones de España y Europa
en donde estaban sus hijos a los que visitó en el viejo mundo. Entristece su
partida por aquello que dice el vals: “Dicen que las despedidas son muy tristes...”
Es sólo un anticipo, las huellas quedan
en el camino de la vida. Un bueno amigo ha partido. Una legión de amigos se ha marchado y como en
la función del buen cine para diletantes nos estamos quedando solos.
LA
PANDEMIA NOS GANA POR GOLEADA
Se
ha ido también el doctor Ricardo Bayona Espinoza quien estaba al frente de la
Oficina Central de Cooperación Técnica de la Universidad Nacional de Piura.
Gracias a su visión esclarecida se abrió a los estudiantes piuranos la
posibilidad de realizar estudios en universidades de México, Brasil y España.
Uno de sus últimos logros fue la conexión de universidades peruanas con sus
pares de los Estados Unidos de América. Sus alumnos de la Facultad de
Administración lo recuerdan por su estímulo a innovadoras iniciativas y experiencias de gestión.
Ricardo,
entendió meridianamente que la internacionalización de la UNP requería tres
condiciones primordiales: La primera el aprendizaje del inglés, portugués,
francés y chino para una conexión con
redes universitarias del mundo. La segunda la necesaria salida de docentes y
estudiantes, por sus méritos propios, a una ampliación de sus conocimientos con
los nuevos saberes y tecnologías y la
tercera, a la realización de actividades y proyectos conjuntos con universidades
pares. Sin esa mal entendida pretensión del exhibicionismo protocolar y la
notoriedad para la foto. La pandemia nos
está dando de alma. Son numerosos los docentes y servidores administrativos fallecidos.
El
recurso humano presta un invalorable servicio a la universidad y a la sociedad.
Por ello urge una sensible y humana preocupación por la preservación de su
bienestar y salud por encima de los voluntarismos pues resultan insuficientes.
La universidad debe proveer recursos, sin menoscabo, para atender la emergencia sanitaria. Existe
con objetividad una desproporción entre lo que los servidores entregan a su institución
a lo largo de su vida con lo que la institución, finalmente, invierte en ellos.
Los avisos de defunción son aire volátil. La pandemia arremete sobre la
economía familiar, la vida, el cuerpo y la salud.
Nos
sorprende diariamente el anuncio millonario de entrega de bonos a sectores
vulnerables el Presidente Vizcarra. Pero al mismo tiempo decepciona ese
abandono crucial en tiempos de crisis sanitaria a las universidades públicas.
En especial a su recurso humano invaluable. Esa desatención a sus docentes
sepultados con cuotas de sindicato porque sus derechos a una muerte digna le
fueron conculcados. El tener que recurrir a la ayuda solidaria por un balón de
oxígeno, a la imposibilidad de acceder a clínicas privadas porque sus onerosos
servicios están fuera del alcance de sus bolsillos.
Por
el momento estamos distraídos y entretenidos en los cursos virtuales a
distancia de la academia sin vislumbrar que la post pandemia es contracción de
la economía, convalecencia de enfermedad,
hambre y pobreza. La universidad pública urge recursos económicos para
enfrentar la peor recesión de la historia. No solamente urge equipos virtuales.
Hasta el momento los presupuestos son irrisorios. Urge inversión en bibliotecas
virtuales, softwares legales al alcance de sus docentes.
Invertir
en personas expuestas a la enfermedad. La situación de los estudiantes es
incierta porque los impactos en la economía familiar y sus asimetrías no son
aún visibles. La desatención a la universidad pública no se puede postergar. Las
universidades no son la cola de cometa de la economía. Lamentablemente el
presidente Vizcarra baila populistamente para las tribunas y con cascabeles
electoreros. La inversión en la inteligencia viva del Perú no le interesa. La
universidad sigue postergada. Este rosario de cuentas sentidas y dolorosas en
la universidad no para.
LOS
TRINOS DEL RUISEÑOR
Francisco Javier y doña Olga Balarezo |
Miguel
Purizaca Aguirre, ruiseñor de Piura, también,
emprendió vuelo pero no para sus giras populares por villorrios del
norte del Perú y Ecuador interpretando boleros y pasillos. Sus propias
composiciones como Talara… tú coreada a viva voz por los petroleros. Esta vez,
Francisco Javier, su nombre artístico, se fue al cielo a reunirse con esa
pléyade numerosa de compositores e intérpretes piuranos. Francisco perteneció
también a la heredad de los Aguirre Condemarín en Piura Los Cuyuscos.
Talara
tú, se repetía a viva voz en los
estadios para alentar al Torino: Entonces las multitudes en pie entonaban- “Talara
tú, viva el Perú ninguna/Tierra es linda como tú /Talara tú, viva el Perú/ Tú
guardas en tu suelo/ la riqueza del Perú”. Francisco Javier era un
incondicional participante de las tradicionales serenatas diario Correo cada 17
de septiembre. Era un negrito quimboso, cordial y alegre a su modo. Vestía de
camisas coloridas, pantalones blancos y zapatos de vaporino. Todo un artista.
En cada visita a Correo sorprendía con su voz, noticias de sus exitosas giras.
Los
CD con sus clásicas composiciones no faltaban en la cajonería de las mesas de
las redacciones. La partida del ruiseñor de trinos perdurables nos ha
sorprendido en plena mañana. A él nuestro recuerdo y gratitud por su identidad con Correo y esa familia hoy
tan poblada de ausencias. Si Dios lo permite, y sin el más allá hay jaranas tu
voz se oirá en la bíblica legión de la gran familia piurana. Son más lo que
están arriba que los que se quedan aquí abajo. No acompañe al juglar del pueblo
jamás la tristeza. El canto, la música entrañable del alma es siempre vida.
Vuela hacia lo alto ruiseñor.
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