lunes, 24 de junio de 2019

PIURA: CIUDAD DE MAROMEROS

Geógrafo Mateo Paz Soldán y Unanue, advirtió,
que Piura sería sepultada por las arenas del
desierto.

Por: Miguel Godos Curay

Una de las mayores vulnerabilidades de Piura son sus casonas ruinosas  las que no se  mantendrían en pie con un sismo entre los 6.1 a 6.9  grados de la escala de Richter. El movimiento telúrico puede ocasionar daños severos en áreas donde vive mucha gente.  La antigüedad de las edificaciones, la humedad de los cimientos y el colapso de las estructuras conspiran contra la seguridad en el centro urbano pero los riesgos se multiplican a los nuevos asentamientos donde predomina la  auto-construcción sin el elemental  respeto a las normas de seguridad.

La vieja Piura es una genuina ciudad de maromeros. Durmientes de algarrobo, quincha, barro, adobones recubiertos de yeso de Congorá. Las trancas tienen amarres de cinchas de cuero de chivo templadas  diestramente por alarifes que después de dejarlas remojando las ataban hasta adquirir la firmeza del acero. Las construcciones de madera son recientes y corresponden a la prosperidad algodonera del siglo XIX. Prima el pino de Oregon en las escaleras, salones amplios y elevados aires para que circule el  fresco de la tarde. Son casonas de dos a tres pisos con paredes de quincha, soportan el movimiento pero por la falta de cuidado y mantenimiento podrían desplomarse al primer seísmo.

El envejecido adobe y la torta de barro mampostera no soportan el paso de los años. Invisible en apariencia con impactos estructurales es la mecánica de los suelos con perenne movimiento y dirección al lecho del río. Las excavaciones de los cimientos descubren  agua y filtraciones. La nueva Piura es un capricho del desorden urbano, la imprevisión y la improvisación por donde se le mire. Lo poco que se mantiene en  pie es un malabar sostenido por la cosmética urbana. La lepra del abandono consume la vieja arquitectura como si se tratara de una conspiración artera contra el pasado.

Resultan contradictorias en esta ciudad de la aridez las nuevas urbanizaciones como El Chilcal, Ignacio Merino y todas las ubicadas mordiendo el cauce de la margen derecha del río. Estos espacios van a seguir inundándose con las inusuales lluvias del estío y los desbordes del Piura. Los ríos como los caprichos  humanos se avivan en cualquier momento y causan daños indecibles. La Piura segura contra los diluvios camina ahora hacia el oeste en donde la plusvalía urbana construye  diminutos departamentos, casitas de muñecas en donde un piurano ordinario que tiene perro, gato y perico y una prole numerosa sencillamente no cabe con todos su bártulos.

La San Miguel de Tangarará fundada en 1532 por Pizarro, a decir de Porras, a orillas de las cananeas aguas del Chira. Tuvo un  designio de andariega ciudad de gitanos. Aquí duró poco y en 1534 Almagro tuvo que autorizar su traslado al sitio de Piura en el sitio de Monte de los Padres junto a la anchurosa e inimaginable Quebrada de las Damas. Aquí estuvieron hasta 1570 en que probablemente por los efectos de las plagas que convirtieron al poblado en una ciudad de ciegos y purulencias se fueron en busca de aires sanos hasta Paita. Ahí encontraron brisa, pescado y el asedio de corsarios y piratas. El agua escasa era transportada en botijas desde Colán. Sin agua la vida no es fácil y sin huertas ni sementeras la existencia se tornó imposible. 

Por eso los vecinos solicitaron al unísono al Virrey don Fernando Torres de Portugal el traslado a las inmediaciones del sitio de El Chilcal, cerca de Catacaos en donde hoy se encuentra. Ahí se fundó como San Miguel del Villar de Piura el 15 de agosto de 1588. Sin que su pasión de mudanza se detuviera por completo. Refiere Mateo Paz Soldán y Unanue que la otrora Piura temía ser sepultada por la arena que arrastran los vientos del desierto. Por eso una fina arenisca besa todos lo que tocamos con las manos: los libros, los escritorios y todos los rincones porque somos hechura del viento y la arena.

Aún se observa, en Piura la vieja, lo que quedó de los primeros cimientos urbanos y algunos muretes de piedra depredados por los acopiadores de piedra de construcción. Es el trazo hispánico. Cuando recorrimos con Juan José Vega en 1996 aún asomaban vestigios del trazo de la antañona urbe hispánica. Anne Marie Hocquenghem la descubridora del insepulto Canal del Tongo levantó un plano con el auxilio del topógrafo  Urbina. Curioso testimonio revelador de nuestro pasado.

El silencio sísmico de las placas continentales es una amenaza que se cierne sobre lo mal  y lo bien construido. Hay sectores urbanos erigidos sobre las sepultadas celdas del relleno sanitario al este y potenciales pantanos en el sector sur. Los pocos edificios existentes son inferiores a los doce pisos. El control urbano tiene poca eficacia en una ciudad con el vigor informal de una creciente necesidad de vivienda y el tráfico de lotes en los sectores populosos de la ciudad. Las áreas invadidas  y las mafias de los traficantes sin la principal causa del desorden y el caos urbano. Trafican con las tierras  en las bermas de las pistas, afectan la propiedad privada y reparten la tierra a su antojo.

Si esta ciudad de maromeros se empezara a mover todo se vendría por los suelos. Como sucedió el 24 de julio de 1912, Piura tembló y quedó totalmente arruinada. Como señala el ingeniero Julio Kuroiwa, la mayor preocupación es el silencio sísmico lo que incrementa las posibilidades de un impredecible desastre. La preocupación por el uso de la tecnología antisísmica es reciente, sin embargo, la prevención debe ser una obligación de todos los ciudadanos.


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