Por: Miguel Godos Curay
Una de las acepciones del término
universidad es la que corresponde al: “Edificio o conjunto de edificios
destinado a las cátedras y oficinas de una universidad”. Al espacio físico. En
esencia la universidad es el espacio de encuentro de maestros y alumnos, de los
que enseñan y los que aprenden. Es un apasionante espacio dedicado a la
indagación metódica y a la investigación. Cuando la investigación no se
estimula y fomenta la expansión del conocimiento se frustra. En la sociedad del
conocimiento las personas no valen por lo que tienen sino por lo que saben. El
saber es conocimiento primordial. La comunidad del conocimiento, comunidad pensante, crea y recrea a todo
nivel. Aprende y emprende. En latín “paedagogía” significa educación y
“paidagogos” son los maestros. Se trata de maestros sumergido en la realidad.
Un protagonismo activo del saber y enseñar. El inmovilismo, la vanidad
pretenciosa, fosiliza la tarea de aprender.
El intelecto es la única facultad
legítima del aprender; y el aprendizaje es siempre un proceso individual y
competitivo. Sin embargo, está con
creces demostrado que la educación requiere actitudes humanas
en donde sintonicen “la cabeza,
el corazón y las manos” para motivar la acción humana y la creatividad. Sólo en este contexto
podemos hablar de una educación sostenible. En la Universidad de Swaraj en la
India los estudiantes se integran a
comunidades en donde se dedican a “vivir y aprender”, En efecto, estudiantes y
profesores, cultivan alimentos, cocinan, lavan platos, limpian y mantienen
aseados los edificios dentro de un pleno sentido de lo que debe ser un “aula
viva”. La denominación Swaraj tiene una profunda y vigorosa significación filosófica
en sánscrito originario y significa autogobierno. Un proyecto humano distinto
de la democracia occidental. Se trata de un autogobierno para la vida que
enriquece con la influencia en las comunidades humanas. Es lo que se denomina
“justicia cognitiva” y “pluralidad
del conocimiento” una revolución en el
entendimiento de la responsabilidad social y el desarrollo humano. Gandhi
(1931) la consideró una aspiración sagrada de la India.
En este ambiente universitario se
aprende a convivir, planificar, resolver conflictos y compartir conocimientos.
Los que saben enseñan hasta elevar la capacidad inteligente de los que menos
saben. Los ambientes están limpios porque nadie ensucia. La universidad es
parte del tejido de la vida no un espacio dividido, como en los tiempos de
esclavitud, en donde conviven en permanente y sutil hostilidad los que mandan y
los que obedecen. En efecto, en nuestra universidad las aulas se ensucian porque
creemos erróneamente que hay quien limpie. La irracionalidad carcome las
inteligencias. Los bienes destinados a la formación sólo sirven a quien se los
adjudica e impide el uso compartido con otros que los necesitan. El egoísmo a
lo largo de la historia nunca fue buena escuela.
Así acabamos convertidos en
proyectos inconclusos colocando linderos en cada una de las escuelas y
facultades con una agresividad brutal y demente. El campus universitario se
convierte en un remedo del Perú dividido y disperso convertido en un
archipiélago de ambiciones descabelladas e inútiles. Sin resolver las urgentes
necesidades. En la universidad sinónimo
de unidad, construimos una pervertida diversidad. Los logros serían mayores si
se integrasen con genuino propósito
académico diversas facultades. La fortaleza se consolidad en la unidad. Las facultades de Empresas y agronomía
potenciarían al sector exportador primordial para el futuro económico del país.
Economía y Medicina tendrían una versión certera de los beneficios de la
protección en salud estadísticamente ponderados económicamente. Igualmente, Minería y Comunicación Social obtendrían
mejores resultados en explicar los impactos ambientales indeseables y los
beneficios de la inversión extractiva. Veterinaria y Educación, podrían desarrollar estrategias para el mejor uso de
la producción en vacunos y auquénidos andinos, equinos y caprinos. Sin embargo,
en el archipiélago disperso de saberes y quehaceres en la universidad de hoy
seguimos con el propósito inútil de ensartar la aguja por la púa.
La dispersión, la división, el
creernos la última chupada del mango no conducen a nada. El vivir en
apariencias y no en la esencia de la universidad. Perdemos tiempo. Los talones
de Aquiles académicos se multiplican por todas partes. Un caso patético es el
negligente abandono de la enseñanza de idiomas. Huimos del aprendizaje del
inglés, francés, alemán, portugués y chino como
del agua el gato. Las conexiones con el mundo están tapiadas por el
desconocimiento. Igual sucede con el archipiélago de bibliotecas a tal extremo que pocas veces se recurre a su
uso puntual por las dificultades que
acarrea una eventual consulta.
La semiología académica es muy
explícita y anecdóticamente un intercambio de ocurrencias de payasos. Hay
académicos que compran vehículo último modelo o la última versión de IPhone
porque confieren status. No compran libros ni los leen. Tampoco los escriben y producen. Otros
aventuran coparticipación en investigaciones en Estambul o la Cochinchina
pagando cupo para una furtiva, remota y
ajena contribución intelectual. La autoridad exhibe poder mostrando como
vedette los quilates que luce. No los
saberes que irradian y comparten.
Ignorando que el oro de 18 en Lima no cotiza en joyerías acreditadas. El oro de
18 k (75%) no vale como el de 24 k
(99.9%). El primero cuesta 219 el gramo el segundo 299. El oro de 18k nuestro se considera de baja ley y no alcanza siquiera
el 60% de pureza. No goza de prestigio. Es “orolata” de joyería.
De modo que nos hace bien apropiarnos del espíritu genuino de la academia en donde las personas valen por lo que saben. Se justifican por la producción intelectual que comparten. O por las soluciones que aportan a urgentes problemas de la región y el país. Casi siempre nos duelen en la pepa del alma las ausencias. Pocas veces se comparten las presencias en la producción intelectual al alcance de las manos y con logros visibles. “Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro” es una frase inolvidable del poeta José Martí (1853-1895).Esa es la tarea pendiente.
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