sábado, 29 de octubre de 2011

CRONICA DE UNA MUERTE ENREDADA


Por: Miguel Godos Curay

Los 206 días de angustia y dolor que significó la ausencia de Ciro Castillo fueron suficientes para construir una apasionada historia mediática que mantuvo en vilo a todos los peruanos. Los bufones de la televisión estuvieron de plácemes. El rating de las televisoras subió como espuma de cerveza. La inocultable corrupción de los políticos pasó a un segundo plano. El morbo, la violencia, el sentimentalismo chichero y de lágrima fácil estuvieron a la orden del día. La huachafería y la estupidez anunciaron el nuevo y escalofriante “Tour de Ciro”. El comercio ambulatorio encontró un nuevo icono para comercializar llaveros.

Los medios abrieron espacio para sus juicios personales. Las apariciones de Rosario Ponce dieron lugar a un sin número de especulaciones. Un público mercenario cautivo de soterradas pasiones completó el rompecabezas con secuencias de una tragedia de amor en las alturas. Otros desbordaron inaudita zafiedad en sus primeras planas.

El percance del joven estudiante de La Universidad Agraria La Molina, ocupó páginas enteras en los diarios. Los entrevistadores de la televisión alimentaron durante semanas el estupor nacional. Por supuesto nada era espontáneo, ni verdadero, ni auténtico. La telenovela se acabó cuando el cuerpo de Ciro fue encontrado en el Bomboya un memorable picacho del mundo mágico characato.

La presión mediática se obstinó con Rosario Ponce quien a consecuencia de la falta de rigor y credibilidad se convirtió en la protagonista criminal en un espectáculo truculento donde primó el artificio, la pirotecnia de los plumíferos y el vacío moral. Finalmente, el cadáver de Ciro, momificado por el frío, reveló en la autopsia, lo que nadie se atrevía a afirmar. Ciro murió a consecuencia de “politraumatismo severo” al desbarrancarse por una quebrada hostil y abrupta. La hipótesis del crimen se diluyó como baldazo de agua helada.

El lugar del hallazgo de acuerdo a los rescatistas mexicanos ya había sido inspeccionado por la Policía Nacional. Razón por la que las nuevas brigadas perdieron cuatro meses buscando en otros lugares inexplorados. La sospecha y el andar nuevamente por los caminos ya recorridos, finalmente permitió el hallazgo. El cuerpo de Ciro rodó por una quebrada de más de mil metros de profundidad. El cuerpo fue avistado por los rescatistas que realizaron el descenso. No faltaron los nuevos picotazos de la prensa sensacional. La historia de dolor muy a su pesar se fue completando.

Esta fue la crónica de un viaje iniciado un 30 de marzo por dos estudiantes de la Facultad de Ingeniería Forestal de la Universidad Agraria La Molina. Una aventura que les permitió trepar a 3 mil metros de altura. En el trayecto perdieron víveres, carpas y pertrechos. El 1 de abril iniciaron al ascenso al Bomboya y pasaron la noche en una cueva. Al día siguiente reanudaron la marcha. Según el testimonio los mapas no coincidían. El frío a cuatro grados bajo cero y las granizadas causaron estragos en los aventureros. Este tercer día transcurrió con la desoladora sensación de estar perdidos. Pasaron la noche en una cueva. Rosario extenuada se quedó profundamente dormida al despertar ya no encontró a Ciro. Todo hace presumir que salió a buscar ayuda pero lo hizo por una ruta peligrosa y de inminente riesgo. El amor de los padres de Ciro realizó inimaginables esfuerzos para encontrarlo. ¿Y Rosario? Cuando el amor se va. Los que finalmente se van son seres de carne y hueso que parten heridos con su propio cadáver a cuestas.
(Foto: Ciro Castillo Rojo)

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