Por: Miguel Godos Curay
Cuando
los diarios cambian de dueño les sucede lo mismo que a los inmuebles recién
alquilados o con nuevo propietario. Primero les cambian el rostro con algunas
manos de pintura. Y posteriormente los transforman de acuerdo al personal
interés del nuevo propietario. Es la misma impresión que le provocó a Mario
Vargas Llosa la visión de la casa donde vivió junto a su abuelo convertida hoy
en un concurrido chifa. Es lo que ha sucedido con Correo el proyecto
periodístico de Luis Banchero Rossi puesto en marcha en Piura en 1962 por Raúl Villarán. La visión no puede ser más
distante que un espejismo de recuerdos. El taller de impresiones en cuya
rotativa alguien dejó la falange de sus dedos. Ya no existe. La placa inaugural
del nuevo taller en la zona industrial en donde Correo confirmaba su apuesta
por la regionalización es una reliquia de un pasado fascinante. Un sumergirse
en la vida de un combatiente de causas imposibles nunca vencido. Una gloria
tejida con recuerdos de ilusión pertinaz y de trajinada bohemia. El diario frecuentado
por don Pedro Miguel Arrese el inolvidable compositor de Alma Mía. Ya no
existe. La redacción trajinada por el P. Lau don Augusto Feijoó Sánchez en
busca de los “jodedores de pruebas” - así llamaba a “los correctores”- que a diestra y siniestra hacían puré de las
rimas consonantes de sus versos es un recuerdo entrañable. Los reporteros de
libreta y pluma. Los sabuesos de carne y hueso Los lectores insobornables y
empedernidos. Los analistas destetados con jarabe de política. Los cronistas
con vuelo de literatura y de novela. Los apasionados insobornables. Los
soñadores con los ojos abiertos. Los dueños de las sonoras carcajadas a
mandíbula batiente de felices ocurrencias. Los protagonistas del rito de la
amistad en el café Zelada. Los asiduos concurrentes de la Mas-carita por su
cerveza helada. Los devotos del sancochado y el caldo de pata de toro. Ya se
fueron. Los amigos inolvidables que alimentaron el vehemente afán por la lectura y permitían a los novicios asomarse a las
huellas de su trayectoria humana. Ya no
existen son dulce compañía de viejos recuerdos. Son más los muertos que los
vivos como si fuera una contabilidad de los ausentes. Ayer el jirón Ica
concentraba al pueblo en inolvidables serenatas. Hoy todo es silencio. Como si
se tratase de un adiós a las armas. Como si en el estadio los del viejo equipo
se hubiesen quedado sin camisetas.
Tantas
anécdotas deshojadas.Poco o nada queda del ayer por esa conspiración negligente
del fuego que consumió la hemeroteca y los archivos fotográficos. De Correo
sólo quedan los ejemplares que conserva y preserva la Biblioteca Municipal y la
hemeroteca del Cipca. Rescatar esta memoria de historia piurana es un desafío.
Los nuevos redactores son una legión desmemoriada que con sus abrumadores y
aburridos textos ignora que Correo siempre fue un diario de texto corto, ágil,
ameno como el Daily Mirror. Con una titulación sugerente que animaba la
lectura. Diario de campañas por la industrialización del departamento, la
modernización de la agricultura. Su principal batalla fue el Proyecto
Chira-Piura. Siempre estuvo a primera hora junto con el pan en los villorrios de Piura y Tumbes. Hoy se
imprime en Chiclayo por el prematuro vaivén de la modernidad. Y en eso le aventajan
sus competidores que cierran la edición más tarde. Requejo advierte que su
mayor pecado fue en algún momento el de ser un “diario a control remoto”. Las
pretensiones empresariales desbordan muchas
veces el interés por los lectores. El profesor Carlos Soria señaló con
reiteración que un diario de Piura y para los piuranos debe tener el sabor de
un seco de cabrito. No el de un menú insípido del apuro. Como se dice en perfecto
piurano “bueno es culantro pero no tanto”. Debe asumir con pasión las causas de
esta Piura provinciana que reconstruye sus canales de riego y que aporta
ingentes beneficios a la economía nacional. No quiere un diario que camine a
pie juntillas, complaciente y timorato. Sino un genuino huracán en la opinión
pública que despierte del ensueño a sus autoridades y ciudadanos. La Piura de
Grau se ha convertido en un eufemismo medallero
para el lucimiento muy distante de la Piura que se coloca de pie ante un
Estado que la mira desde lejos y a la que le exige lo que por justicia y
derecho le corresponde.
Correo
tiene invicta esa dignidad de diario popular voceado en todos los callejones
por sus batallas de papel y tinta. Por el escozor que provocaba en políticos y la indignación de
sus lectores. Por el gracejo de sus comentarios con sal y pimienta. Por sus
aciertos en los anticipos de la noticia. Por su servicio indeclinable a la
cultura. Por su identidad a manos llenas con los de abajo que muchas veces
repetían “a mí en el desayuno me bastan mi pan de Cotos, mi café de olleta y mi
diario Correo” La redacción de Correo tenía el esplendor y la vitalidad de una
olla de grillos. Sus causas irrepetibles fueron siempre nobles. Ahí el día a
día, en las viejas Remington, con las cuartillas borroneadas se escribió la
historia de Piura. La gramática habitaba la memoria y la ortografía era una
consulta obligada a los viejos redactores. La redacción silenciosa de hoy es
como una unidad de cuidados intensivos de hospital. La vieja redacción era
nervio, latido y grito, Pasión y garra al mismo tiempo por la primicia. El
silencio de las PC no tiene el ritmo del tecleado de una redacción en plena
ebullición. La noticia se perseguía con los cinco sentidos. La letra impresa,
la nota firmada daba cuenta de la audaz pluma. En la soledad reflexiva con el
silencio mañanero llegaban los redactores ahí surgía el editorial en la
dirección del diario. Correo del jirón
Ica 772 era un avispero. Un panal de curiosidad humana. Los talleres,
los crisoles, las tituladoras Ludlow, los linotipos, las insoladoras,
herramientas de esa alquimia de la palabra son un vaporoso memorial de aquel
tiempo en que una cámara fotográfica era como un fusil con 36 tiros
administrados por el cazador de noticias. Los periodistas no padecían ese mal
del amaneramiento y las pestañas rizadas. Mañas de señoritas torturadas por la
dieta y el deporte cojudo de pedalear bicicleta hasta la extenuación sin desplazarse. Eran señores con una
indescriptible capacidad humana de no sentirse pequeños con los grandes ni
grandes con los pequeños. Caminaban para
sentir el aire de la calle. Su encuentro
cotidiano con las noticias era una gimnasia viva. La noticia compartida en
aquel entonces nunca fue noticia. La
genuina noticia era la primicia que ocupaba las primeras planas. Las notas de
prensa servían para secarse las manos. Y las conferencias de prensa un ritual
desacomedido, un atropello a los periodistas zahorí que huían de los bocaditos.
Los cazadores de noticias son hoy una especie extinta. Los condecorados por el
decoro ya se fueron. Correo cumple 55 años me lo recuerdan con sincera gratitud
los viejos lectores que aún no olvidan
esta hazaña inolvidable.
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