martes, 19 de septiembre de 2017

CORREO DE LOS 55

Por: Miguel Godos Curay

Cuando los diarios cambian de dueño les sucede lo mismo que a los inmuebles recién alquilados o con nuevo propietario. Primero les cambian el rostro con algunas manos de pintura. Y posteriormente los transforman de acuerdo al personal interés del nuevo propietario. Es la misma impresión que le provocó a Mario Vargas Llosa la visión de la casa donde vivió junto a su abuelo convertida hoy en un concurrido chifa. Es lo que ha sucedido con Correo el proyecto periodístico de Luis Banchero Rossi puesto en marcha en Piura en 1962  por Raúl Villarán. La visión no puede ser más distante que un espejismo de recuerdos. El taller de impresiones en cuya rotativa alguien dejó la falange de sus dedos. Ya no existe. La placa inaugural del nuevo taller en la zona industrial en donde Correo confirmaba su apuesta por la regionalización es una reliquia de un pasado fascinante. Un sumergirse en la vida de un combatiente de causas imposibles nunca vencido. Una gloria tejida con recuerdos de ilusión pertinaz y de trajinada bohemia. El diario frecuentado por don Pedro Miguel Arrese el inolvidable compositor de Alma Mía. Ya no existe. La redacción trajinada por el P. Lau don Augusto Feijoó Sánchez en busca de los “jodedores de pruebas” - así llamaba a “los correctores”- que  a diestra y siniestra hacían puré de las rimas consonantes de sus versos es un recuerdo entrañable. Los reporteros de libreta y pluma. Los sabuesos de carne y hueso Los lectores insobornables y empedernidos. Los analistas destetados con jarabe de política. Los cronistas con vuelo de literatura y de novela. Los apasionados insobornables. Los soñadores con los ojos abiertos. Los dueños de las sonoras carcajadas a mandíbula batiente de felices ocurrencias. Los protagonistas del rito de la amistad en el café Zelada. Los asiduos concurrentes de la Mas-carita por su cerveza helada. Los devotos del sancochado y el caldo de pata de toro. Ya se fueron. Los amigos inolvidables que alimentaron el vehemente  afán por la lectura y   permitían a los novicios asomarse a las huellas de su trayectoria humana.  Ya no existen son dulce compañía de viejos recuerdos. Son más los muertos que los vivos como si fuera una contabilidad de los ausentes. Ayer el jirón Ica concentraba al pueblo en inolvidables serenatas. Hoy todo es silencio. Como si se tratase de un adiós a las armas. Como si en el estadio los del viejo equipo se hubiesen quedado sin camisetas.

Tantas anécdotas deshojadas.Poco o nada queda del ayer por esa conspiración negligente del fuego que consumió la hemeroteca y los archivos fotográficos. De Correo sólo quedan los ejemplares que conserva y preserva la Biblioteca Municipal y la hemeroteca del Cipca. Rescatar esta memoria de historia piurana es un desafío. Los nuevos redactores son una legión desmemoriada que con sus abrumadores y aburridos textos ignora que Correo siempre fue un diario de texto corto, ágil, ameno como el Daily Mirror. Con una titulación sugerente que animaba la lectura. Diario de campañas por la industrialización del departamento, la modernización de la agricultura. Su principal batalla fue el Proyecto Chira-Piura. Siempre estuvo a primera hora junto con el pan  en los villorrios de Piura y Tumbes. Hoy se imprime en Chiclayo por el prematuro vaivén de la modernidad. Y en eso le aventajan sus competidores que cierran la edición más tarde. Requejo advierte que su mayor pecado fue en algún momento el de ser un “diario a control remoto”. Las pretensiones  empresariales desbordan muchas veces el interés por los lectores. El profesor Carlos Soria señaló con reiteración que un diario de Piura y para los piuranos debe tener el sabor de un seco de cabrito. No el de un menú insípido del apuro. Como se dice en perfecto piurano “bueno es culantro pero no tanto”. Debe asumir con pasión las causas de esta Piura provinciana que reconstruye sus canales de riego y que aporta ingentes beneficios a la economía nacional. No quiere un diario que camine a pie juntillas, complaciente y timorato. Sino un genuino huracán en la opinión pública que despierte del ensueño a sus autoridades y ciudadanos. La Piura de Grau se ha convertido en un eufemismo medallero  para el lucimiento muy distante de la Piura que se coloca de pie ante un Estado que la mira desde lejos y a la que le exige lo que por justicia y derecho le corresponde.

Correo tiene invicta esa dignidad de diario popular voceado en todos los callejones por sus batallas de papel y tinta. Por el escozor que  provocaba en políticos y la indignación de sus lectores. Por el gracejo de sus comentarios con sal y pimienta. Por sus aciertos en los anticipos de la noticia. Por su servicio indeclinable a la cultura. Por su identidad a manos llenas con los de abajo que muchas veces repetían “a mí en el desayuno me bastan mi pan de Cotos, mi café de olleta y mi diario Correo” La redacción de Correo tenía el esplendor y la vitalidad de una olla de grillos. Sus causas irrepetibles fueron siempre nobles. Ahí el día a día, en las viejas Remington, con las cuartillas borroneadas se escribió la historia de Piura. La gramática habitaba la memoria y la ortografía era una consulta obligada a los viejos redactores. La redacción silenciosa de hoy es como una unidad de cuidados intensivos de hospital. La vieja redacción era nervio, latido y grito, Pasión y garra al mismo tiempo por la primicia. El silencio de las PC no tiene el ritmo del tecleado de una redacción en plena ebullición. La noticia se perseguía con los cinco sentidos. La letra impresa, la nota firmada daba cuenta de la audaz pluma. En la soledad reflexiva con el silencio mañanero llegaban los redactores ahí surgía el editorial en la dirección del diario. Correo del jirón  Ica 772 era un avispero. Un panal de curiosidad humana. Los talleres, los crisoles, las tituladoras Ludlow, los linotipos, las insoladoras, herramientas de esa alquimia de la palabra son un vaporoso memorial de aquel tiempo en que una cámara fotográfica era como un fusil con 36 tiros administrados por el cazador de noticias. Los periodistas no padecían ese mal del amaneramiento y las pestañas rizadas. Mañas de señoritas torturadas por la dieta y el deporte cojudo de pedalear bicicleta hasta la extenuación sin  desplazarse. Eran señores con una indescriptible capacidad humana de no sentirse pequeños con los grandes ni grandes con los pequeños. Caminaban  para sentir el aire de la calle.  Su encuentro cotidiano con las noticias era una gimnasia viva. La noticia compartida en aquel entonces  nunca fue noticia. La genuina noticia era la primicia que ocupaba las primeras planas. Las notas de prensa servían para secarse las manos. Y las conferencias de prensa un ritual desacomedido, un atropello a los periodistas zahorí que huían de los bocaditos. Los cazadores de noticias son hoy una especie extinta. Los condecorados por el decoro ya se fueron. Correo cumple 55 años me lo recuerdan con sincera gratitud los  viejos lectores que aún no olvidan esta hazaña inolvidable.

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