martes, 20 de noviembre de 2018

ENTRE ALGARROBOS VERDES Y ARENAS BLANCAS

Por: Miguel Godos Curay

¡Almirante y Señor hombre de Piura/ a tu casa hemos venido con respeto! Recitó
José Ramón de Dolarea en la Casa  Museo Grau. (Archivo UDEP)
Fue un apasionado de la palabra, de la poesía y la literatura. Muchos versos del Marqués de Santillana, Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Pablo Neruda y del cholo César Vallejo los aprendimos de memoria por su personal exigencia en el curso de Literatura Española. Entonces los recitábamos de paporreta en un examen oral interminable. Curso esplendido enriquecido con los recitales del profesor y el acompañamiento con acordes de guitarra de Lary Vilchez. Viva experiencia que no se volverá a repetir. Disfrutamos de la literatura entre algarrobos verdes y arenas blancas de la Universidad de Piura. El curso tenía como complemento lecturas semanales de José María Sánchez Silva, Miguel Delibes, Abraham Valdelomar, entre otros. Recuerdos inolvidables. Según da cuenta el ex rector de la UDEP Antonio Mabres el poeta partió el pasado sábado 10 de noviembre a las 10:25 de la mañana, hora peruana, en Vigo (España). ¡A caballo partió el poeta que soledad violeta!.
El primer Rector de la UDEP ingeniero Ricardo Rey Pólis y José Ramón
 de Dolarea ( Archivo UDEP)

Temperamental y bohemio a su modo, exigente en el aula y amigo de mano abierta con todos. No olvidamos el discurso que pronunció en el aula cuando obtuvimos el segundo puesto en poesía en los Juegos Florales de 1973. Recitó mis balbuceados versos con admirable afecto y lo hizo según sus palabras de “poeta a poeta” fue una jornada inolvidable y estimulante. Aquel día me entregó sus Romances del Algarrobo y de la arena con entrañable dedicatoria. En la foto de la premiación aparece a mi lado junto con el padre Javier Cheesman y el Rector Ricardo Rey. De eso hace 44 años.

Joserra -como lo llamábamos- abordó con sutileza la poesía de Vallejo sobre él escribió su tesis sobre la Angustia existencial y metafísica de Los Heraldos Negros. Vallejo-advierte Dolarea- “A través de sus poemas nos presenta un espejo desfigurado del Evangelio. Hay como un eco del hombre que lo refleja, pero no llega a decirlo todo, ni a decirlo exacto. Hablo de truncamiento de unas posibilidades extraordinarias de expresión del amor divino a través de la altísima metáfora: la entrega mutua del matrimonio. Y es que en su poesía se dan profundos simbolismos —acentos bíblicos del Cantar de los Cantares, reminiscencias de San Juan de la Cruz— que registran su formación religiosa y un conocimiento poco común de los clásicos castellanos y de la Sagrada Escritura”.

Don Javier Cheesman Jiménez y sonriente José Ramón de Dolarea.
El poeta Dolarea tenía profundas convicciones religiosas. Prueba de ellos son sus romances dedicados a las advocaciones marianas peruanas y americanas. Su primer libro Romances del algarrobo y de la arena es el quinto de la colección Algarrobo. En 1978 publicó: Requiebros (Letanías de la Virgen) con la misma frescura de sus primeras entregas. Su versificación sencilla y coloquial resume una incomparable devoción mariana. “Estrellas en tu cabeza/ y, a los pies, llevas la luna. / Más bonita que ninguna, /radiante por tu Pureza”. En otro cuarteto dirá: “Piropos te lleva el viento / de amor en la Letanía, / Virgen Prudente, María, con todo mi sentimiento”. Perteneció a la abnegada legión de los fundadores de la Universidad de Piura al lado del Padre Javier Cheesman Jiménez, don Vicente Rodríguez Casado el puntual profesor visitante, el doctor José María Navarro Pascual quien más tarde se ordenó sacerdote, Ramón Mugica Martínez, el doctor Víctor Morales Corrales, Miguel Samper, Tere Truel y muchos otros tan buenos sembradores.

Por aquel entonces el edificio que desafiaba el desierto era diminuto todos nos conocíamos. Las motocicletas marchaban por la trocha sobre el arenal. Expresión de solidaridad estudiantil era la enorme camioneta de Ronnie Moscol que conducía a todos los que encontraba en el camino. El hechizo vespertino era la puesta del sol en el languidecer de la tarde. Ya se vislumbraba el oasis entre los arenales y las caravanas de cholitas sobre sus piajenos. Eran los comienzos de la UDEP. Sin duda un esfuerzo visionario iluminado por el tesón sobrenatural de San Josemaría. Uno de esos ladrillos que sostienen esa valiosa iniciativa universitaria fue José Ramón de Dolarea. El Secretario general y el profesor de ejemplar disciplina e inolvidable amigo. Tantos sueños entre los umbríos algarrobos del campus. Tanto bien entregado al Perú. Tanto amor e ilusión por hacer bien las cosas. Tanto afecto entrañable por Piura. Tanta gratitud que se empoza en el alma. Tantas veces entrada la noche se entonó San Miguel de Piura como un himno a la tierra que inspiró al poeta. Aún resuenan en el oído aquellos versos suyos que dicen “bajo el cielo de Piura se esconde el alma/ entre algarrobos verdes y arenas blancas”. Duerme el poeta en su sueño inagotable de eternidad.

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