jueves, 1 de agosto de 2024

SWARAJ UNA VISIÓN DE LA INDIA

Por: Miguel Godos Curay

Una de las acepciones del término universidad es la que corresponde al: “Edificio o conjunto de edificios destinado a las cátedras y oficinas de una universidad”. Al espacio físico. En esencia la universidad es el espacio de encuentro de maestros y alumnos, de los que enseñan y los que aprenden. Es un apasionante espacio dedicado a la indagación metódica y a la investigación. Cuando la investigación no se estimula y fomenta la expansión del conocimiento se frustra. En la sociedad del conocimiento las personas no valen por lo que tienen sino por lo que saben. El saber es conocimiento primordial. La comunidad del conocimiento,  comunidad pensante, crea y recrea a todo nivel. Aprende y emprende. En latín “paedagogía” significa educación y “paidagogos” son los maestros. Se trata de maestros sumergido en la realidad. Un protagonismo activo del saber y enseñar. El inmovilismo, la vanidad pretenciosa, fosiliza la tarea de aprender.

El intelecto es la única facultad legítima del aprender; y el aprendizaje es siempre un proceso individual y competitivo. Sin embargo, está  con creces demostrado que la educación  requiere actitudes  humanas  en donde sintonicen   “la cabeza, el corazón y las manos” para motivar la acción humana  y la creatividad. Sólo en este contexto podemos hablar de una educación sostenible. En la Universidad de Swaraj en la India los estudiantes  se integran a comunidades en donde se dedican a “vivir y aprender”, En efecto, estudiantes y profesores, cultivan alimentos, cocinan, lavan platos, limpian y mantienen aseados los edificios dentro de un pleno sentido de lo que debe ser un “aula viva”. La denominación Swaraj tiene una profunda y vigorosa significación filosófica en sánscrito originario y significa autogobierno. Un proyecto humano distinto de la democracia occidental. Se trata de un autogobierno para la vida que enriquece con la influencia en las comunidades humanas. Es lo que se denomina “justicia cognitiva” y  “pluralidad del  conocimiento” una revolución en el entendimiento de la responsabilidad social y el desarrollo humano. Gandhi (1931) la consideró una aspiración sagrada de la India.

En este ambiente universitario se aprende a convivir, planificar, resolver conflictos y compartir conocimientos. Los que saben enseñan hasta elevar la capacidad inteligente de los que menos saben. Los ambientes están limpios porque nadie ensucia. La universidad es parte del tejido de la vida no un espacio dividido, como en los tiempos de esclavitud, en donde conviven en permanente y sutil hostilidad los que mandan y los que obedecen. En efecto, en nuestra universidad las aulas se ensucian porque creemos erróneamente que hay quien limpie. La irracionalidad carcome las inteligencias. Los bienes destinados a la formación sólo sirven a quien se los adjudica e impide el uso compartido con otros que los necesitan. El egoísmo a lo largo de la historia nunca fue buena escuela.

Así acabamos convertidos en proyectos inconclusos colocando linderos en cada una de las escuelas y facultades con una agresividad brutal y demente. El campus universitario se convierte en un remedo del Perú dividido y disperso convertido en un archipiélago de ambiciones descabelladas e inútiles. Sin resolver las urgentes necesidades.  En la universidad sinónimo de unidad, construimos una pervertida diversidad. Los logros serían mayores si se integrasen con genuino propósito  académico diversas facultades. La fortaleza se consolidad en la unidad.  Las facultades de Empresas y agronomía potenciarían al sector exportador primordial para el futuro económico del país. Economía y Medicina tendrían una versión certera de los beneficios de la protección en salud estadísticamente ponderados económicamente. Igualmente,  Minería y Comunicación Social obtendrían mejores resultados en explicar los impactos ambientales indeseables y los beneficios de la inversión extractiva. Veterinaria y Educación, podrían  desarrollar estrategias para el mejor uso de la producción en vacunos y auquénidos andinos, equinos y caprinos. Sin embargo, en el archipiélago disperso de saberes y quehaceres en la universidad de hoy seguimos con el propósito inútil de ensartar la aguja por la púa.

La dispersión, la división, el creernos la última chupada del mango no conducen a nada. El vivir en apariencias y no en la esencia de la universidad. Perdemos tiempo. Los talones de Aquiles académicos se multiplican por todas partes. Un caso patético es el negligente abandono de la enseñanza de idiomas. Huimos del aprendizaje del inglés, francés, alemán, portugués y chino como  del agua el gato. Las conexiones con el mundo están tapiadas por el desconocimiento. Igual sucede con el archipiélago de bibliotecas  a tal extremo que pocas veces se recurre a su uso puntual  por las dificultades que acarrea una eventual consulta.

La semiología académica es muy explícita y anecdóticamente un intercambio de ocurrencias de payasos. Hay académicos que compran vehículo último modelo o la última versión de IPhone porque confieren status. No compran libros ni los leen.  Tampoco los escriben y producen. Otros aventuran coparticipación en investigaciones en Estambul o la Cochinchina pagando  cupo para una furtiva, remota y ajena contribución intelectual. La autoridad exhibe poder mostrando como vedette  los quilates que luce. No los saberes que irradian  y comparten. Ignorando que el oro de 18 en Lima no cotiza en joyerías acreditadas. El oro de 18 k (75%)  no vale como el de 24 k (99.9%). El primero cuesta 219 el gramo el segundo 299. El oro de 18k nuestro  se considera de baja ley y no alcanza siquiera el 60% de pureza. No goza de prestigio. Es “orolata” de joyería.

De modo que nos hace bien apropiarnos del espíritu genuino de la academia en donde las personas valen por lo que saben. Se justifican por la producción intelectual que comparten. O por las soluciones que aportan a urgentes problemas de la región y el país. Casi siempre nos duelen en la pepa del alma las ausencias. Pocas veces se comparten las presencias  en la producción intelectual al alcance de las manos y con logros visibles.  “Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro” es una frase inolvidable del poeta José Martí (1853-1895).Esa es la tarea pendiente.

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