Octavio Ubaldo Zapata Albán (Piura,30.08.1948) |
Está
en la cama 10 de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Santa Rosa.
“Estoy vivo” Repite Octavio Ubaldo Zapata Albán (68). Mangache de pura cepa,
nacido del tronco memorable de la Chava Albán en el barrio norte un 30 de
agosto de 1948. Aprista hasta el tuétano. Economista keynesiano y socialista
por convicción. Inteligencia, privilegiada que después de recorrer el mundo se
extravió en los laberintos insondables de la inconciencia. Lector empedernido, termómetro de los
acontecimientos del mundo. Políglota que se despide en cinco idiomas. Hoy la
anemia lo consume pero la transfusión generosa de plasma le endosa vitalidad.
Mario Navarro, el pintor que lo admira hace lo indecible por esta criatura de carne y hueso a la que le
resbalan los derechos humanos y los malhechores del bien. Tan abundantes para
la notoriedad social y la consolación de su aparente caridad. El paciente
siquiátrico sufre el abandono de su familia y de la propia sociedad. Un hermano
invisible pregunta ¿cuál es su estado?. Pero
nadie se acerca.
Dice
Octavio. “Mario me salvó la vida” “Me trajo al hospital el 24, en plena noche
buena”. Junto a él estuvieron Mario y Richard Chávez. Poco a poco se recupera.
Sus músculos se han pegado al hueso y se le notan las costillas como los
cristos de palo santo de Aquino. Con el cabello recortado es otro. Asoma el
señor que conocí junto al candidato Alan García en 1983. Me dicen las generosas
voluntarias que lo acompañan que su sonrisa se hizo felicidad al refrescarse
con agua de colonia. El aroma a limpio lo transforma porque la humanidad
solidaria es un milagro posible. Un
ciudadano de la calle que reposa en el colchón del pavimento tiene el cuerpo
adolorido, en la cabeza quedan aún indelebles las cicatrices de los pedrones
que para interrumpir su sueño le arrojaron pandillas de salvajes. Como diría el
poeta Juan Luis Velásquez. Piura, que soledad sin soledad siquiera, que
trincheras tan altas sin altura.
El
mismo lo dice: “Estoy vivo. Aún no estoy en la dimensión de la antimateria”. Su
memoria recorre el mundo. Personajes de un itinerario planetario. Un repaso de
los amigos. “Se murió papá Fidel”. “El coro del Ejército Rojo sumergido en el
Mar Negro”, “El terrorismo en Berlín en plena navidad”. Con sus dedos de uñas
recortadas aflora el hombre con una sintonía tan humana que de ganas de llorar.
Ya no fuma ni lo consume la angustia Camino a la sesión de Rayos X no deja de
hablar. Es el Alonso Quijano de Piura a punto de recobrar la razón. Su
esmirriado cuerpo luce enorme y las canillas hoy limpias sobresalen en la
camilla hospitalaria diseñada por coreanos. Y tienen que sacarle dos placas
porque su estatura es singular en una aldea de pigmeos. Todo fluye en su
discurso. Canta de memoria la marsallesa y los ojos se le nublan cuando habla
del viejo Haya. “Papá tan humano, tan inteligente”. Octavio Ubaldo Zapata Albán
evoca a “la Quecha, Albán del mismo tronco de mi madre. A Luis Chapilliquén
Albán periodista de pluma ágil”. A la bíblica
tribu de los albanes mangaches, caceristas y sanchecerristas. Con la única excepción de Octavio que asumió
su propia lucha “en contra del imperio”.
El
hombre reposa en un sueño tantas veces arrebatado por el frío y los perros que
se acurrucan ante el cuerpo tibio. Ay mísero de mí que infelice diría Calderón
de la Barca y Chema Salcedo. Pero Octavio, hombre libre recorre los rincones de
la ciudad. “Ahí me quedé en la Tacna de Castilla” “Papá, me estaba muriendo”.
Hoy se recupera poco a poco. Un inventario
de males sacuden su cuerpo purificado en
la penitencia del extravío. “Garra negra, esa pandilla imaginaria surgida de la
antimateria lo socorre. Sandrita, Mario y la más amorosa de las madres
solidarias están a su lado. Octavio urge de un hogar que lo acoja. Pañales XXX.
Alimento en este recodo de su existencia. Un cuerpo duro de matar por las
bacterias no la hace pelota a las infecciones intra hospitalarias. Octavio, a
pesar de los pesares, está vivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario