Por:
Miguel Godos Curay
Cebiche de mero,delicia piurana memorable e inolvidable que resume aroma y sabor |
Sostiene
con autorizada opinión Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, Arzobispo
Metropolitano de Piura, el plato más delicioso de Piura es el cebiche de mero.
Ante tal portento es nada el cebiche limeño de lenguado. La magia del sabor
piurano tiene como ingrediente mero murique y limón de Chulucanas. El propio
Presidente Fernando Belaúnde a poco de retornar a la patria, en 1978, hizo pública esta sentida remembranza. “Cuando
estaba a bordo del Suzukun-Maru y veía las luces del puerto de Talara. Voló mi
pensamiento al reencuentro con la patria y mi primer deseo fue desembarcar en
Talara para pronto irme a Catacaos a comerme un cebiche de mero de Paita con
limón de Chulucanas”. Un cebiche concentra recuerdos de la memoria gustativa y la boca se nos hace agua. El cebiche es un
plato mestizo. Limón y pescado, delicia de navegantes. Pasión de aventureros.
Culto puro al sabor del pescado fresco, el limón, la cebolla y el ají.
De
Piura esa también el ají. Sea limo, de mesa, rocoto, mono o cerezo. Estos
últimos pueden dejarnos sin aliento pero acompañan al cebiche. El complemento
natural de un buen cebiche es el recado. Bien podría ser camote dulce de las
orillas del Chira. Sarandaja, cancha, o choclito. Los viejos paiteños
disfrutaban el cebiche con galletas de agua. En todos los casos es una delicia.
El cebiche de mero tiene un sabor exultante, fragante e irrepetible. Desborda
la amistad y la pasión por la tierra. La admiración por la cocinera. Abre las
compuertas de la sed por una buena chicha o clarito de Catacaos. Para otros de
una rubia bien helada.
El
mero es un sibarita del océano se alimenta de algas y mariscos que habitan en
los acantilados en donde se baten las olas. Esto explica la singularidad de su
textura y sabor. De la pulpa se prepara el cebiche, de la cabeza y el hueso se
obtiene un sudado reparador. Un caldo de cabeza de mero acompañado de galletas
de agua tiene un sabor divino e inolvidable. Los viejos paiteños después de saborear y disfrutar de un cebiche
y sudado de mero acompañada de chicha, clarito, vino blanco o cerveza helada se
congregaban para contar historias de corsarios y piratas, de los milagros de la
“mamita Meche” y a resolver plenos de fósforo los problemas nacionales con
fórmulas inéditas.
Don
Francisco de Quevedo y Villegas recoge en sus antológicos “Chistes” estos
versos de su inspiración ardiente puestos en boca de Juan de la Encina: “De los
pescados el mero, de las carnes el carnero, de las aves la perdiz, de las damas la Beatriz.” El regusto por el
mero es muy peruano y piurano. Hablar de mero en la culinaria porteña es dar
rienda a palabras mayores. En Paita eran famosas las cocinerías de doña Paula
Castillo, la inolvidable “Panameña” y la Barbarita expertas en cebiches sudados
y picantes como para chuparse los dedos. En Yacila, al sudado de mero se le
añade percebes con los que se reconcentra el sabor a marisco. En Sechura, Paita
y Máncora se captura el mero con arpón. Fresco, recién sacado del mar, desfila
a la cocina. Este es el secreto de su sabor irrepetible.
El
diccionario de autoridades define al mero: “Pez
teleósteo marino, del suborden de los Acantopterigios, que llega a tener un
metro de largo, con cuerpo casi oval, achatado, de color amarillento oscuro por
el lomo y blanco por el vientre, cabeza grande, algo rojiza, boca armada de
muchos dientes, agallas con puntas en el margen y guarnecidas de tres
aguijones, once radios espinosos en la aleta dorsal, y cola robusta. Vive
principalmente en el Mediterráneo, y su carne es considerada como una de las
más delicadas”. Meros de tamaños asombrosos abundan en la costa norte del Perú.
El mero nuestro, es color roca como para mimetizarse en las profundidades
submarinas.
Frito,
su aroma se expande varias cuadras y convoca a los vecinos. Del mero paiteño delicioso
bien se dice que vale un Perú por su sabor y contenido nutritivo pues a los
faltos de alimento les provoca un sueño profundo. El mero consagra inadvertidas
delicias relleno con langostino y acompañado de papas. Con calamares en su
tinta suelta su sabor y lo conforta con el de la oliva. El mero recién cortado
con limón y ají es un examen de sabor con el que se confesaban nuestras abuelas.
Un cebiche de mero no sólo reafirma lo escrito por Quevedo sino el esplendor
divino de nuestra cocina.
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