viernes, 13 de octubre de 2017

EL CAUTIVO LINDO DE AYABACA

Por: Miguel Godos Curay

El Obispo de ChulucanasMonseñor Daniel Turley venera al Cautivo de Ayabaca
El frío mañanero de Ayabaca penetra hasta los huesos, cientos de peregrinos duermen en la anchurosa plaza. Ahí están los trajinantes de todos los caminos. Los devotos agradecidos, los cofrades que todo octubre lo consagran al Señor. No faltan los desahuciados por la ciencia, arrepentidos presidiarios que lo tienen tatuado en el pecho, niñas que al nacer entregaron su cabellera y se la cortaron a los quince años para entregarla al Cautivito. Por los caminos con el pensamiento puesto en Ayabaca marchan en busca de Cristo tantos hijos arrepentidos. El peregrinaje es una especie de atletismo de la fe. Se requiere voluntad férrea, si los paralíticos andan y los ciegos recuperan la visión  esta caminata es un ponerse en los caminos del Señor.

El Cautivito es un Cristo lacerado, su rostro condensa el dolor y el sufrimiento. Algunos lo llaman Negrito lindo, morenito, taitito Dios. Su efigie recorre el mundo. Estampas con rebordes bordados, detentes, composiciones fotográficas con bombillos para adornar salas, polos pintados, imágenes de yeso y palo santo. Pero también vienen de acrílico de buen acabado venidas de China. Medallas, llaveros, discos de CD. Ex votos, milagros, de oro y plata todo para el Señor. Conforme a la tradición arde la cera en el santuario de Ayabaca. La capital provinciana es un hormiguero humano, peruanos y ecuatorianos, dan vida a la feria pueblerina donde los viandantes compran bocadillos de Socchabamba, alfeñiques, calaveras y colasiones. Membrillos y manjares. Todos los dulzores se concentran en calles y callejones.

Ponchos granate, moros y color del cielo. El sol entre las nubes ilumina el amanecer andino. Emisoras de Perú y Ecuador se escuchan en Ayabaca. Albazos y cumbias alegran. Todo el fervor se reconcentra entre los cerros de Ayabaca. La iglesia está llena de  fieles que con lágrimas en los ojos vidriosos tienen puestos sus agradecimientos estremecidos ante el mismo Dios. El Perú es una nación de arraigada tradición cristiana. Taitacha de los Temblores es el patrón jurado del Cuzco.  Tarma venera al Señor Muruhuay. El Señor de los Milagros es expresión, en el Perú colonial, del mestizaje de indios y negros del barrio de San Lázaro.

En Piura el Cautivo es expresión de una antigua tradición popular cuyos orígenes son  ya una leyenda. Las abuelas cuentan la historia de dos santeros  a quienes los alcaldes comuneros dieron el encargo de tallar una imagen del Señor para la veneración. Tras 21 días de faena encerrados en la sacristía y sin  noticias ingresaron al recinto encontrando las provisiones intactas y la imagen del Señor ante quien se hincaron de rodillas. La efigie es hechura de ángeles.

Los ayabaquinos refieren las cabalgatas del Señor por el cerro Campanario para defender Ayabaca en plena guerra con Chile. Otros hablan de su mirada penetrante y respetosa que te abre el corazón. Otros dicen haberlo visto en el quirófano alentando a los médicos en su labor. Vientres estériles dieron fruto, aunque usted no lo crea, el Señor es milagroso. Una vieja conversadora en los pasillos del Hospital Reátegui cuenta que ella se levanta muy temprano para conseguir turno. En cierta ocasión un mototaxi se detuvo y bajaron dos sujetos para asaltarla. Ella solo atinó a sacar la estampa del Cautivo que estaba en su cartera y colocarla como defensa mientras gritaba a viva voz “¡Aléjate Satanás! Los sujetos salieron despavoridos. El señor me protege siempre. Muchas veces no tengo ni para el mercado, pero siempre, rebusco en la cartera y aparecen algunas monedas. Estoy segura que mi negrito se acuerda de  mí y me da. No me deja morir.

Octubre se viste de morado en el memorial de Cristo en el Perú andino. Todos los caminos conducen a Ayabaca. Es un pueblo que camina al encuentro del  Señor. Cristo de los pobres, Cristo de los Cautivos, Cristo que estremece a los descreídos y blasfemos. Sí Señor. Había un regidor que repetía que la religión es el opio del pueblo. Y verá usted que de pronto la camioneta que lo conducía rodó por una quebrada y el ateo  en este trance de muerte repitió: “Sálvame y perdóname  Cautivito”. Así es la historia. Hoy es uno de los asiduos de la procesión vestido de hábito morado. El Señor es milagroso. Te acaricia con sus dedos el mismo corazón.


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