Por: Miguel Godos
Curay
Hannah Arendt: La escuela forma ciudadanos |
El celular y las redes sociales hoy lo penetran todo.
El copión de los exámenes ya no utiliza reducciones fotográficas o manuscritos
con letra diminuta sino celulares finísimos y costosos que manipula y oculta
groseramente. Los hay con audífonos inalámbricos desconectados del mundo y de
la realidad. Los jóvenes de la era digital abdican a la cordialidad y se
conducen sin la posibilidad de una comunicación fluida, humana y amable. Las
ayer chismosas del barrio conectadas de boca a oreja hoy se enteran de la vida
ajena en el bus. Usuarios de todo pelaje y a boca de jarro usando el móvil vociferan
y te convierten en testigo de mentiras universales, infidelidades inauditas, amenazas
de cobrador y de inoportunas y temerarias declaraciones de amor por altavoz.
La última audiencia de Osiptel confirmó el nuevo
escenario de los sistemas de comunicación digitales. El ayer apetecido teléfono
fijo no sirve para nada. Hoy es una decoración inútil y precaria que nos ata a
servicios que no son servicios prácticos y funcionales. El móvil lo gana en
velocidad y en respuesta. Hoy la forma de comunicación directa y personal es el
whatsapp. Hoy es imprescindible ver el rostro del interlocutor sin importar la
distancia. Los mensajes de texto son una alerta puntual. Las capturas de
imágenes comprometedoras de situaciones indeseables de efectivos policiales y funcionarios
públicos están a la orden del día.
Cualquier expresión de conducta deshonesta puede saltar con garrocha a las
redes.
Otra abrumadora carga social son las fakenews (noticia
falsas) sin verificación ni contraste que han impuesto una cultura insoportable
de la sospecha sobre todo y sobre todos. Una lectura crítica revela una desaforada
actividad de opinólogos, politólogos en apariencia desinteresados. Hoy el webeo
es un deporte contagioso de baratos agentes de influencia expertos en envenenar
las redes. Denostadores y difamadores
destetados con bilis son parte de esta
nueva jauría de bestias mediáticas. Se trata de patentes de corso digital incubadas
por la amargura y la frustración. No se trata de Catones de la tercera ola. Son
sicarios a sueldo que pulverizan honras y a personas con nombre propio.
Al otro extremo están los vendedores de sebo de
culebra, los buenos para nada, los mal encaminados periodistas sin ética
inescrupulosamente peores que los males que dicen señalar. Tras el espejismo
virtual aún se mantiene indeleble la plena vigencia de la libertad y el respeto
a la verdad. La mala información y la desinformación tienen un correlato ético
y moral cuya antípoda son la inmoralidad (la transgresión deliberada de la
moral), la amoralidad (insipiencia moral). Otros optan por la moralina esa
moral de jebe que se acomoda a todas las circunstancias sin establecer con
claridad sus linderos y límites.
La corrupción ingrediente de la viveza criolla lesiona
el bien común y a la moral como
ingredientes cardinales de la actividad humana.
La corrupción y la inmoralidad caminan juntas. La primera es
una lesión que destroza el tejido social y la segunda el escozor insoportable
que aquella procura. Pocos admiten que
los valores, la estimativa de los mismos nace en la institución familiar su
cuna legítima es el hogar y se pone en
movimiento en la escuela.
Los valores no son notas de cuaderno olvidado sino
obligaciones para practicar en todo momento. Señala Hannah Arendt la escuela es fermento civismo y formadora de
ciudadanos y por ello merece un trato preferente en las sociedades democráticas.
La ciudadanía activa importa el conocimiento y la práctica de valores. Todas
las acciones humanas, aquellas en las que interviene la voluntad, son sopesadas
en la escala de valores que cada uno tiene. El acto elícito o voluntario se
ejercita en todo momento. De tal modo que la inmoralidad contumaz es la
expresión visible de la deshonestidad y la infelicidad pura convertida en una
miserable forma de vida.
¿Cuesta realmente ser honesto? La honestidad como el
aprender a leer requiere una práctica cotidiana. Así como hay analfabetos
funcionales los hay morales y ocupando cargos de responsabilidad. Cuando se
dejan de practicar los valores la acción humana se subordina a la comodidad y
al relajo de la conducta social. En la pedagogía egea el eje
de la formación personal es la
educación de la voluntad. La axiología no es un presupuesto filosófico para los
textos. La práctica de valores es una aspiración humana que se fortalece todos
los días. No se puede educar personas sino se educa voluntades. No sólo somos sujetos
de derecho sino también de deberes que hacen posible la convivencia pacífica y
soportable.
La crisis ética que arrastra la corrupción no sólo
despoja de preciados recursos económicos al Estado bajo todas las formas de
apropiación ilícita sino que se priva del bien a muchos en sus urgentes
necesidades. El mayor daño perpetrado a la sociedad es el despedazamiento de la
confianza ciudadana con esa abrupta sensación de impunidad y desaliento. Por
eso hay que zurcir con buenos ejemplos los huecos de la desconfianza. No son
escasos los esfuerzos por ser mejores se nos presentan como invisibles. Hay que
visibilizarlos en una cruzada que empezando en las familias preserve los
mejores frutos de la sociedad. No hay tiempo que perder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario