Por: Miguel Godos Curay
Venerada imagen del Señor de Chocán de Querecotillo |
La festividad del Cristo de
Chocan es inmemorial. Antiguamente congregaba feligreses del Perú y el Ecuador
que trajinaban desde Alamor y Loja con limosnas
y cera para las imponentes velaciones y rezos. Tradicionalmente, era una
fiesta campesina por aquel entonces fieles venidos de Piura cruzaban el Chira
en canoas y pernoctaban en el atrio del templo de Querecotillo. La efigie corresponde a un Cristo moreno a
consecuencia del penetrante humo de las velas. Para otros es un Cristo del
mismo color que el Cautivo de Ayabaca y
el Cristo de Esquipulas en Guatemala. En estos escenarios los devotos son
mayoritariamente indígenas. Los cristos blancos y de marfil corresponden a la ceremoniosa
iglesia oficial. El Cristo indígena es cobrizo y oscuro, la dureza de su agonía
se refleja en la expresión desgarradora del rostro. Los vecinos de Sullana
veneraban al Señor de la Agonía y los querecotillanos, en la otra orilla del
río, al Señor de la buena muerte de Chocán.
Carlos Camino Calderón llama
a los sullanenes y querecotillanos los “ecuatorianos” del Perú porque antaño, en los tiempos de leva,
no reparaban en pasar una temporada en el vecino país en donde también tenían
nacionalidad y familia. Las fronteras eran más un artificio político para
contener el contrabando de ganado. El intercambio de productos era posible y los
comerciantes partían un billetito por la mitad para resolver el problema del
vuelto. Muchos de los renombrados apellidos de Loja son los mismos de Piura y Sullana.
Querecotillo es hoy una zona productora de banano orgánico para exportación.
Insertado en medio de platanales y cocoteros, es un pueblo transformado por la grosera
siembra de cemento. Las viejas bancas de madera de su plaza han sido
reemplazadas por otras duras cubiertas de colorida loseta en las que, los
soleados mediodías nadie se sienta bajo pena, a decir de los pobladores, “de
quemarse el culo”.
Los milagros del Cristo de
Chocán, ante el que también acudían salteadores y galleros siete suelas, son
numerosos. Entre los favoritos están la cura de la ceguera del comerciante
lojano don José Bustamente que desahuciado
por los médicos de Lima se dirigió a los pies del señor rogándole la
devuelva la luz, lo que en efecto sucedió, ante la admiración de los fieles.
Desde entonces el fervor se extendió por todas partes. Y el señor desparramó
milagros por todos los caminos.
El 11 de diciembre
de 1930, a consecuencia de las persistentes velaciones, el templo ardió en
llamas y la venerada imagen del Señor fue consumida por el fuego. Algunos
sostienen que el siniestro fue provocado para acabar con una festividad
religiosa que congregaba a galleros y ganaderos con más ánimos para las
cotejas, las apuestas, el comercio de ganado robado, los bebes de chicha y las
jaranas a golpe de arpa que para la oración.
Según los
cronistas, las vecinas se cerraron de luto por el dolor de la tragedia. Y los
tuitiros, callejeros y pedigüeños, con tono lastimero, acompañados de chirimía
y tamboril, repetían la historia de lo acontecido con el señor. “Líbranos del
mal Señor de Chocán… de rodillas imploramos extiendas tu bondad”. El mangache y
Presidente de la República don Luis Miguel Sánchez Cerro, devoto del Señor de Chocán
dispusom tras la tragedia, entrega de materiales para la reconstrucción del
derruido templo.
Entre los
escombros carbonizados se encontró solo un dedo del Cristo, conservado entre
algodones por el sacristán don José de los Dolores Arévalo. Fue lo único que
quedó de la venerada imagen tras el espantoso siniestro. Gracias a erogaciones
y colectas de los fieles se encargó al ciudadano español don Francisco González
Aguirre-Gaviria y gracias a las fotografías obtenidas por muchos fieles reponer
la imagen del Cristo.
Don Paco González,
recorrió en España, talleres de escultores y restauradores que con
el concurso de las fotografías y
descripciones reprodujeron con admirable fidelidad el gesto de la desaparecida
imagen. La imagen conserva intacto el único dedo que se halló entre las cenizas. La nueva imagen atravesó el Atlántico y en
1932 arribó a Panamá a bordo del vapor
“Orbita”. Dicen, los viejos tripulantes paiteños, que a pesar de las dificultades de la travesía el
vapor llegó a su destino sin contratiempos. Gracias a ellos corrió la noticia
de los portentos del Cristo moreno al que llamaron, como decía el despacho de
aduana: “De la buena muerte de Chocán”. Su fervor creció nuevamente y conducido
en numerosa comitiva a Querecotillo fue mostrado al pueblo el que de rodillas le
pidió perdón y la bendición. Cada 2 de febrero en el memorial de su pueblo se
recuerda este día y se le venera en concurrida procesión.
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