COMPETENCIA
DE LADRONES Y MERMELADA
Por:
Miguel Godos Curay¿Por qué pierden credibilidad los diarios? |
Uno
de los temas del debate fue la percepción ciudadana de los medios. Preocupa,
por ejemplo, la ligereza con la que abordan los temas carnudos de la opinión
pública. Y ¿cómo? una denuncia, de un día para otro, se convierte en
publirreportaje, en avisos y suplementos. Mejor dicho hincan un día con
denuncia para al otro día cobrar en publicidad. Unos, advirtieron, los diarios
no tienen estatutos editoriales que establezcan con claridad los linderos
éticos del medio. Muchos medios tienen ética de jebe, dúctil y maleable a los
intereses de los anunciadores.
Existe
también la sospecha fundada que lo que las empresas periodísticas no pagan bien
a sus redactores. Por eso, ellos se encargan de cobrar lo que nos les pagan a
sus entrevistados, a los políticos, alcaldes, funcionarios y candidatos
denunciados. Las coimas, la mermelada, el cabildeo, la tentación perversa de la
adulación pagada se ha convertido en la sangre de las redacciones. Los
redactores y reporteros incorruptibles son especie rara. Entre los propios
periodistas los que no aceptan coimas son tontos que no aprovechan esa descarada
e irrepetible mordida. En realidad esa discutible conducta es una fibrosis
cancerosa en donde la deontología periodística no se regenera y se pierde.
Frente
a este conflicto los responsables de las redacciones no tienen ni idea de las
sacadas de vuelta de sus redactores. En las páginas de política, policiales,
judiciales, educación, sociales espectáculos y deporte. Algunos avezados
redactores sostienen “en mi sección el que no se matricula no aparece”. Y entre
los periodistas se llama “buen canelo” al personaje público que coimea con un
monto mayor. Otros viven de los canjes y favores. La corrupción socava también
los territorios de editores y jefes de secciones. Hay redacciones en donde
jefes y redactores se disputan los
botines como perros de presa. Las dimensiones de la coima exceden la anécdota.
Financian hasta departamentos imposibles de adquirir con un sueldo precario de
redactor.
¿Qué
hacer cuando falla la ética? La ética es como la buena educación se aprende en
casa, en el hogar con una buena dosis de ejemplo, claridad de propósitos y
consecuencia. En los centros de formación de comunicadores y periodistas se
piensa, erróneamente, que la ética y la deontología son cursos de final de
carrera. No es así. Una profesión de tanta responsabilidad requiere no sólo de
una buena base humanística sino de sólidos principios y valores que no son un
adorno en el proceso formativo.
La
formación en valores acarrea la dificultad de buscar el correlato de la
práctica cotidiana. La ética que se exige a los periodistas es la misma que
debe exigirse a los propietarios de los medios tan dados a la evasión fiscal, a
la reducción de costos y a mal pagar a los redactores de planta. Tras el
propósito empresarial de reducir costos, sin duda, flota la tentación de
pisotear los principios pues no se puede presumir de ética impecable cuando se
atropellan derechos fundamentales. Si el empresario es incapaz de ver los
derechos de los que tiene cerca cómo es que va a defender y preservar los
derechos de la sociedad que no está tan lejos.
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