Por: Miguel Godos Curay
El periodismo desapasionado es un oficio de difuntos y almas en pena. El periodismo light es anorexia intelectual. El periodismo adulador es pecado mortal. El periodismo es apasionado como el fútbol. Pleno de emoción humana, intenso, garra y coraje al mismo tiempo. Exige tener la camiseta puesta y la valentía suficiente para vivir intensamente la búsqueda de la noticia. Quienes tenemos puesta la camiseta de Correo la sentimos sobre la piel. Nuestros recuerdos son un puente tejido de gratitudes y recuerdos. Este tabloide fue un proyecto visionario de Luis Banchero y maqueta del genio Raúl Villarán. Nació para dar voz a las provincias que no tenían voz. Desde sus primeros momentos asumió los proyectos de Piura y se convirtió en una trinchera de causas valientes, nobles y memorables. Por la dirección de Correo, desfilaron, periodistas que Piura evoca por su personal manera de decir las cosas. Están ahí Gonzalo Añí, Rafael Vega, Juan Zúñiga, Carlos Manrique, Renán Estrada, Feddy Viveros, Teddy Montúfar y Rolando Rodrich. Modestia aparte me incluyo en esta lista.
El viejo local del jirón Ica 772, en donde estuvo el primer taller de Correo, es todo un hato de recuerdos. Ahí en las viejas Remignton se tecleaban las noticias. Y el diario se imprimía en una trajinada rotoplana. Hoy está en la era del offset y con fornidas máquinas. Correo consolida su presencia en el norte, centro y sur del país. No es el diario más viejo pero es posible encontrarlo en todos los rincones apartados del Perú. Un diario con personalidad es siempre fuente de información y generación de opinión. No es un diario que se siente grande con los pequeños ni tampoco se empequeñece frente a los grandes. Numerosas batallas de tinta no le han sido esquivas porque con la verdad nadie miente ni ofende. Tiene 48 años de madurez, los suficientes, para desgranar con orgullo su propia historia. Es un diario moderno porque tiene la agilidad del Internet y no anda con remilgos y achaques de vejez. Si algo caracteriza a Correo es llamar a las cosas por su nombre No es un diario excluyente y con banderías. Es un diario de todos, para todos y con todos. En sus páginas están registrados los acontecimientos que mañana serán la historia. Es un diario inclusivo que leen con avidez desde Octavio Zapata hasta el candidato afortunado por las encuestas.
Es un diario con convicciones claras respecto a lo ¿qué es? y lo ¿qué no es? la descentralización pues se acunó en las provincias. A los políticos, muchas veces, puede saberles a ají rocoto. Pues tiene un directo e impecable estilo de decir las cosas. Y un modo sorprendente de mirarlas de cabo a rabo. Sus nuevos redactores, en la hoy silenciosa redacción, viven su propia pasión por el periodismo. Son jóvenes egresados de la Escuela de Comunicación de la UNP y Facultad de Comunicación de la UDEP. Si un diario fuese como las pócimas curativas de Joaquín Córdova, bastaría, un <
Un diario es una tribuna abierta en donde las ideas se combaten con ideas, porque, los golpes bajos son el cabe de las bestias. Un diario es la palabra que predica, pero también la palabra que enciende la hoguera. Un diario es un atisbo de esperanza pero también el escozor, que en el estadio, provoca una derrota. Un diario dice lo que tiene decir y por pudor ubica en su reducto a la inmundicia. Un diario tiene amigos porque tiene lectores. Un diario sin lectores es la orfandad de los que se quedan solos. Un diario denuncia pero no es el tribunal que administra justicia. Un diario señala la llaga pero no cura, es la sociedad la que tiene que resanar sus heridas. Un diario es la memoria escrita en el mismo instante que pasa. Y es recuerdo en la memoria. Un diario es como un faro de luz que orienta en la noche tenebrosa. Un camino señalado, pero no el único camino, porque la libertad de las conciencias no tiene cortapisas. Un diario es una construcción humana que preserva a la democracia de los tiranos. Es una ventana donde asoma la justicia para quienes se sienten en su orfandad la injusticia.
Un diario es la esperanza que camina cuando con valor enerva una aspiración social de cambio que todos esperan. Es un abecedario de derechos cuando los niños recortan los caracteres de sus titulares para anotar sus sueños. Cuando, al filo de la madrugada, los canillitas lo vocean junto al pan, es alimento para las conciencias. Cuando lo leen en la intimidad del hogar es como el mensaje que recuerda la cotidiana existencia. Y cuando envejece en un rincón tiene la venerable dignidad de los papeles viejos, ocultan las glorias del pasado y las miserias que sacuden el presente. Cuando no, prosigue su humana utilidad como envoltorio. Hemos visto papel de diario cubriendo en la carretera el cuerpo humano con la vida despojada. Recortado y subrayado para conjurar el olvido. Un diario, es papel, que antes fue árbol. Vida que entregó la vida que aún camina por el mundo. Un diario es un esfuerzo humano. Un trofeo de dignidad para quienes su vida entregaron por esta causa llamada periodismo. Un diario es una experiencia humana inagotable. Una conquista literaria para un bardo al que consuelan las letras de imprenta. Un diario no es un tesoro de pirata legado como heredad. Sino insignificante papel que cuando el viento lo sacude puede estremecer, en su aparente debilidad, la humanidad. No en vano Bolívar dice que el periodismo es la artillería del pensamiento. Yo me adhiero a los 48 años de Correo. En mi memoria se agolpan los recuerdos. Correo, son sólo seis letras que significan con genuino orgullo dignidad.
Foto: Luis Banchero Rossi y Raúl Villarán artífices de Correo
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