Una página que reune los artículos periodísticos de Miguel Godos Curay. Siempre con una lectura polémica, fresca y deslumbrante de la realidad.
domingo, 8 de agosto de 2010
INVERSION Y EDUCACION
Por: Miguel Godos Curay
La inversión que goza de licencia social es un catalizador de beneficios en sus áreas de influencia e impacto directo y una buena aliada para mejorar la calidad de vida de las personas. Sin embargo, hay que advertir que estos cambios no operan milagrosamente y de un día para otro. Requieren del componente de la buena voluntad e iniciativa para aprovechar las oportunidades que la inversión pone en bandeja. Sucede lo mismo con el padre que provee comodidades para que su hijo acceda a la universidad y se realice humanamente. Pero el hijo, sin un combustible motivacional, se dedica a holgar esperando que la fortuna y un “golpe de suerte” hagan lo que él con sus garras es incapaz de hacer. No hay progreso. Como dicen los sechuranos “la suerte es el consuelo de los cojudos”.
Sechura, es hoy un mar de oportunidades para la inversión. Vale que ha invertido 566 millones de dólares y va a seguir invirtiendo es como la cereza de la torta. Es un signo de confianza en donde “inversionistas” depredadores sin visión de futuro aparecen y desparecen como la garrapata cuando ya no tiene más sangre que chupar. Tal como lo ha señalado Roger Agnelli el director mundial de Vale, la apuesta por Sechura, debe generar nuevos beneficios en servicios conexos, en provisiones para una empresa que quiere comprar a proveedores locales pero que probablemente no estén preparados hoy pero tienen un vecino que es una garantía para una mañana a la vuelta de la esquina.
La inversión que mejora a las comunidades no es la que se mueve por el esquema Tayloriano de considerar a las personas engranaje de la producción y nada más. Sin importar el entorno y contorno social. Dedicadas a una acumulación salvaje de beneficios. A estas empresas se les clasifica como “desalmadas”. No tienen alma. Otras son las empresas con alma que crecen e invitan a crecer a las personas. Mantienen una relación amable con ellas y se ganan su confianza. Invierten en la educación que es una prodigiosa palanca de oportunidades y mejora de la calidad de vida. Preservan la identidad cultural y procuran una relación sostenible a lo largo de la vida de un proyecto.
Hace mucho tiempo observamos a una viandera sechurana que parte de su ganancia -con admirable racionalidad- la distribuía del siguiente modo. Cinco soles para el comprado de mañana y otros cinco soles para el Cautivito. Cuando le preguntamos si con eso pensaba celebrar la fiesta del Señor en Octubre. La buena señora me respondió que esa porción de su esfuerzo, puesto en las manos de Dios, era el ahorro para que su hijo que acababa la secundaria vaya a la universidad. Nosotros nos preguntamos: ¿Esta no es acaso una lección de esperanza humana?
Otra ocasión en la Plaza de Armas de Sechura el gremio de Construcción Civil, con la presencia de dirigentes nacionales, denunciaba que la transnacional de la explotación de fosfatos “vacunaba” a sus trabajadores para que trabajen diariamente más de doce a catorce horas por encima de las ocho horas de trabajo legales. Por lo que inferimos de la denuncia se trataba de una vacuna “importada” de Brasil que hacía que la gente trabaje más de la cuenta. En un país de ociosos, nuestra primera conclusión fue. Esta vacuna es la solución para que trabajen mejor los funcionarios del gobierno, los parlamentarios, los municipios, los docentes y los estudiantes y profesores de la propia universidad. De ahora en adelante quien tenga un ocioso en casa “vacuna del Brasil” y santo remedio. Pedí al dirigente limeño comisionado para formular la denuncia ante la OIT que me diera detalles de este portento, merecedor de un Nobel. No tuvo agallas para respondernos.
Sin duda, que la historia de este sueño posible llamado Bayóvar tiene muchos hitos memorables. El admirable entusiasmo de George Nicol que descubrió los depósitos de fosfatos. El hallazgo apasionó a Joaquín Schwalb López Aldana que durante catorce años se internó en el desierto Joaquín fue el visionario de un desierto de riqueza. Se enamoró perdidamente de el y fue presa de sus encantos. Ya fallecido, el 2 de junio de 1996, las cenizas del zahorí, fueron entregadas al alcalde Justo Eche Morales quien en acto ritual con una comitiva de sechuranos acudieron al desierto y ahí en donde hoy emerge el progreso las esparcieron. El polvo de sus huesos se confundió con la tierra que amó irresistiblemente.
No podemos dejar de mencionar al ingeniero Jorge Vera Tudela que alentó en todo momento la convocatoria a la inversión, a Juan Ricardo Palma por vislumbrar ese sueño posible al que cantó Chocano de unir el Pacífico y el Atlántico, a Jorge Merino Tafur de Proinversión, a Justo Eche Morales, que se diluyó con dignidad porque a otros les corresponde continuar y hacer grande el proyecto, a José Luis Barranzuela de la UDEP que aclaró en todo momento los ruidos de la desinformación. Y a muchos otros como Edwin Vegas, Antonio Mabres y a Monseñor Oscar Cantuarias decisivos en el otorgamiento de la licencia social. Y entre los ausentes a Teotonio Fonseca, el primer representante de Vale en Piura que partió con el deseo vehemente de ver caminar Bayóvar y a muchos otros cuya vida y cuya memoria engrandecen y humanizan los esfuerzos del progreso.
Es un acto de justicia no olvidar a los comuneros que otorgaron la licencia social por encima de sus desentendimientos. Del negocio casi informal del comercio de la sal al manejo de los beneficios de la inversión, hay una enorme distancia. La Comunidad de Sechura no puede seguir siendo un bocadillo apetecible de quienes sólo se mueven por los hilos de su interés personal sino por el bien de todos los comuneros. La vigilancia activa y la transparencia le son necesarias.
Cuando la inversión camina es bueno allanar la trocha del esfuerzo humano para que los beneficios se encarnen. Hace algunas horas el Párroco Jorge Dedios Morán, lanzó una iniciativa de las itinerantes bibliotecas parroquiales. Es probable que se conviertan en las alforjas de la cultura que recorriendo con la bendición de Dios, cada hogar, coloquen los beneficios de la cultura través de un módulo bibliográfico en manos de muchas familias. La iniciativa merece el apoyo de quienes no sólo por altruismo sino por responsabilidad social quieran ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas. No se trata de regalar caballas para saciar el hambre y que hacen a las personas pedigüeñas sino enseñar a pescar oportunidades realización humana para toda la vida. En Sechura no sólo está Vale, sino también otras empresas mineras como American Potash (salmueras), Cementos Pacasmayo (calizas) y Juan Pedro Quay (diatomitas), las petroleras Olympic y Savia y las propias empresas pesqueras que no deben perder de vista que una buena relación construye climas favorables propicios para la inversión y para el bienestar de la población. La preservación ambiental en todos los casos es necesaria. Los negocios mafiosos, la corrupción de funcionarios, la compra de conciencias, el tráfico de influencias, las mordidas de los vivos finalmente desnudan a las empresas desalmadas. Aquellas que no valoran que el recurso más valioso que existe es la persona humana. Lo demás será siempre lo de menos.