Por: Miguel Godos Curay
Arequipa tiene la dureza del sillar la piedra volcánica. Piura tiene la arena caprichosa y volátil del desierto. El arequipeño es carnívoro y fecular. El piurano es ictiófago y aficionado al recado de sarandaja y tostado. Zarandaja en el diccionario es cosa menuda y sin valor. Un tazón de caldo de lomos al pie del Misti se lleva de encuentro al caldo de pata de toro y sancochado piurano. Nuestra afición a los frejoles se llama arveja, chileno, frejol de palo y frejol blanco. El arequipeño disfruta las habas verdes y la papa en todas sus formas: chuño, seca, sancochada y dorada para acompañar los antojos. El piurano y el arequipeño disfrutan del ají. En Piura el ají es imprescindible en el cebiche. Sean los diminutos ajís monos, de mesa, o el aromático limo. En Arequipa manda a la hora del papeo el señor rocoto.
Nuestro pan requiere manteca, en el
sur es ázimo y sabe a trigo. Bebida tradicional en Piura es la chicha de jora y
el clarito en poto. En Arequipa la chicha de guiñapo (maíz negro) en jarro de
vidrio y en vaso enorme hasta los portales. Allá mantienen viva la tradición
chichera en el menaje de siempre. En Piura, la jora y el clarito se sirven en
balde de plástico. Una genuina profanación contra las lagenarias y la jarra de
barro de nuestros abuelos. Allá mandan con señorío los batanes de piedra y los
fogones. Aquí la modernidad nos hizo voltear la esquina y olvidar nuestras viejas
tradiciones y técnicas culinarias. La cocina de leños obtiene grados kelvin de
temperatura que no alcanzan las hornillas a gas modernas. El calor y la cocción
marcan la diferencia en la degustación de los sabores.
En cortesía podemos competir las
primeras horas de la mañana. Cualquier vecino que asea su fachada saluda
cortésmente. Al igual en la Piura del campo y la ciudad solo los mayores saludan
con el Buenos días de Dios. Los adictos
al celular no saludan y pasan de largo con sus audífonos ruidosos. Piura supera
en ruido a Arequipa por el comercio ambulatorio, la pervertida costumbre de los
cláxones libres en donde se les ocurre a los conductores y ese afán de
incumplir las disposiciones de tránsito.
Ni en los sueños de opio aparece en
Arequipa el ruidoso mototaxi y el riesgosos servicio de la moto lineal. Sí
existe el delivery que transporta platos calientes raudo por la ciudad. La
migración foránea en Piura es una oleada indetenible. En Arequipa un problema
que crece pues no está permitida la ocupación de la vía pública y el desorden.
Lo que no significa que no existan pobres de solemnidad que aguardan en los
beateríos desayuno y sopa caliente. La mayor parte de los mendigos son
ancianos. No piden la gente les da.
La confesión en las primeras horas de
la mañana es una práctica cotidiana en el atrio de la catedral en donde se han
acondicionado separadores que protegen al confesor y al confesado. El flujo de
feligreses es continuo desde las seis de la mañana. La catedral, uno de los
lugares más concurridos en el día, permanece impecable. Corteses vigilantes le
recuerdan al instante que debe permanecer con la cabeza descubierta en la
visita. El sillar está presente en los muros seculares y en las baldosas de una
ciudad sin ruido.
Un rincón concurrido son las librerías
y las dulcerías. En Piura faltan librerías, sólo contamos Crisol, San Pablo y
Libún, poco a poco gracias a Houdini
Guerrero, se incrementa el número de lectores. En Arequipa es posible ser
atendido por una gentil conductora de taxi que se ha ganado el respeto de los varones
del gremio. En los parabrisas es posible apreciar la identidad del conductor,
el número de placa del vehículo, el tarifario y la ruta que cubre. Si usted lo solicita le
otorgan formal comprobante por Internet. En Piura, se cobra a como caiga el
cliente, una carrera de taxi puede convertirse en un asalto a mano armada.
Nunca sabes quién te conduce y el conductor se viste como quiere mostrando las
pobrezas. En Arequipa es obligación un traje decente e impecable. Estando
plenamente identificadas las empresas que brindan el servicio la confianza se
sustenta en el buen trato y el respeto al usuario. En Piura nos queda mucho por
aprender y en buena hora. No se trata de una racionalidad imposible.
Las áreas verdes permanecen bien
cuidadas y en su protección se ejercita la vigilancia de los vecinos. En
Arequipa es notorio el aseo en Piura nos gana el abandono y la basura por todas
partes. Al filo de las carreteras, a inmediaciones de los sectores populosos de
la ciudad. En los establecimientos comerciales allá se ha restringido para
siempre el uso del plástico y el tecnoport. En Piura es parte del paisaje, la
negligencia, el abandono y la incultura ciudadana. El vigor de nuestra economía
no activa aún el civismo, el respeto y el cuidado por el espacio en el que
vivimos. Allá se obstinan por la seguridad, aquí crece la criminalidad y el
delito. Muertos cotidianos en Piura, Sullana y Talara es un indicador de
inseguridad colectiva que debemos atenuar.
San Miguel de Piura se fundó en 1532,
Arequipa ocho años después en 1540. Como anota López Albujar: “En Piura,
repito, ha faltado la piedra, la piedra bajo todos sus aspectos. Por falta de
ella no ha tenido quien la labre y esculpa, quien la emplee en el palacio o en
la estatua. Sus pequeños escultores no han pasado de la talla y el repujo. Toda
su habilidad escultórica la emplearon en la madera, en el cuero y el metal. De
sus manos salieron únicamente imágenes, retablos y uno que otro santo de
iglesia o arcón; todo esto frío, enfático, servil, ripioso sin asomo de
grandeza ni gracia comunicativa.” No es
menos elocuente el escritor.
Arequipa se nutre de un regionalismo y
una adhesión natural al liberalismo. Advertía Francisco Mostajo que las
baldosas de sillar en tiempos de montonera se convertían en trincheras de
lucha. En la blanca ciudad bien puede entonarse un sentido yaraví o Blanca
Ciudad vals del piurano Rafael Otero López, sentidas notas escritas sin que el
poeta hubiera pisado la tierra del Misti. Ciudad Blanca, es considerado el
sentimental himno de Arequipa escrito por un bardo de la tierra caliente de
Piura.
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