Por: Miguel
Godos Curay
Ex-alumnos de las primeras promociones de la UDEP con el Rector Antonio Abruña Puyol |
La
Universidad de Piura es una semilla de algarrobo plantada por la buena mano de
San Josemaría Escrivá en el desierto. Es un árbol umbrío y frondoso que da
preciados frutos. El aire fresco y pleno del sentido cristiano de la libertad,
la búsqueda de la verdad, el cultivo de las humanidades y las ciencias le han
dado una personalidad propia y original. Un prestigio inalterable cimentado en
la honestidad y la responsabilidad con la que se forman los jóvenes que acceden
a sus aulas. La plana docente crece junto a sus alumnos. Siente que la universidad es
un espacio de encuentro. Entre los que saben y enseñan y los que aprenden y se
realizan profesionalmente al servicio del Perú. Tiene raíces profundas y crece
firme y segura bajo el cielo de Piura. Sus proyecciones cara al futuro tienen
clara la visión y vislumbrado el camino.
Dice
Octavio Paz que una de las palabras con profundo significado humano y
sobrenatural equivalente en todas las
lenguas es la palabra gracias. Y sus
significaciones tienen un tránsito entre lo espiritual y lo físico. La gracia
la concede Dios a los hombres para salvarlos y hacerlos mejores. Gracia muestra la niña que baile con espontaneidad un
tondero. El rostro iluminado de alegría y de adhesión a su tierra. Las
significaciones son múltiples pues gracia significa también: perdón, indulto,
favor, beneficio, nombre, inspiración
felicidad, buenas maneras. En resumen un gesto humano que muestra las buenas maneras y la belleza del alma. La
bondad misma.
La
gracia es un don gratuito el que lo recibe es agraciado. Y el que la agradece
un agradecido. Es la categoría humana que corresponde a los egresados de la
Universidad de Piura. No hay otra palabra en los caminos del retorno y el
reencuentro. Muchos recuerdos se deslizan en la memoria con nombre propio. Los
presentes y los ausentes. Y esa sensibilidad humana demora en ubicarse en la casa nueva recorriendo
los recovecos de ayer. Y constata como el ayer desierto de arenales resecos que
danzaban en el viento es hoy un apacible vergel. El moderno campus es una
respuesta creativa al reto de la geografía y la arquitectura. Ahí están las
aulas impecables, los nuevos jóvenes profesores, los estudiantes que asumen con
responsabilidad su futuro.
La
Universidad de Piura crece, es su curso natural. Su calidad formativa tiene
puntuales exigencias porque sus productos tienen la impronta del hacer siempre
bien las cosas. Estos cincuenta años, este medio siglo que ha pasado como agua
entre los dedos es una reafirmación de su compromiso indeleble. El país
necesita de iniciativas que promuevan el desarrollo de las personas con un
esclarecido sentido de responsabilidad y
honestidad. La crisis de la sociedad peruana tiene un común denominador
de abandono de valores y ausencia de los
mismos. Nos socava el pretender que la
política se subordine a los intereses
personales y no al servicio del bien común. Se olvida que el desarrollo
político -advierte Fukuyama- es similar a la evolución biológica sobre todo en
dos de sus principios: variación y selección. Variación en la naturaleza de las
instituciones políticas. Unas soportan el paso del tiempo y las que no logran
adaptarse desaparecen.
La
Universidad de Piura desde sus momentos iniciales mantiene el sentido Alfonsino
de universidad como comunidad de
maestros y alumnos dedicados al cultivo del conocimiento y el saber. Mantiene
ininterrumpida actividad académica. Es una universidad con alma que habita en
nuestra memoria como esa ave que está en todas partes y en ninguna pero ahí
permanece siempre. Han pasado los tiempos y nosotros los de antes ya no somos
los mismos. Y acudimos a la Alma Mater con ese fervor humano agradecido de
quienes sembraron en nosotros ese afecto inalterable por el Perú. La familia
reunida al calor del hogar deslizará los
más hermosos recuerdos y las experiencias generosas. Comentaba Severín
Fahsbender, un grato exalumno: “tenemos que estar en esta irrepetible ocasión
pues ya no estaremos en los próximos 50”. Como en el sentido vals de Adrián
Flores alma, corazón y vida son los ingredientes de la ternura y la gratitud
que nunca olvida. Como al empezar estas líneas. Gracias eternamente gracias.
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