domingo, 19 de septiembre de 2010

LA DECENCIA POLITICA DE SANTO DOMINGO


Por: Miguel Godos Curay

Santo Domingo de Morropón tiene seductores encantos. No sólo la hermosura de su paisaje sino la bonhomía de su gente. No hay otro rincón de Piura en donde la cortesía, esa expansión del corazón, sea tan patente. Te conozcan o no los campesinos te saludan con un sonoro. –Buenos días de Dios- y un ¿Está Ud. alentadito? Por decir <>. Diariamente es un hormiguero humano. Por todos los caminos desde los caseríos vecinos. Quinchayo, Tiñarumbe, Chacayo, San Agustín, san Miguel o Chungayo se desplazan los alumnos a los colegios. La alegría se expande en las fiestas donde hermosas “bailonas” se divierten con sanjuanitos, albazos y tonderos. Las noches prosiguen animadas por globos aerostáticos, vacas locas de astas humeantes, golpe de arpa y baile de tierra, desfiles de gobernadores y reparto de conserva. Un dulce de achira, chancaca y frejol.
Cuando se trata de las obras comunales la minga, el trabajo colectivo de la comunidad es elocuente. Todo el mundo apoya, hombres y mujeres, grandes y chicos, jóvenes y viejos. Así se han construido las obras públicas visibles. La iglesia, las escuelas, la posta médica, el tambo comunal, los locales de los ronderos. Su propio himno dice: “Si loar provocan las proezas/ de pueblos que sólo se levantan/loor a tí mi Santo Domingo/ orgullosos tus hijos te cantan.” Así progresan. En los momentos electorales viven con pasión las contiendas.
Los animadores de esta lucha democrática son los partidos políticos. Militar por la izquierda, el Apra o Acción Popular es cosa seria. El trabajo político se realiza caserío por caserío y pueblo por pueblo. Y aunque las opciones políticas sean diferentes. Finalizada la contienda ganadores y perdedores se juntan dejando abierta la colaboración cívica. Eso fue lo que vi en tres personajes, hoy ausentes, a quienes conocí en mi periplo por la sierra. Braulio Calle López, simbolizaba al aprismo y junto a él venerables viejos seguidores de Haya. En su casa del jirón Comercio nunca dejaron de reunirse para animar la conversa y en tiempos de tregua política unirse para celebrar al santo patrón Santo Domingo. No sólo se pegoteaban los globos aerostáticos para las noches de la víspera sino que se acondicionaba la vieja y recorrida arpa para animar el baile de tierra.
Don Luis Amaro García Berrú, ex alcalde y madrugador agricultor, tenía un molino ahí concurrían con sus almudes de trigo todos los vecinos. Mantenía indeleble su lealtad a Belaúnde y de su cepa hay toda una generación de maestros y profesionales distinguidos. Don Ignacio Castillo Berrú, era el amanuense de la comuna. Su caligrafía obra en los libros de actas y en las partidas de nacimiento y matrimonio de todos los santeños. Su adhesión al socialismo es de vieja data. Estos tres personajes, a quienes conocí, se han ido en septiembre. Siento que en Santo Domingo en donde trajiné cinco años de mi vida me quedan pocos amigos como los dedos de la mano.
Aún conservo el recuerdo fresco de mis cotidianas caminatas al caserío El Yumbe. El aroma a vida del barro amasado en la morada de doña Quirina la alfarera en donde una tarde encontré a José Sabogal Wiesse. Mis diálogos vespertinos con el padre Juan Mc Knniff, agustino cuyo proceso de santidad está en camino. El diálogo ameno con Sinesio López Jiménez más tarde director de la Biblioteca Nacional.
Entre helechos, guayabos, higuerones y naranjos siento el bufido de los toros en las bravas peleas de la inverna El Jazmín. La sonrisa de los niños en el recreo penetra en mis oídos al cerrar los ojos. La alucinada presencia de doña Margarita Paz conversando con los pajaritos. Tantas historias contadas, tantos yaravíes deshojados en la tarde por el viejo Braulio Calle. Una luciérnaga se posa en el dintel de la puerta. “Veinticinco limones carga una rama/carga una rama/ y amanecen cincuenta/ cada mañana, cada mañana. Suena y resuena el arpa jaranera en mi memoria. En este camino tachonado de recuerdos y silencios.

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