martes, 4 de marzo de 2008

CONVIVIENDO CON LAS SIETE PLAGAS


Por: Miguel Godos Curay

Estos días tras las lluvias desaparecieron de los comercios los insecticidas contra los zancudos y las moscas. Esa fauna que se recrea en la humedad y en los desperdicios arrojados a las calles por esa costumbre tan impropia de deshacerse de todo aquello que por el calor y el agua se descompone. Los zancudos se apropian de nuestras noches en donde insomnes nos atosigamos con el insoportable humo del espiral, el palo santo o el moderno dispositivo que de nada nos preserva. No hay repelente que surta efecto ni piel privilegiada indemne a estos ataques en todo el cuerpo.

Otra plaga es la de los grillos que se multiplican por millones en los campos y que los piuranos ignoran que fritos son apetitosos. Los grillos no demoran en aparecer pues emprenden una marcha ruidosa del campo a la ciudad. Cuando se agota la hierba verde la emprenden contra el papel y el trapo que comen hasta hartarse. Invisibles en los hogares, son los hongos y bacterias, que se reconcentran en todos los alimentos perecibles. En especial en el queso para la malarrabia provocando intoxicaciones, por toxinas, inesperadas.

Otra plaga, abundante son los políticos que buscan provecho en el sufrimiento ajeno. Llámense Ollanta, o apelliden García, sea Toledo o nuestros aplicados congresistas quienes encuentran un momento para formular, ante nuestra amnesia ciudadana, los discos rayados de la soluciones definitivas para los problemas que provocan las lluvias o las crecientes del Río Piura. A esta plaga se suma la de los administradores locales de la emergencia.

La plaga de los agoreros e improvisadores. Los que cierran los puentes para probar como es que las camionetas nuevas del Secom son estupendas trancas para impedir el paso. El resto es miedo puro que provoca la viveza, el abuso de los transportistas y los comerciantes del mercado central. Tras la lluvia un ato de culantro que costaba cincuenta céntimos sube a 6 soles. Todo se encarece incontrolablemente. En este momento la plaga de expertos, como de costumbre, pretende explicarnos el porqué de las lluvias cuando ya tenemos las aguas hasta el cuello.

El paisaje urbano nos muestra que mal estuvieron los parches en las pistas y los huecos se muestran como el infortunio de la ingobernabilidad local. Por sí solos los productos de la cosmética constructiva muestran su inutilidad. De pronto volvemos a descubrir en el escenario la misma tragedia y el mismo decorado de fondo. Solo nos falta que nuestras autoridades lloren a lágrima viva como en 1983 Juan Madalengoitia. O que nuevamente la ayuda alimentaria, que hoy se utiliza para el cabildeo político, se descomponga como suele suceder con la humedad ante la rabia popular.

No demoran tampoco en aparecer las contabilidades de los daños que las aguas provocan en el campo y en la ciudad. Siempre se oculta la improvisación, las negligencias personales, los procedimientos deshonestos. No demoran en aparecer los comités de damnificados y perro muerteros que utilizan las lluvias para justificar su ineficiencia y exigir condonación de deudas. Esta es una tradición tan vieja como el parche en la gotera. La lluvia es también un cuento.

Mientras tanto, todos claman ayuda. Nadie recuerda la imprevisión irresponsable. Nos convertimos de pronto en un rosario inacabable de problemas. Nunca formulamos soluciones. De pronto queremos que el gobierno resuelva todo. Nos olvidamos que tras 25 años de Canon Petrolero, malversado y robado descaradamente, seguimos como de costumbre tolerando la plaga corrupta que no nos permite solucionar de un modo definitivo nuestros problemas.

No hay comentarios: