¡Almirante y Señor hombre de Piura/ a tu casa hemos venido con respeto! Recitó José Ramón de Dolarea en la Casa Museo Grau. (Archivo UDEP) |
Fue
un apasionado de la palabra, de la poesía y la literatura. Muchos versos del
Marqués de Santillana, Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Federico García
Lorca, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Pablo Neruda y del cholo César Vallejo
los aprendimos de memoria por su personal exigencia en el curso de Literatura
Española. Entonces los recitábamos de paporreta en un examen oral interminable.
Curso esplendido enriquecido con los recitales del profesor y el acompañamiento
con acordes de guitarra de Lary Vilchez. Viva experiencia que no se volverá a
repetir. Disfrutamos de la literatura entre algarrobos verdes y arenas blancas
de la Universidad de Piura. El curso tenía como complemento lecturas semanales
de José María Sánchez Silva, Miguel Delibes, Abraham Valdelomar, entre otros.
Recuerdos inolvidables. Según da cuenta el ex rector de la UDEP Antonio Mabres
el poeta partió el pasado sábado 10 de noviembre a las 10:25 de la mañana, hora
peruana, en Vigo (España). ¡A caballo partió el poeta que soledad violeta!.
El primer Rector de la UDEP ingeniero Ricardo Rey Pólis y José Ramón de Dolarea ( Archivo UDEP) |
Temperamental
y bohemio a su modo, exigente en el aula y amigo de mano abierta con todos. No
olvidamos el discurso que pronunció en el aula cuando obtuvimos el segundo
puesto en poesía en los Juegos Florales de 1973. Recitó mis balbuceados versos
con admirable afecto y lo hizo según sus palabras de “poeta a poeta” fue una
jornada inolvidable y estimulante. Aquel día me entregó sus Romances del
Algarrobo y de la arena con entrañable dedicatoria. En la foto de la premiación
aparece a mi lado junto con el padre Javier Cheesman y el Rector Ricardo Rey.
De eso hace 44 años.
Joserra
-como lo llamábamos- abordó con sutileza la poesía de Vallejo sobre él escribió
su tesis sobre la Angustia existencial y metafísica de Los Heraldos Negros.
Vallejo-advierte Dolarea- “A través de sus poemas nos presenta un espejo
desfigurado del Evangelio. Hay como un eco del hombre que lo refleja, pero no
llega a decirlo todo, ni a decirlo exacto. Hablo de truncamiento de unas
posibilidades extraordinarias de expresión del amor divino a través de la
altísima metáfora: la entrega mutua del matrimonio. Y es que en su poesía se
dan profundos simbolismos —acentos bíblicos del Cantar de los Cantares,
reminiscencias de San Juan de la Cruz— que registran su formación religiosa y
un conocimiento poco común de los clásicos castellanos y de la Sagrada
Escritura”.
Don Javier Cheesman Jiménez y sonriente José Ramón de Dolarea. |
El
poeta Dolarea tenía profundas convicciones religiosas. Prueba de ellos son sus
romances dedicados a las advocaciones marianas peruanas y americanas. Su primer
libro Romances del algarrobo y de la arena es el quinto de la colección
Algarrobo. En 1978 publicó: Requiebros (Letanías de la Virgen) con la misma
frescura de sus primeras entregas. Su versificación sencilla y coloquial resume
una incomparable devoción mariana. “Estrellas en tu cabeza/ y, a los pies,
llevas la luna. / Más bonita que ninguna, /radiante por tu Pureza”. En otro
cuarteto dirá: “Piropos te lleva el viento / de amor en la Letanía, / Virgen
Prudente, María, con todo mi sentimiento”. Perteneció a la abnegada legión de
los fundadores de la Universidad de Piura al lado del Padre Javier Cheesman
Jiménez, don Vicente Rodríguez Casado el puntual profesor visitante, el doctor
José María Navarro Pascual quien más tarde se ordenó sacerdote, Ramón Mugica
Martínez, el doctor Víctor Morales Corrales, Miguel Samper, Tere Truel y muchos
otros tan buenos sembradores.
Por
aquel entonces el edificio que desafiaba el desierto era diminuto todos nos
conocíamos. Las motocicletas marchaban por la trocha sobre el arenal. Expresión
de solidaridad estudiantil era la enorme camioneta de Ronnie Moscol que
conducía a todos los que encontraba en el camino. El hechizo vespertino era la
puesta del sol en el languidecer de la tarde. Ya se vislumbraba el oasis entre
los arenales y las caravanas de cholitas sobre sus piajenos. Eran los comienzos
de la UDEP. Sin duda un esfuerzo visionario iluminado por el tesón sobrenatural
de San Josemaría. Uno de esos ladrillos que sostienen esa valiosa iniciativa
universitaria fue José Ramón de Dolarea. El Secretario general y el profesor de
ejemplar disciplina e inolvidable amigo. Tantos sueños entre los umbríos
algarrobos del campus. Tanto bien entregado al Perú. Tanto amor e ilusión por
hacer bien las cosas. Tanto afecto entrañable por Piura. Tanta gratitud que se
empoza en el alma. Tantas veces entrada la noche se entonó San Miguel de Piura
como un himno a la tierra que inspiró al poeta. Aún resuenan en el oído
aquellos versos suyos que dicen “bajo el cielo de Piura se esconde el alma/
entre algarrobos verdes y arenas blancas”. Duerme el poeta en su sueño
inagotable de eternidad.
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