lunes, 8 de febrero de 2010

UN HELADO DE CAFÉ EN EL COPPELIA


Por: Miguel Godos Curay
Piura se mueve con sorbos de café. En plena madrugada los comerciantes que acuden presurosos al mercado buscan un jarro de café retinto con el que inician todo el día. El café descafeinado es un enjuagatorio que no tiene ni el aroma ni el sabor de un buen café de Canchaque o de Santo Domingo. Mi abuela Juana Valdivieso después de sus oraciones inauguraba el día echando agua hervida en su vieja cafetera y con la tinta obtenida de las primeras filtradas elaboraba una tacita humeante de cafecito para iniciar el día.

En Piura consumen café de manera potable los agricultores, los pescadores de Paita y de Sechura, los estudiantes, las amas de casa que lidian todo el día con los trabajos del hogar esforzándose más que sus maridos. Los profesionales, los periodistas que encuentran en varias tazas de cafecito la inspiración para empezar el día. Los periodistas de ayer y algunos de hoy somos miembros de la cofradía de los cafeteros. Los periodistas viejos tomaban café a las doce del día y en pleno calor. Los de hoy se empanzan de cremolada.

Un café es una grata compañía junto a un libro. Es motivo de conversación y de tertulia amena. En Piura se bebe buen café, tostado y secado al sol. El café lavado es para exportación. El café es delicioso acompañado de una butifarra de chicharrón o de pavo. En la sierra se le acompaña con tortillas de trigo y queso. Según mis abuelas, el café despierta el ánimo, es un antídoto de la pereza y nos transmite su energía. Sin café somos un globo desinflado, un grosero bostezo permanente.

El “café” es sinónimo de energía, de arranque y de levante. Un buen “café” en la oficina puede ser una severa llamada de atención, Decir “están de café en la redacción” significa que están reunidos para una “cuadrada” y reprimenda. En Piura, en la que soportamos un calor insoportable el café revitaliza. El buen café tiene aroma y se siente. En el paladar es una delicia. El café malo no huela a nada. Tiene sabor a lata sostienen los buenos catadores o a remedio de pomo.

En la sierra de Piura el café es un rito cada tarde. Las cafeterías se llenan de conversadores y cafeteros. Un factor para el buen sabor es la calidad del agua. El agua de Sullana, del risueño torrente del Chira acompaña bien un café. Sucede lo mismo con el agua de Catacaos. El agua salobre convierte al café un purgante. Piura, tiene su propia ruta del Café. Se podría empezar en la cafetería Zelada, La Huerta o el Chalán. El café vespertino está en la Pera Madura, el Café Central o en Capuccino en donde es posible pedir un café Express con limonada helada.

El café es cardiotónico y conjura penas. A los poco aficionados a esta bebida les provoca palpitaciones y los mantiene despiertos toda la noche. A los inteligentes les abre la mollera para escribir, pensar o dibujar. A los pecaminosos los excita a los más perversos pensamientos. A los pacatos los empuja a un interminable examen de conciencia. A los cavilosos los vuelve sabios. A los emprendedores les despierta audaces ideas para hacer negocios. El café aviva a los tontos pero no es un remedio para quienes llevan la estulticia en los huesos. Dicen que a los ebrios les permite recuperar el equilibrio y la razón lo que aún la ciencia no ha demostrado. Dicen que un buen café mantiene a los casanderos solícitos en la noche de bodas. Es suficiente una tacita. Con dos le pueden temblar las piernas. Con tres tazas sentirá su corazón latir con el oído puesto sobre la almohada y los resultados serán indeseables. Aunque el café dependiendo de donde venga tiene cuerpo. Unas sabias viejas comentaron que al protagonista del casorio le brindaron un café de esos que parecen pero no lo son. Y durante toda la noche durmió como un lirón. La novia muy temprano le preparó un retinto café dicen que en busca del tiempo perdido. Alguna vez, en La Habana, en el Coppelia probé helado de café y me pareció divino. Un helado de café en Piura, es un deseo vehemente que provoca insospechadas y silentes pasiones.

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